Exhibir juguetes creados por artesanos que reflejan el mundo cambiante de los países africanos no es un juego de niños.
Automóviles en miniatura de Malawi y un diminuto Nelson Mandela presidiendo el primer parlamento democrático de Sudáfrica se disputan un lugar en el escaparate con el aventurero belga "Tintin en safari en el Congo", todos realizados en madera.
La feria African Toy Shop ofrece una colección de los más inusuales juguetes, hechos a mano por artesanos de más de 20 países africanos.
Su propietario, Greg Moran, viajó durante cinco años por toda África y empleó otros tres en ensamblar una red de fabricantes de juguetes. Sobre la base de un trabajo ético a partir del concepto de comercio justo, instaló dos jugueterías en Johannesburgo, capital económica de Sudáfrica.
Los empleados de African Toy Shop conocen la historia de cada juguete.
"Los aficionados se ven especialmente atraídos por las historias. Para nosotros es importante que la gente comprenda cuánto amor y dedicación hay en cada pieza", dijo Moran a IPS.
Todos los juguetes están fabricados a mano, porque los artesanos carecen de electricidad y de herramientas modernas.
Los juguetes de madera están tallados con el instrumento más elemental que pueda imaginarse: una navaja. Los colores se obtienen de la naturaleza, principalmente de raíces.
Uno de los juguetes más populares es una muñeca de aspecto estrafalario llamada "shwe-shwe poppies". Su diseño responde a la iniciativa de niños a quienes se les pidió que dibujaran su muñeca perfecta.
Quienes las fabrican son mujeres, que parten de distintos estilos estéticos sudafricanos, con telas, cuentas y otros materiales.
El principal proveedor de la juguetería es Lekemu Seleman, de 31 años, quien en seis meses ganó suficiente dinero de la venta de sus creaciones como para construirse una casa.
Sus juguetes son réplicas exactas de máquinas con las que se construía un camino y que él observaba desde su choza en una aldea de Malawi. Seleman aprovecha la fricción de la madera para simular a la perfección el movimiento de los vehículos verdaderos.
Auguy Kakase, artesano de Kinshasa, está dedicado a fabricar toda una gama de juguetes inspirados en Tintín, el personaje de la célebre historieta del Hergé, nacido en Bélgica, antigua metrópoli de la actual República Democrática del Congo.
Kakase es fanático del periodista aventurero Tintín, cuyas historietas han sido criticadas por sus descripciones racistas y colonialistas de África.
Cuando la novia del artesano vio por primera vez en su casa los personajes de madera a medio hacer, creyó que era un fabricante de fetiches.
Moran debió dar muchas explicaciones a los clientes que se quejaban del supuesto trasfondo racista de uno de los juguetes de Kakase, que muestra a Tintin como "salvador" de una aldea africana.
"La paradoja es que fue creado por un africano que está muy orgulloso de su trabajo y es fanático de Tintin. Me cansé de explicárselo a los clientes y al final lo saqué", relató Moran.
Kakase fabricó otra escena en que Tintin le hace una reverencia a un rey africano. "Fue mucho mejor recibido", indicó Moran.
El empresario había trabajado antes en el sector de la educación pública, primero para la asamblea que redactó la primera Constitución democrática de Sudáfrica y luego para la Comisión de Derechos Humanos de este país.
Con esos antecedentes, Moran basó su negocio sobre principios de Cooperación para un Comercio Justo en África (Cofta), organización que él mismo integra y cuyos miembros deben cumplir con 10 principios fundamentales.
Entre ellos figura la creación de nuevos mercados para los artesanos, precios justos, ingresos equitativos por el trabajo de mujeres, juguetes respetuosos del género y un ambiente laboral seguro y saludable.
Estos principios resultaron fundamentales para artesanos que suelen trabajar en condiciones desesperantes y en beneficio de empresarios incapaces. En sus primeros contactos con Moran, incluso, llegaron a pedir por sus juguetes cifras ridículas, hasta 0,63 dólares por cada uno.
"No tomaban en cuenta su propio trabajo. Hay que fijar los precios de acuerdo con el valor de la materia prima y el trabajo", explicó Moran.
El mozambiqueño Samuel Baloi, uno de los fabricantes más exitosos, cobraba antes 8,85 dólares por cada juguete. Ahora recibe unos 31,62 dólares. Sólo en diciembre pasado, cobró 3.161 dólares.
El mayor desafío, explicó Moran, es la falta de conocimiento sobre los principios de comercio justo que tienen los propios sudafricanos, así como no comprenden que el alto costo del transporte y los adelantos de 50 por ciento a los artesanos se reflejan en el precio final.
"Me sorprende que algunos clientes nos digan con orgullo que compraron el mismo juguete a precios irrisorios en otro comercio. Parece que no entendieran que están estafando a los artesanos", relató Moran.
Es indignante que estos clientes paguen por "estos estupendos juguetes hechos a mano" menos que por los de plástico, fabricados en masa en China.
"Es una batalla constante. La mayoría de la gente cree que todo lo de África debe ser más barato y que los africanos no necesitan dinero. Es tan arrogante. Es racista", dijo, ofuscado.
Los que sí parecen entenderlo son los turistas extranjeros y los coleccionistas locales que aprecian el trabajo de "los juguetes con mejor onda del mundo".
Tras la apertura del primer local el 28 de mayo de 2005, cerca del centro de Johannesburgo, y el segundo en febrero de este año, en las afueras de esta ciudad, Moran sigue subsidiando el negocio.
"Si hubiera sabido lo difícil que era, habría dicho que no. Fue el negocio más difícil de abrir", indicó.
Su mayor problema fue mantener sus depósitos abastecidos. Moran abrió el comercio con 50 juguetes y vendió 45 en el primer día. El comerciante lo recuerda como una pesadilla.
"Entramos en pánico porque a cada artesano le lleva más de 10 días fabricar una pieza. De repente nos vimos a la caza de juguetes cuando hacía apenas una semana que habíamos abierto. Fue un caos", relató.
Moran debió planificar mucho para superar el problema. Y tuvo que aprender muchas lecciones más.
"Cuando comenzamos a aumentar nuestros pedidos, los artesanos se pusieron frenéticos, impacientes. Trataron de producir en masa. La calidad bajó", relató.
Ahora, Moran compra pocos juguetes a un artesano cuando comienza su vínculo, incluso si se da cuenta de que serán populares. Luego, de a poco, aumenta los pedidos.
Moran también ayuda a los artesanos a administrar su producción mediante la capacitación de aprendices, que pueden comenzar con un trabajo repetitivo y fácil.
"Estoy orgulloso de vender algo que ofrece a niños y adultos una imagen positiva de otros africanos", señaló en alusión a los últimos ataques xenófobos contra extranjeros que tratan de radicarse en la relativamente rica Sudáfrica.
"Los sudafricanos, en lugar de quejarse porque 'nos roban empleos', miran los juguetes y se dan cuenta de lo estupendo que es su trabajo", dijo.
La idea de Moran es que los artesanos se organicen en una cooperativa que suministre juguetes a un creciente mercado internacional y que African Toy Shop siga siendo su líder.