En lugar de aceptar la demanda del primer ministro iraquí Nouri Al Maliki de fijar un plazo para el repliegue militar de sus fuerzas de ocupación, la administración del presidente estadounidense George W. Bush sigue apostando a una presencia a largo plazo en ese país de Medio Oriente.
El fortalecimiento de la postura desafiante de Washington ante las demandas de repliegue subraya cuán importante se ha convertido para las fuerzas de Estados Unidos y para los burócratas de seguridad nacional en general mantener un acceso a largo plazo a las bases en Iraq.
Desde el comienzo, la respuesta del gobierno de Bush a la demanda de repliegue de Al Maliki fue tratarla como un mera aspiración que no se podía aceptar.
Diversas fuentes estadounidenses, incluyendo al ex comandante del Comando Central, William Fallon, insisten en que los objetivos de seguridad en Iraq deben incluir una continua dependencia de ese país hacia las tropas estadounidenses por un periodo indefinido. El mensaje implícito es que Estados Unidos todavía tiene el control y será el que tome la decisión final, no el gobierno iraquí.
Este punto fue subrayado inicialmente por el portavoz del Departamento de Estado (cancillería), Gonzalo Gallegos, quien afirmó el 9 de este mes que el gobierno de Bush no tomaría ninguna decisión de repliegue bajo presión.
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En otra señal de que los militares estadounidenses se resisten a la demanda iraquí de repliegue, Fallon publicó una carta abierta en el periódico The New York Times el 20 de julio en la que llamaba a los líderes iraquíes a aceptar la intención de Washington te mantener acceso a largo plazo a las bases en ese país.
Fallon rechaza la idea de que el gobierno iraquí sea capaz de preservar la seguridad sin las tropas estadounidenses. "El gobierno de Iraq está ansioso por ejercer su soberanía, pero sus líderes también reconocen que tomará un tiempo antes de que pueda tomar pleno control de la seguridad", sostuvo.
El militar insistió en que Bagdad "debe reconocer su continua dependencia de las fuerzas estadounidenses".
Fallon, ahora retirado, obviamente está funcionando ante la opinión pública como un representante de los altos mandos militares que no pueden hacer declaraciones tan tajantes abiertamente en referencia a la demanda iraquí de repliegue.
Pero este ex procónsul militar en Medio Oriente, así como sus colegas en actividad, parecen realmente creer que Estados Unidos puede intimidar al régimen de Al Maliki. Asumen que Washington tiene tanto el poder como el derecho a postergar los intereses nacionales iraquíes para poder continuar con su plan de construir un imperio militar en la región.
Cando era jefe del Comando Central, Fallon trabajaba bajo la premisa de que los militares estadounidenses seguirían teniendo acceso a las bases militares de Iraq y de Afganistán por muchos años.
Un artículo publicado el 14 de julio por el reportero de asuntos de inteligencia y seguridad nacional del diario The Washington Post, Walter Pincus, informó que el ejército había pedido 184 millones de dólares para construir plantas de energía en sus cinco principales bases en Iraq.
Estas cinco instalaciones están entre "las bases finales donde las tropas, aviones y equipos serán consolidados cuando la presencia militar de Estados Unidos sea reducida".
Pero el financiamiento de las plantas de energía, que serían necesarias para mantener una gran fuerza estadounidense a largo plazo, fue eliminado de una ley de construcción militar para el año fiscal 2008. Pincus citó una fuente del Congreso legislativo que reconocía que la edificación de esas plantas tomaría más de dos años.
La idea de mantener varias bases en Iraq es parte de un plan más amplio, en el que el propio Fallon está trabajando, para mantener instalaciones estadounidenses clave en Medio Oriente y Asia central.
Fallon reveló, en un testimonio ante el Congreso el año pasado, que la Base Aérea de Bagram en Afganistán es considerada "la pieza central de un plan maestro del Comando Central para tener acceso y realizar operaciones en Asia central".
Como escribió Fallon en su carta abierta, Washington tenía previsto organizar una videoconferencia entre Bush y Al Maliki el 17 de este mes, evidentemente con el fin de aplacar la demanda iraquí de repliegue.
La Casa Blanca procuraba disimular el hecho de que Al Maliki se niega a ceder ante la presión de Bush.
Washington divulgó un comunicado señalando que los dos gobernantes acordaron "un horizonte general de tiempo para alcanzar determinadas metas", pero que éstas no incluían las de un repliegue completo, sino las de una "mayor reducción de las fuerzas de combate en Iraq".
No obstante, pronto se reveló que esto fue una errónea interpretación de la postura de Al Maliki.
Como confirmó Al Dabbagh, portavoz del primer ministro iraquí, el acuerdo no sólo incluía "la plena entrega de la responsabilidad de seguridad en el país a las fuerzas iraquíes, con el objetivo de disminuir el número de fuerzas estadounidenses", sino también "permitir el repliegue".
*Gareth Porter es historiador y experto en políticas de seguridad nacional de Estados Unidos. "Peligro de dominio: Desequilibrio de poder y el camino hacia la guerra en Vietnam", su último libro, fue publicado en junio de 2005 y reeditado en 2006.