«Cuando dejé Darfur, dejé el infierno de la muerte y entré al infierno de la vida. Esa es la única diferencia», dijo Galoud*, uno de muchos sudaneses que han escapado a Egipto.
Galoud habló con IPS desde su apartamento alquilado en forma compartida en una zona pobre de las afueras de El Cairo.
Contó cómo hizo una larga caminata a través del desierto que lo separa de sus recuerdos de persecución y muerte en la occidental zona sudanesa de Darfur -escenario de lo que muchos califican de genocidio-para intentar iniciar nueva vida como refugiado en Egipto.
Pero pronto descubrió tenía pocas esperanzas en este país.
Galoud es uno de los estimados 150.000 refugiados en Egipto. Esta cifra incluye a los que ya tienen estatus oficial, los que buscan asilo y muchos miles más cuya solicitud de estatus de refugiado fue rechazada, pero permanecen en el país.
De los refugiados en Egipto, 75 por ciento son sudaneses, seguidos por 16 por ciento de somalíes y pequeños números de etiopes, eritreos y sierraleoneses, según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur)
Para sobrevivir, Galoud se dedica a buscar metales en la basura para después venderlos. Luego de tres años de vivir en el distrito pobre de Tora Bora, en las afueras de la capital egipcia, este hombre dice haber perdido toda esperanza de tener una buena vida. Gana apenas tres dólares diarios, aunque debe pagar un alquiler de 75 dólares al mes.
"Estoy tan exhausto de todo el trabajo Lo único que quiero es seguridad laboral. No puedo quedarme y no me puedo ir. Sin dudar me escaparía a Israel si tuviera el dinero", dijo.
Sin posibilidades de proyectar un futuro en Egipto, Galoud hizo planes para ser introducido ilegalmente en Israel, y le pidió a un familiar que le enviara los 400 dólares que necesita para pagar la operación.
La esperanza de una vida más prometedora en Israel lleva a miles de refugiados a intentar cruzar la frontera, aun a riesgo de morir por los disparos de guardias fronterizos.
Como más de 300 personas intentan ingresar ilegalmente cada semana a su territorio, Israel presionó a Egipto para que tomara medidas severas. Según la organización Amnistía Internacional, 13 personas que intentaron cruzar la frontera fueron asesinadas este año.
Un estudio elaborado en 2006 por la Universidad Estadounidense en El Cairo, financiado por el Departamento para el Desarrollo Internacional de Gran Bretaña, concluyó que un creciente número de refugiados, frente a las limitadas posibilidades de alcanzar condiciones de vida adecuadas en Egipto, optan por trasladarse a un tercer país.
Ibrahim El Nour, n profesor de ciencia política sudanés en esa universidad, dijo que muchos de estos refugiados han perdido todo y apuestan a una vida mejor. "Egipto no es un destino migratorio. Egipto es un destino de tránsito para muchos de esos migrantes africanos. Vienen aquí porque tienen la esperanza de trasladarse a algún lugar del norte", afirmó.
En un país de escasos recursos, donde el desempleo es oficialmente de 20 por ciento, en el que 80 por ciento de la mano de obra se encuentra en el sector informal y donde 15 por ciento de los niños y niñas no van a la escuela, es difícil pelear con éxito por los derechos de los refugiados a empleos dignos y a la educación.
El estudio señaló que, en muchos casos, las soluciones deben encontrarse a través de planes que beneficien a la sociedad en general, en vez de concentrarse solamente en los refugiados. También subrayó la necesidad de hallar vías para incluir a los refugiados en los beneficios sociales que gozan todos los ciudadanos egipcios.
Aunque el gobierno de Egipto considera a los sudaneses "hermanos" y ha sido generoso en abrir sus fronteras a los refugiados, especialmente aquellos de países vecinos, es por lo general difícil que estos se integren a la sociedad, encuentren empleo, tengan atención médica y continúen con su educación.
En 2005, todos los residentes extranjeros ganaron acceso a los servicios de salud pública, pero muchos prefieren la asistencia de organizaciones no gubernamentales que trabajan con los refugiados porque es de mejor calidad.
Mientras muchos refugiados usan a Egipto como un escalón a otras partes del mundo, un significativo número de estos se quedan en este país, sobre todo aquellos a los que no se les otorga el estatus de refugiados. No pueden regresar a sus países de origen y terminan viviendo marginados de la sociedad egipcia, luchando para sobrevivir.
Esto se hizo más evidente en septiembre de 2005, cuando unos 1.200 manifestantes y refugiados organizaron una protesta sentada en el parque central de El Cairo, cerca de la oficina de Acnur. La manifestación terminó con una represión lanzada por las fuerzas de seguridad de El Cairo, en la que 28 personas murieron. Los refugiados fueron llevados a un campamento aislado fuera de la capital.
Otro problema para garantizar los derechos de las personas que buscan asilo es que las responsabilidades son difusas entre el gobierno de Egipto, las autoridades en los países de origen y las organizaciones internacionales como Acnur.
Según Galoud, la oficina de Acnur en El Cairo no le ofreció más que una tarjeta amarilla con la que puede recibir escasos servicios básicos. Para muchos, toma entre cuatro a cinco años obtener la tarjeta azul, que les da estatus oficial de refugiados.
Abeer Etefa, portavoz de Acnur, dijo que la pobreza en Egipto exacerbó las dificultades de los refugiados. "La situación económica en El Cairo es de indigencia para la población local así como para los refugiados, y algunas personas creen que tendrán mejores oportunidades en otro lado", señaló
Para Galoud, ser arrestado o morir intentando cruzar ilegalmente la frontera hacia Israel es algo que depende de Dios: "Si algo pasa, es lo que Dios quería. Será mi destino".
*Una semana después de hablar con IPS, Galoud (no es su nombre real) llamó desde la frontera para informar que él y otros 12 migrantes africanos llegaron a salvo a Israel, donde intentarán construir una nueva vida.