BIRMANIA: Cuando la solidaridad es considerada delito

La detención de un destacado humorista marca un giro de la situación general que presagia peores tiempos aun para Birmania, donde, al parecer, es un delito ayudar a los cientos de miles de víctimas causadas por el ciclón Nargis el mes pasado.

El actor encarcelado es Maung Thura, o Zargarnar como se lo conoce popularmente, quien encabeza una organización que comenzó a reunir fondos y a brindar asistencia a los sobrevivientes del devastador ciclón que azotó el 3 del mayo el delta de Irrawaddy y la meridional ciudad de Rangún, ex capital birmana.

Entre los héroes olvidados en esta batalla contra la devastación hay escritores, artistas y actores, entre otras personalidades.

"Comenzamos las tareas de asistencia el 7 de mayo y todavía seguimos trabajando", indicó este humorista de 47 años en una entrevista publicada por la revista The Irrawaddy, editada por periodistas birmanos exiliados en Tailandia. "Contamos con 420 voluntarios en la organización", explicó.

"Al principio tuvimos que arriesgarnos y seguir adelante por nuestra cuenta. A veces tuvimos enfrentamientos con las autoridades", señaló Zargarnar, al explicar los escollos puestos por la dictadura birmana a las tareas de asistencia.
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"Por ejemplo, nos preguntaron por qué íbamos por nuestra cuenta sin consultarlos y quisieron negociar. Nos dijeron que no podían garantizar nuestras vidas", apuntó.

Pero el trabajo de buen samaritano de Zargarnar quedó trunco a comienzos de este mes cuando la policía lo detuvo en su casa de Rangún por un periodo todavía no determinado. Las fuerzas de seguridad también incautaron su computadora con imágenes de las víctimas del ciclón y de las tareas de asistencia.

No es la primera vez que Zargarnar es detenido.

En 1988 fue detenido por hablar en defensa de estudiantes universitarios que protestaban contra la dictadura militar, vigente desde el golpe de Estado de 1962.

En agosto de ese año, la junta gobernante reprimió un levantamiento pacífico a favor de la democracia y mató a 3.000 activistas. Poco después, Zargarnar fue arrestado y pasó un año preso.

La última vez que fue apresado fue en septiembre pasado, y la causa fue llevar comestibles y bebidas a miles de monjes budistas que manifestaban en las calles de Rangún en protesta por el alza del precio de los alimentos y la opresión del Consejo de Estado para la Paz y el Desarrollo (CEPD), nombre con que se autodenomina la junta militar.

"La detención de Zargarnar muestra que al CEPD no le agrada que una red de organizaciones de la sociedad civil haya organizado una respuesta inmediata tras el ciclón", sostuvo David Scott Mathieson, consultor para Birmania de la organización de derechos humanos Human Rights Watch, con sede en Nueva York.

"La junta quiere frenar la respuesta de la sociedad civil y llevarse el crédito de las tareas de asistencia", apuntó.

Zargarnar es uno de los muchos artistas, escritores y comunicadores que encabezaron las tareas de asistencia, y, por ende, dejaron en evidencia "la respuesta inadecuada del gobierno", añadió. "El esfuerzo muestra cómo la sociedad birmana trata de trazar un camino independiente al del régimen, que sólo se representa a sí mismo y a la selecta elite empresarial".

La incansable ayuda que birmanos de a pie brindaron a los sobrevivientes del ciclón fue puesta de manifiesto por numerosos integrantes de agencias humanitarias internacionales que se apresuraron a trasladarse a ese país de Asia sudoriental tras el desastre.

"Vi a muchas personas tratando de ayudar a los damnificados a reconstruir sus viviendas. También hubo empresarios que se trasladaron hasta el delta, pese al temor de ser detenidos", relató Dean Hirsch, presidente de la organización cristiana de beneficencia World Vision International, que desde hace años trabaja en Birmania.

Hirsch, quien acaba de regresar a la capital tailandesa tras una breve estadía en ese país a las áreas devastadas por el ciclón, también alabó el trabajo de numerosos monjes en ese país mayoritariamente budista que estuvieron a la vanguardia de las tareas de asistencia.

"La respuesta de los monjes fue importante. Me sorprendió ver los vínculos que tenían en las comunidades para llevar suministros al delta", comentó a IPS. "Ellos pudieron llegar a zonas inaccesibles para funcionarios del gobierno e integrantes de organizaciones no gubernamentales internacionales".

De hecho, uno de los monjes más conocidos, convertido en símbolo de la movilización es Sitagu Sayadaw Nya Nissara, autoridad máxima de uno de los monasterios más respetados de la central división (unidad administrativa) de Sagaing, sede del budismos birmano.

Él encabezó los equipos que fueron al municipio de Bogale, una de las zonas más golpeadas, poco después del ciclón, que dejó entre 130.000 y quizá hasta 300.000 personas muertas y afectó de 2,5 millones a unas 5,5 millones más.

"Fue el monje más destacado de las tareas de asistencia. Esa comunidad religiosa desempeñó uno de los papeles más importantes, empezando por abrir sus templos del delta para ofrecer refugio a las víctimas", indicó Win Min, especialista birmano en seguridad nacional que da clases en una universidad del norte de Tailandia.

"Sus templos son las construcciones más sólidas de la zona y se mantuvieron en pie. La gente común que quería ayudar fue allí a llevar suministros para que fueran luego distribuidos", relató.

"Con seguridad, eso acercó a los monjes a la gente", añadió. "Se ganaron el corazón de la gente".

El hecho no sorprende.

La junta no sólo no logró poner en marcha la maquinaria estatal para asistir a las víctimas, sino que la dimensión afectada por el peor desastre natural ocurrido en el país y que llegó a unos 80.000 kilómetros cuadrados, superó ampliamente sus capacidades de acción.

Además, el régimen siguió imponiendo controles burocráticos a las organizaciones internacionales en las carreteras, por lo que más de un millón de personas siguen sin suministros básicos.

Los vínculos entre los monjes y la población es uno de los mayores temores del régimen birmano.

La brutal represión contra una manifestación pacífica a favor de la democracia en septiembre de 2007, encabezada por miles de monjes vistiendo su atuendo tradicional, revela el malestar existente.

Desde entonces, la junta combatió todo intento de fortalecer la dependencia creciente de la atribulada población en el clero.

Un informe de Amnistía Internacional de la semana pasada señala la estrategia empleada por la junta tras el ciclón a fin de romper la creciente dependencia de las víctimas en el clero.

Cientos de víctimas que se habían refugiado en cuatro monasterios de Bogale fueron expulsadas por fuerzas del régimen, informó la organización internacional de derechos humanos con sede en Londres.

"El CEPD no quiere que los monjes tengan vínculos estrechos con la población", indicó Win Min. "La relación es vista como una amenaza para el régimen militar".

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