Miles de residentes extranjeros en Sudáfrica buscan refugio en estaciones de policía, iglesias, centros comunitarios y campamentos instalados por los servicios municipales de esta ciudad del sudoeste.
Hasta el 28 de este mes, Ciudad del Cabo recibió a 18.861 personas huyendo de ataques xenófobos que destruyeron hogares y saquearon comercios de inmigrantes en muchos de los barrios más pobres.
No obstante, algunos extranjeros, incluso en las municipalidades más afectadas, no desean abandonar sus hogares y están determinados a quedarse.
Por lo menos 42 personas fueron asesinadas en la central provincia de Gauteng, donde una ola de violencia similar contra los forasteros comenzó el 12 de este mes, antes de expandirse a las orientales Mpumalanga y KwaZulu-Natal.
La policía de Ciudad del Cabo dijo no tener registros propios de muertes vinculadas con la xenofobia desde que comenzaron los ataques, pero los refugiados aseguran haber visto numerosos cadáveres.
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"Tendrán que dispararme antes de que me vaya", dijo Lukas Mwashekele, con fuego en su mirada. Él inmigró desde Namibia hace 15 años, y ahora es ciudadano sudafricano. Vive en el municipio de Du Noon, donde la violencia xenófoba estalló el 22 de este mes, y dirige un exitoso negocio en el sector de la construcción y una taberna en este barrio donde predomina la etnia xhosa.
La mayoría de los comercios de Du Noon ahora están vacíos, y en las calles hay desparramadas evidencias de los saqueos: sofás a los que les quitaron el tapizado, vestimenta desechada, puertas rotas y otros escombros.
Mwashekele opinó que en 2001 fue aun peor. "La última vez que fuimos evacuados como resultado de la violencia contra los extranjeros perdí todo. Eso no ocurrirá de nuevo", dijo.
En enero de 2001, pocos días después del Año Nuevo, Du Noon fue escenario de una ola de violencia xenófoba tras propagarse una pelea entre algunos habitantes e inmigrantes. Cientos de personas fueron evacuadas, entre ellas Mwashekele y su familia. Pasaron seis meses en tiendas de campaña antes de regresar al municipio.
Aunque Mwashekele respaldó la decisión de abandonar el lugar en 2001, también la lamenta. "Luego que nos fuimos, los habitantes locales comenzaron a saquear nuestros hogares, además de mi empresa de construcción y la taberna. La policía no hizo nada para proteger las casas y las pertenencias de los evacuados", señaló.
"También perdí materiales, equipamiento y existencias por alrededor de 250.000 rand (unos 33.000 dólares). Los matones incluso se llevaron las cortinas", recordó.
"Así que, aunque sobrevivimos, fue terriblemente difícil reconstruir nuestras vidas. Pero la historia no se repetirá. (Si esto vuelve a ocurrir) nos defenderemos, y los vecinos son conscientes de eso. Hasta ahora, nadie intentó entrar a mi hogar", agregó.
La situación en Du Noon es manejable pese a los habituales brotes de saqueos y violencia contra los pocos extranjeros que permanecen en el lugar, señaló Mwashekele.
"Tenemos la sensación de que la gente nos mira de modo extraño. Tampoco nos hablan. Saben que somos extranjeros porque no tenemos fluidez al hablar el idioma local, el xhosa. Así es como reconocen a los forasteros en primer lugar, probando sus habilidades de xhosa", relató.
La mayoría de sus empleados huyeron de Du Noon, temiendo por sus vidas. "Esto significa que no puedo ganar dinero, pese a que tengo unos pocos puestos en la construcción que tienen que ser cubiertos. Mi taberna también está tranquila. No muchos habitantes del lugar parecen estar ansiosos por venir aquí, y la mayoría de los extranjeros se fueron", añadió, parado tras la barra de Queens, su taberna.
Según Mwashekele, es difícil que los inmigrantes encuentren trabajo en Du Noon. No sólo porque no poseen los documentos correctos, sino porque los sudafricanos se niegan a contratarlos. Es por esto que él inició su propio negocio.
"Nosotros no robamos trabajos, como a menudo se dice. Creamos los nuestros, simplemente porque sabemos cuán difícil es ganarse la vida aquí. Los habitantes del lugar no contratan a extranjeros porque no les gustamos", dijo.
En Du Noon la vida es complicada para todos, también por el hecho de que ahora casi todos los comercios han sido saqueados, y la población debe ir a Table View, a 15 minutos en automóvil, para comprar elementos básicos como alimentos o jabón.
Las ventanas de la mayoría de los negocios locales fueron destrozadas, algunas quemadas y vandalizadas y las calles y el pavimento quedaron llenos de mercaderías desechadas.
"Muy pocos comercios aquí eran propiedad de somalíes y chinos, pero todos ellos fueron perseguidos y sus negocios fueron saqueados, quedando vacíos. Lo que me indigna es que los sudafricanos que viven aquí se quejan de esto. No parecen comprender que esto es consecuencia de sus propias acciones", planteó Mwashekele.
Él dijo no temer las consecuencias de quedarse en Du Noon, donde a los residentes extranjeros sus enemigos les dieron plazo hasta el 10 de junio para irse.
Mwashekele oyó que los extranjeros en toda el área recibieron cartas anónimas ordenándoles que partieran justo antes de comenzar la violencia, aunque él no fue uno de ellos.
Él no sabe quién está detrás de la campaña. Pero "es seguro que procede de la comunidad. No tenemos idea de cuántas personas quieren que nos vayamos y con cuánto apoyo cuenta esta campaña en la comunidad", expresó.
Pocos días antes de dialogar con Mwashekele, IPS conversó con un residente de Du Noon que se identificó apenas como Elías. "Estos extranjeros roban nuestros trabajos y traen drogas al barrio", dijo, observando a tres oficiales de policía que ayudaban a mujeres y niños a subirse a una camioneta para evacuar la zona.
Otros 25 oficiales armados controlaron de cerca de la multitud que se había reunido para presenciar el operativo.
Cuando la camioneta arrancó, la multitud comenzó a gritar y a blandir sus puños en el aire. Elías se les unió, mostrándoles su dedo del medio. Luego volvió la calma, a medida que la gente se dispersó.
"Les damos hasta el 10 de junio para irse. Luego de eso, no queremos ver un solo extranjero en Du Noon. Aquellos que se queden tendrán que afrontar las consecuencias", dijo Elías.
Al preguntársele si se refería a matar a los extranjeros que se quedaran, Elías se encogió de hombros y dijo: "No queremos matar a los extranjeros. Ellos son nuestros hermanos. Pero deben comprender que tienen que irse. Tenemos que limpiar nuestro vecindario".