LOS GOBIERNOS ÁRABES APRUEBAN EN DARFUR LO MISMO QUE CONDENAN EN PALESTINA

Seis años atrás comenzó en Darfur, región de Sudán, una situación de violencia, inicialmente de baja intensidad, que desde hace tiempo se ha transformado en una sucesión de despiadadas, sistemáticas y masivas atrocidades contra civiles llevada a cabo por milicias respaldadas por el gobierno de Jartum y por las propias fuerzas gubernamentales.

El 4 de marzo último la Corte Penal Internacional (CPI) decretó el procesamiento del presidente sudanés, Omar Al Bashir, por crímenes de guerra y contra la humanidad. Un día después, Bashir tomó una decisión que pone ulteriormente en peligro las vidas de 4,7 millones de personas: la expulsión de Darfur de las organizaciones internacionales y nacionales de ayuda humanitaria.

Y el 30 de marzo los dirigentes árabes, sabiendo todo esto, se reunieron en la Cumbre de la Liga Árabe en Doha y manifestaron textualmente: “Subrayamos nuestra solidaridad con Sudán y nuestro rechazo a la decisión de la CPI.”

Esas palabras condonan la voluntad de Bashir de negar ayuda al pueblo de Darfur y alientan los esfuerzos del presidente sudanés para desafiar el mandato de arresto de la CPI. También privilegian la política por encima de los derechos humanos, y le dicen a la población de Darfur que, cualquiera sea el tratamieno que Bashir le inflija, ello no alterará el apoyo de sus aliados árabes. Además, estas palabras socavan a la CPI, una organización internacional integrada por 139 Estados.

La situación en Darfur no es sencilla y su solución tampoco es simple. Los grupos rebeldes son indisciplinados y desorganizados, así como también culpables de violaciones y atrocidades. Las armas están en todas partes y los medios de sustento para la población en ninguna parte. Nadie sabe con seguridad como poner fin a la violencia ni que hace falta para reconstruir un tejido social hecho jirones.

Lo que resulta claro, sin embargo, es que el camino elegido por la Liga Árabe en la reciente reunión cumbre es decididamente poco constructivo.

El presidente Bashir ha conducido sangrientas operaciones de contrainsurgencia contra los rebeldes en el sur, este y oeste de la región de Darfur. Los civiles han sido objetivo de esas operaciones, por ejemplo con el uso del hambre como táctica de guerra, la quema de aldeas y la violación masiva de mujeres. Todos estos estos horrores han quedado documentados en Darfur y otras partes de Sudán. Bashir no se ha detenido ante nada para mantener el poder.

Que Bashir sea culpable o inocente de los cargos presentados contra él es un asunto a decidir por la CPI, pero mostrar solidaridad con él no servirá para hacer frente a los subyacentes problemas de pobreza e impunidad y obstaculizará los esfuerzos para apuntalar una negociación de cese del fuego.

Qatar, el anfitrión de la Cumbre de la Liga Árabe, ha estado trabajando para inyectar energía al vacilante proceso de paz para Darfur y había convocado a una reunión entre Jartum y un grupo rebelde clave, el Movimiento para la Igualdad y la Justicia (MIJ). Pero ahora, al recibir al procesado presidente sudanés apenas unas semanas después de que éste expulsara a las organizaciones de ayuda humanitaria y al hacer pública una clara declaración de respaldo a Bashir, la credibilidad de Qatar como coordinador de conversaciones de paz debe ser puesta en tela de juicio. El MIJ ya abandonó las conversaciones en protesta por la situación humanitaria en Darfur.

En lugar de colocar los intereses políticos por encima de los derechos humanos y de privilegiar la apariencia de la unidad árabe en desmedro del sufrimiento del pueblo de Darfur, la Liga Árabe bien podría haber condenado la expulsión de los organismos humanitarios por parte de Bashir y su hostigamiento a los defensores sudaneses de los derechos humanos. Una declaración de los líderes árabes en la que se reconocieran las atrocidades y las violencias cometidas por las fuerzas del gobierno sudanés podía haber tenido un profundo impacto en Jartum. Aún mejor hubiera sido una declaración urgiendo a todos los amigos y vecinos de Sudán a dejar que la Corte Penal Internacional haga su trabajo.

El mundo árabe desde hace tiempo critica la aparente ceguera de Estados Unidos en lo que se refiere a Israel y Palestina y en especial ante los sufrimientos de los palestinos. Pero para ser consecuente, la Liga Árabe también tendría que criticar a Bashir por no hacer nada para terminar con el sufrimiento de los habitantes de Darfur. Pues así como los gobiernos de Estados Unidos han aplicado un doble rasero para los israelíes y los palestinos, ahora la Liga Árabe hace lo mismo ante Jartum y Darfur. Quizás las legítimas críticas del mundo árabe a la política israelí podrían ser tomadas más en serio si fueran efectuadas consecuentemente en el caso de Sudán y si la misma preocupación expresada ante la situación del pueblo palestino fuera mostrada también con respecto al pueblo de Darfur. (FIN/COPYRIGHT IPS)

(*) Jody Williams, recibió en 1997 el Premio Nobel de la Paz por su campaña para la abolición de las minas terrestres.

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