Cada año, al madurar el mes de febrero, coincidiendo con la celebración del Carnaval, se presenta una excusa para meditar sobre un incidente peculiar en la reciente historia de España, cuyo diferente desenlace hubiera cambiado ostensiblemente el perfil de la sociedad y la política de este país, apenas salido de la larga dictadura franquista. Un programa, bien intencionado e interesante producido por Televisión Española, ha rememorado las horas cruciales del intento del fallido golpe de estado del 23 de febrero de 1981. Si el final feliz del drama desencadenado por el teniente coronel Tejero hubiera sido diferente, algunas escenas insólitas ocuparían las primeras planas de los diarios y los telediarios. Un ejemplo:
El ciudadano italiano Giovanni Carlo Borbone, de 71 años, nacido en Roma el 5 de enero de 1938, jubilado del servicio de correos, ha recibido su nuevo pasaporte español de manos del cónsul general de España. Como primer beneficiado de la Ley de la Memoria Histórica, Borbone se mostró satisfecho y conmovido, apenas unas horas antes de tomar un avión que lo llevaría a una aldea cercana a Covadonga, donde piensa residir.
El nuevo ciudadano español también se beneficiará de la seguridad social y los servicios sanitarios españoles. Los derechos son extensibles a su esposa Sofía, también de nacionalidad italiana, nacida en Grecia de ancestros británicos, con la que se casó en 1962. Sofía optará por la nacionalidad española cuando cumpla con los requisitos de residencia. Los hijos Felipe, Elena y Cristina reunirán la documentación necesaria para adquirir la nacionalidad española.
Giovanni ha recibido el pasaporte como nieto de Alfonso Borbón (el apellido fue italianizado por conveniencias sociales), por aplicación de ley de nietos. Beneficia a los que tuvieran un padre o madre que hubiera nacido después de que el abuelo o abuela perdiera la nacionalidad española por motivos de exilio. El padre de Giovanni, Juan, ya podía recuperar su nacionalidad española por legislación anterior, porque su padre Alfonso la había gozado de origen, ya nacido en España.
Esta historia con final feliz comienza en 1931, cuando el abuelo de Giovanni se vio obligado a exiliarse a Italia por haber estado implicado en los acontecimientos políticos de la turbulenta década del 20. Al triunfar los partidos liberales y izquierdistas en las elecciones del 14 de abril, los partidarios de las formaciones conservadoras, que habían cooperado con la dictadura del general Primo de Rivera, debieron optar por el exilio. En la Roma convulsionada por el populismo de Mussolini, nació Giovanni. Al tener que adquirir la nacionalidad italiana, Alfonso debió renunciar a la nacionalidad española, para ser empleado estatal y dar sustento a su familia.
Giovanni es la personalidad maquillada de Don Juan Carlos I de Borbón y Borbón, Rey de España desde 1976. Su familia es plenamente identificable. No es ficticio que Don Juan Carlos naciera como nieto e hijo de exiliados. El abuelo Alfonso XIII se vio obligado a abandonar España hacia un exilio incierto. Murió en el Grand Hotel de Roma el 28 de febrero de 1941. La II República española (1931-1936) y la contienda civil (1936-1939) no permitieron a su familia y descendientes regresar a España con normalidad. Franco hizo un pacto con Don Juan para que su hijo Juan Carlos se educara en España, mientras él permanecía en un discreto distanciamiento en Estoril, cerca de Lisboa.
La familia real española disfruta de una especial ley de memoria histórica: todos los errores pesan a la hora de comportarse y tomar decisiones. Alfonso XIII ya había perdido el trono al respaldar el levantamiento de Primo de Rivera. El hermano de la Reina Sofía, el rey Constantino de Grecia, se hizo el harakiri político al plegarse al golpe de los coroneles el 7 de enero de 1967, en un lamentable episodio muy similar a la anuencia de Alfonso XIII al levantamiento de Primo de Rivera en 1922.
Cuando Tejero dio el golpe cubierto de tricornio y pistola en alto, la tentación de repetir el error revoloteó sobre la familia real. Por haber resistido (tanto como su padre bajo la sombra de Franco), hoy el rey Juan Carlos I no solamente es respetado y admirado en España, sino que se ha convertido en su mejor embajador y una parte de la identidad iberoamericana. Decir el rey en América Latina no es una referencia a Elvis Presley o al monarca de Suecia. Rey, en español, solamente hay uno. (FIN/COPYRIGHT IPS)
(*) Joaquín Roy es Catedrático Jean Monnet y Director del Centro de la Unión Europea de la Universidad de Miami (jroy@Miami.edu).