Las heridas de la comunidad de taladores de la costa noroccidental de Estados Unidos todavía duelen, 18 años después de que medidas para proteger a un ave amenazada de extinción devastaron su industria.
"Todas nuestras instituciones públicas antes apoyadas por esta actividad económica comenzaron a desmoronarse", dijo John Calhoun, director del Centro de Recursos Olímpicos Nacionales.
Esta institución, creada por la legislatura del estado de Washington, reúne a organizaciones industriales, ambientales, gubernamentales y nativas para forjar políticas forestales y marinas sustentables.
"Fue devastador no sólo económica, sino filosóficamente. La gente se deprimió pues el mundo se le daba vuelta por razones que no podían comprender o con las que no podían coincidir", declaró Calhoun a IPS.
La ruina de los taladores sobrevino porque el búho moteado del norte (Strix occidentalis caurina), para reproducirse exitosamente y recolectar suficientes alimentos, requiere una enorme superficie del ecosistema único creado por los bosques originarios.
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La población de esas aves se redujo a tal punto que, en 1990, el Servicio de Pesca y Vida Silvestre de Estados Unidos lo declaró especie amenazada. La medida impidió la venta de madera extraída en terrenos fiscales e impactó seriamente en la economía local, que aún hoy no se ha recuperado.
"Hay momentos en que la comunidad local siente que sus preocupaciones son ignoradas, evitadas o incomprendidas", dijo Rod Fleck, abogado y planificador de la ciudad de Forks, otrora apodada "capital mundial de la tala".
"Mientras los políticos tomaban sus decisiones, la comunidad debió hacer frente a las consecuencias", agregó. Esa localidad se ubica cerca de la costa, sobre el extremo noroccidental del estado de Washington.
"La tala tuvo cierto atractivo", evocó Ted Spoelstra, de 89 años, quien comenzó a trabajar en la industria en los años 40.
Pero "hubo mucha presión ambiental del Departamento de Recursos Naturales, que lanzó esta cuestión del búho moteado. Ellos creían que el bosque originario era sagrado", se lamentó.
La decisión restringió la tala permitida en el Bosque Olímpico Nacional. El desempleo en Forks se disparó a casi 20 por ciento en 1991.
Apenas 4,5 por ciento de los empleos en el condado de Clallam, donde se encuentra Forks, se relacionan con la actividad forestal, según la Asociación de Protección Forestal de Washington.
Frustrados taladores suelen ver cómo muchos árboles se mueren e incluso caen sin poder cortarlos, porque eso es ilegal.
"Estoy amargado", expresó Lawrence Gaydeski, quien trabajó en la industria de la madera y fue jefe de policía del condado de Clallam, junto a la costa de Washington.
"La madera es un cultivo. Es como si usted fuera a Iowa y le dijera: 'Usted no puede cortar el maíz este año. Tenemos que mantenerlo para que la gente lo mire'", ejemplificó.
Calhoun comprende su situación. "Los bosques más antiguos maduran y los árboles mueren, y si uno se pregunta para qué le sirve eso a la gente, suena como un desperdicio. Entiendo la posición de los taladores. Son tan prácticos que creen que es inmoral", añadió.
Sin embargo, explicó, "el manejo comercial de los bosques tiende a simplificar su estructura, y así desaparece la base de hábitat de ciertas especies vegetales o animales".
De hecho, todavía persiste la preocupación por la supervivencia del búho moteado. Según el Departamento de Pesca y Vida Silvestre de Washington, esta ave muestra una continuada tendencia a la baja en todas las áreas del estado. Su población disminuye 10 por ciento anualmente.
El Departamento atribuye esta reducción a la pérdida de los bosques ubicados en tierras públicas y privadas no protegidas.
El búho moteado también afronta la competencia del búho listado (Strix varia), especie foránea que se trasladó del oriente al occidente norteamericano por los cambios de hábitat en su territorio de origen.
Circulan otras teorías. "Los bosques originarios no tienen nada que ver con él. El búho no se está muriendo a causa de los taladores", aseguró Bill Pickell, gerente retirado de la Asociación de Taladores por Contrato de Washington.
Pickell dirigió en 1990 una campaña para que los taladores de la península olímpica fueran listados como especie amenazada, en medio del fragor de las guerras por la madera.
"Era una campaña irónica, pero creo que nos hicimos entender", dijo. En última instancia, las autoridades federales rechazaron el pedido alegando que el Homo sapiens no está incluido en la Ley de Especies Amenazadas.
Un boceto de plan de recuperación para el búho, difundido por el Servicio de Pesca y Vida Silvestre a fines de abril, establece que las especies podrían ser rejuvenecidas en los próximos 30 años a un costo de unos 198 millones de dólares.
El plan final debe ser plenamente implementado con la participación de estados, agencias federales, tribus nativas, propietarios de tierras y público, según el boceto.
El proyecto crea una red de áreas de conservación de búhos en tierra federal en Washington, Oregon y California.
El informe confirmó que la competencia por alimentos y hábitat por parte de los búhos listados sigue siendo la principal amenaza para la recuperación del búho moteado.
Mientras, la vida continúa cerca de la costa. Aunque los números no lo apoyan, Fleck cree que un tercio de los puestos laborales en Forks están directa o indirectamente involucrados en la industria maderera.
"Esta comunidad atravesó un periodo duro y salió manteniendo su sentido de los valores y sabiendo quién es. Todavía recaudó 70.000 dólares para su concesión de becas, y eso es muy impresionante", dijo.