Las 11 iglesias de Lalibela, la segunda ciudad santa de Etiopía después de Aksum, permanecieron a lo largo de centurias como una de las visiones más impactantes de este país.
Talladas en la roca de las montañas del norte del país, estas estructuras representan quizás la máxima expresión de la creatividad de los feligreses de la iglesia ortodoxa de Etiopía, una de las comunidades cristianas más antiguas del mundo.
Gebre Mesqel Lalibela, soberano de la dinastía Zagwe, comenzó la construcción de las iglesias luego de vivir durante un largo periodo en Jerusalén. Cuando esa ciudad fue capturada por fuerzas musulmanas en 1187, se le reveló en un sueño la orden de recrear su esplendor en Etiopía.
En un tributo a la visión de Lalibela, y al esfuerzo de una cantidad desconocida de trabajadores, el lugar no ha perdido nada de su poder sobrecogedor en 800 años de su creación.
Entre esos templos figura la Iglesia de la Virgen María, la primera de todas, decorada con lujosas alfombras y tapices con imágenes de ángeles, querubines y serafines.
Los lugares destinados a la oración tienen cruces de oro, cobre y hierro, cuyos intrincados diseños están envueltos de simbolismo religioso. Tambores religiosos conocidos como keberos descansan contra las paredes de piedra.
La Iglesia de San Jorge, la última en ser construida, tiene la forma de una gigantesca cruz, de cuatro pisos de altura, y procura representar simbólicamente el arca de Noé.
Su poder espiritual es tal que los muros que la rodean albergan los cuerpos de peregrinos que, durante centurias, la eligieron para su descanso final. Se dice que el propio Lalibela está enterrado en la catedral Bete Golgotha.
Las iglesias de Lalibela también cuentan con un sofisticado sistema de drenaje, el cual impide que el agua quede dentro de ellas a pesar de que están talladas profundamente en la roca.
Pero una estridente estructura de acero aparece amenazadora sobre cinco de los templos, interrumpiendo su esplendor religioso y arquitectónico.
Debajo del edificio, como una nave espacial que se dispone a aterrizar, un cartel proclama que el Fondo de Desarrollo de la Unión Europea (UE) financia ese proyecto, a cargo de un equipo de arquitectos italianos.
"La gente esperaba algún diseño hermoso, no este techo plástico que todavía tiene agua estancada", dijo Desale Sisay, un sacerdote ortodoxo etíope encargado de custodiar las llaves de la iglesia Bete Gabriel. "Y ni siquiera protege completamente a las iglesias de la lluvia o los rayos del sol", agregó.
Ese proyecto, iniciado en 1997, ha sido fuente de controversias desde su comienzo. Según las críticas, la iniciativa no toma en cuenta la importancia de Lalibela como un sitio histórico de culto.
El lugar fue designado patrimonio de la humanidad en 1978 por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), ahora responsable de supervisar las construcciones en el lugar.
"Para los etíopes es una cuestión importante. Éste es un lugar sagrado", señaló el experto de Unesco Nada Al Hassan. "Creemos que la protección fue construida sin dañar el sitio y, además, puede ser desmantelada."
Hubo, sin embargo, gran agitación tras la destrucción del decorado de una ventana y de la capilla Bete Amanuel. En consecuencia, los residentes de Lalibela formaron una comisión de 10 miembros para observar los esfuerzos de restauración y protección.
"La cubierta fue favorecida por Unesco porque no requería perforar en las rocas, lo que habría sido necesario si se llevaba a la práctica el diseño arquitectónico ganador", según Markus Theobald, director del área de infraestructura de la delegación de la Comisión Europea, rama ejecutiva de la UE, en Etiopía.
"La solución elegida es menos bella que el diseño arquitectónico ganador, pero mucho más agradable que los andamios con lona alquitranada que había antes allí", agregó.
Los residentes son conscientes de que debe hallarse una solución para proteger este legado único, aunque no se encuentran a gusto con los planes, ejecutados por arquitectos de Italia —nación que estuvo dos veces en guerra con Etiopía— y supervisados por organismos gubernamentales en la capital, Addis Abeba, y en Bruselas.
"No es hermoso, pero es mejor que nada", dijo Getaye Mengiste, un guia de turismo que trabaja en el lugar. "Estas iglesias han sufrido mucho tiempo la lluvia y la arena. Colocar alguna clase de protección es esencial."