Algunos parecen haberlo olvidado, pero mucha gente lo recuerda con dolor, porque hay heridas que nunca cierran: hace apenas treinta años ser homosexual, en Cuba, podía ser motivo suficiente para merecer el castigo de la interrupción de los estudios universitarios o para ser expulsado de un centro de trabajo en el cual las personas se relacionaran con «el público». Unos años antes, decenas de homosexuales habían sido recluidos en campos de trabajo «reeducativo». Demasiadas y siempre sórdidas son las historias (y las heridas) que aquella política discriminatoria, sustentada en una vieja tradición machista y en las exigencias de la nueva ortodoxia socialista, dejó en la sociedad y la vida cubanas, escribe Leonardo Padura Fuentes, novelista y periodista cubano.
Pero resulta que ahora, en varias ciudades de la isla, acaba de celebrarse una jornada nacional por el Día Internacional contra la Homofobia, una especie de encuentro del orgullo gay, que incluyó conferencias, shows de transformistas (travestis), presentaciones de libros, películas, obras de teatro y… el creciente comentario de venideros cambios legales y constitucionales que abrirán los todavía estrechos senderos hacia las operaciones de cambio de sexo y permitirían a las parejas homosexuales tener matrimonios civiles y hasta la posibilidad de adoptar niños, algo muy poco común en Cuba, incluso para las parejas heterosexuales.