ESPAÑA Y ESTADOS UNIDOS EN LA ERA DE OBAMA

En el contexto de la toma de posesión de Barack Obama, España se ha convertido en un país favorito en las mentes y los cálculos estratégicos de los círculos de opinión que cuentan o esperan contar sobre el nuevo gobierno de Estados Unidos. A España le sucede algo similar a Brasil, con tanta tenacidad, pero menos frecuencia. El gigante sudamericano es “redescubierto» cada lustro como idóneo aliado e interlocutor de Washington en una zona siempre en convulsión. España, más modesta, debe esperar una década o un cuarto de siglo para atraer la atención del liderazgo norteamericano. Ahora parece haberse abierto un nuevo ciclo: España interesa. ¿Por qué?

La causa principal es el sentimiento generalizado de la enorme dilapidación que la administración saliente en Estados Unidos ha hecho en la última década de la relación. Esta colaboración debiera siempre estar presidida por el mutuo respeto político, pragmatismo socioeconómico y visión política en el contexto de un mundo cambiante y peligroso. En las filas republicanas, según se transpira en opiniones y preguntas, se detecta una decepción y un cierto complejo de culpabilidad por el lustro desde 2004 en el que Bush se vengó con ceguera de lo que consideró una muestra de deslealtad del presidente Rodríguez Zapatero.

Al decretar la retirada fulminante de las tropas que el ex presidente Aznar había mandado a Iraq, Rodríguez Zapatero se vio singularizado en las iras de Bush, quien no demostró semejante firmeza y desdén por la oposición, más importante desde el ángulo estratégico, que le habían planteado el francés Jacques Chirac y el alemán Gerhard Schröder, bestias negras de la “vieja Europa”, objeto de odio del Secretario de Defensa Donald Rumsfeld.

Desde entonces, hasta prácticamente salir de la Casa Blanca, Bush ha cobijado las constantes críticas de Aznar hacia la política exterior de Zapatero, hechas desde tribunas académicas (en territorio norteamericano, a pocos metros de la misma Casa Blanca, como Georgetown University), coloquios de empresarios y las páginas de la prensa incondicional (el Wall Street Journal).

En fin, los observadores atentos comprueban ahora que España es uno de los pocos países en que se puede confiar para actuar como mediadores, y eficaces aliados, listos para contribuir en lo posible a aminorar los problemas del mundo. Significativamente, al haberse concentrado (excesivamente para algunos) en la política interior, Zapatero encara en la era de Obama un segundo mandato libre de aventuras innecesarias en el exterior e hipotecas difíciles de cancelar.

Dos zonas se destacan especialmente abiertas para que Madrid actúe como mediador y leal aliado: Oriente Medio y América Latina. La presencia de tropas españolas en Afganistán bajo mandato de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), con la cobertura de Naciones Unidas, sigue siendo simbólica. Pero la petición del Ministerio de Defensa para elevar el techo del número de soldados autorizados a actuar en el exterior es solamente un aperitivo de la ampliación del historial de participación en otras misiones (Bosnia).

En América Latina, abandonada por Bush, tiene el gobierno español una amplia agenda de cooperación. Ha mantenido la comunicación con casi todos los nuevos populismos en fricción con Washington. Tiene todas las ventajas y ninguna de las desventajas en liderar los esfuerzos europeos por conseguir una pacífica transición en Cuba. Seguirá cooperando estrechamente con gobiernos conservadores (Colombia, México) y con la izquierda democrática (Chile, Perú, Costa Rica, Uruguay). Continuará contribuyendo en programas a la cooperación al desarrollo, sobre todo en Centroamérica. Prestará incluso mayor atención a la comunidad hispana en Estados Unidos.

¿Qué más puede esperar Obama? Como se dice la expresión angloamericana: es una oferta que no se puede rechazar. (FIN/COPYRIGHT IPS)

(*) Joaquín Roy es Catedrático ‘Jean Monnet’ y Director del Centro de la Unión Europea de la Universidad de Miami (jroy@Miami.edu).

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