CAMBIO CLIMÁTICO: Dólares verdes, no solo por la tinta

Los «filantrocapitalistas» y fundaciones más tradicionales abordan hoy problemas mundiales como el cambio climático con inédito fervor. Pero cunden las dudas sobre la eficacia con que usan su dinero.

Una de los principales críticas a los filántropos ambientales más apegados a las tradiciones era que evitaban desafíos sistémicos como la sustentabilidad, pues preferían causas como la conservación.

Pero en los últimos tiempos la tendencia se ha revertido, en buena medida gracias al surgimiento de nuevos filántropos muy adinerados preocupados por el recalentamiento planetario.

"Muchos miembros de la nueva generación de filántropos están preocupados por el cambio climático", dijo a IPS el periodista Matthew Bishop, de la revista británica The Economist y autor, junto con Michael Green, del libro "Philanthrocapitalism: How the Rich Can Save the World" ("Filantrocapitalismo: Cómo los ricos pueden salvar al mundo"), que se publicará en breve.

"En las fundaciones atienden, por un lado, las preocupaciones más tradicionales y, luego, el cambio climático, una cuestión que ha tomado impulso en los últimos tres a cinco años entre los multimillonarios" procedentes del mundo de la tecnología, afirmó Bishop.
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Los donantes veteranos y las fundaciones tradicionales también están cada vez más comprometidos con la lucha contra el cambio climático, pero los nuevos filántropos buscan maneras innovadoras de abordar el problema.

Los englobados por el neologismo "filantrocapitalismo" fusionan la caridad con un enfoque basado sobre el mercado a fin de solucionar problemas sociales.

Esta generación de filántropos aborda los problemas ambientales invirtiendo en investigación y en el desarrollo de tecnologías "verdes", rediseñando edificios para reducir el consumo de energía y la contaminación y contribuyendo con grupos de activistas que comparten la aspiración a lograr cambios sociales sin despegarse del mercado.

En ese sentido, Google.org, la fundación del popular buscador de Internet, promueve el desarrollo de un automóvil que funcione con un combustible compuesto en 85 por ciento por etanol y el resto por gasolina.

Filántropos preocupados por la sustentabilidad y el recalentamiento global presionan a gobiernos para que se sumen a tratados internacionales que regulan las emisiones de dióxido de carbono. Al mismo tiempo, informan al sector privado cómo sacar réditos de esos acuerdos.

El dinero destinado a causas ambientales no se limita a las investigaciones y el desarrollo tecnológico o a presionar a los gobiernos.

Aún persiste el enfoque más tradicional: dar dinero a organizaciones ambientalistas como el Consejo de Defensa de los Recursos Naturales o Greenpeace a través de una fundación o una asociación que asigne subvenciones. La revista Grist informó en 2007 que esas donaciones suman hasta 2.000 millones de dólares al año.

Pero ¿cuán efectivos son, en última instancia, los esfuerzos de los filántropos para producir cambios sociales y ambientales a gran escala?

Según Daniel Faber, profesor de la Universidad Nororiental en Boston, el dinero proporcionado por los filántropos para proteger el ambiente todavía no se usa del mejor modo para lograrlo. Faber considera que esos aportes deben servir para construir un amplio movimiento social.

"Lograr un ambientalismo transformador requerirá una gran base civil. Si tal movilización falta, los financistas buscarán las soluciones más fáciles. Los enfoques políticos dentro del statu quo no prevén que el ambientalismo movilice al público de un modo participativo", dijo.

Faber, quien investiga y escribe sobre la relación entre las fundaciones filantrópicas y el movimiento por la justicia ambiental, es crítico de lo que llama el "enfoque empresarial" para las causas ambientales.

Ese enfoque se materializa en el "filantrocapitalismo", que, según él, continúa ignorando a los movimientos ambientalistas de la sociedad civil.

"El problema" de los esfuerzos por desarrollar nuevas tecnologías amigables con el ambiente "es la intención de que las inversiones den réditos a corto plazo", explicó. "Si uno está comprometido en un la construcción de un movimiento a largo plazo, lleva un tiempo —a veces cinco, seis, siete años— muy difícil de prever", sostuvo.

Matthew Bishop es más optimista sobre las acciones de los filántropos en materia de sustentabilidad, pero coincide con Faber en sus limitaciones para incidir en la toma de decisiones políticas.

"Hacer que los gobiernos se pongan de acuerdo será muy difícil, dados los intereses masivos en preservar el statu quo. Los políticos están orientados al corto plazo. Seguir la ruta del gobierno es muy difícil. Requerirá la construcción de información y presión públicas", dijo a IPS.

Internet es una de las vías usadas por donantes y grupos de presión a gobiernos y empresas para que tomen decisiones ambientalmente responsables. Los receptores de fondos filantrópicos tienen capacidad para invertir en las últimas tecnologías en red para promover su causa.

El activismo "no va a ninguna parte sin una plataforma de comunicación viable", dijo Ethan Orginel, fundador de la firma consultora Aequus Green Communications, que trabaja con organizaciones ambientalistas y edita el sitio web Greenbrooklyn.com.

Según Orginel, en los últimos cinco años hubo una confluencia de intereses dentro del movimiento ambientalista y de éste con los de los filántropos.

Al mismo tiempo, las nuevas tecnologías brindaron a las organizaciones capacidad para implementar campañas virales en Internet con el fin de crear conciencia. La sustentabilidad y el cambio climático son las piedras angulares de esta nueva agenda.

Entre esas campañas, Orginel señaló la Alianza Apolo, dirigida a lograr financiamiento del gobierno estadounidense para un proyecto que ponga fin a la dependencia del petróleo y que aliente fuentes de energía limpias.

Las acciones de la Alianza Apolo, que emula el Proyecto Apolo de exploración espacial de los años 60 y 70, tuvo un impacto concreto sobre el público, según el consultor.

"En los dos lados del mostrador se entiende que es necesario terminar con el petróleo y embarcarnos en una nueva misión Apolo. Hacer que los estadounidenses hablen sobre independencia energética ha sido un éxito resonante", dijo.

Pero Faber observó que el financiamiento a menudo depende de criterios políticos. Citó el ejemplo de la Fundación Jesse Smith Noyse, que tiene dificultades en la obtención de fondos para integrarse plenamente a la revolución de las comunicaciones.

La Fundación Jesse Smith Noyse es un ejemplo de organización que favorece las respuestas civiles y comunitarias a los problemas de justicia ambiental que organizaciones de mayor porte a menudo evitan.

Por ejemplo, en su esfuerzo por reducir la contaminación y el consumo de energía en las actividades del gigante informático Intel, el grupo alentó a organizaciones comunitarias a participar en reuniones de accionistas, llegando a un acuerdo con la empresa, señaló.

La gigantesca Fundación Ford optó por no apoyar ese esfuerzo, en un ejemplo de cómo "el mundo de la filantropía está perdiendo el tren", opinó Faber.

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