SALUD-TANZANIA: Cuando ser madre puede costar la vida

Los médicos del hospital de la capital de Tanzania que atendieron el nacimiento del primer hijo de Tatu Shabani Tumbo le diagnosticaron al bebé un grave cuadro de anemia. Murió antes de aprender a caminar.

La muerte súbita del segundo hijo de Tumbo, a un año de edad, no pudo ser explicada por los médicos. La mujer intentó quedar embarazada por tercera vez, peso sin éxito en ese primer intento.

"Es muy doloroso perder un bebé detrás del otro. Pero quería tener hijos. Los médicos dijeron que mis trompas de Falopio eran demasiado estrechas y me dieron medicamentos", señaló la mujer, una trabajadora social en el hospital Muhimbili, el principal de la capital, Dar Es Salaam.

Tumbo tiene su propia teoría. "Creo que una bruja vecina los mató e impidió que volviera a quedar embarazada. Me cambié de casa", relató. La receta dio resultado. Ahora está criando a cuatro saludables adolescentes.

A fines de este mes las autoridades sanitarias de Tanzania anunciaron nuevas medidas para incrementar las posibilidades de supervivencia de los recién nacidos y de sus madres.

Durante los últimos años el país realizó algunos avances en esta materia. Las últimas estadísticas muestran que en 2005 la mortalidad infantil cayó 24 por ciento respecto del nivel de 15 años atrás.

Sin embargo, alrededor de 147.000 niños todavía mueren en Tanzania antes de cumplir los cinco años. Un tercio de ellos, durante las primeras horas, semanas o meses de vida. La tasa de mortalidad infantil es ya de 112 por cada 1.000 nacidos vivos.

Al mismo tiempo, en este país ser madre es una experiencia riesgosa para las mujeres, quienes tienen, en promedio, seis hijos.

En 2000, alrededor de 1.500 mujeres murieron durante el embarazo, el parto o en el puerperio por cada 100.000 bebés nacidos vivos, según datos del Banco Mundial. Fue un grave retroceso respecto de la situación existente 10 años atrás, cuando la mortalidad materna era de 770 por cada 100.000 nacidos vivos.

Un estudio de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), basado en estadísticas de 2000, estableció que el promedio mundial de mortalidad materna era de 400 por cada 100.000 bebés nacidos vivos, aunque se reducía a apenas 20 en los países ricos.

"Uno de los momentos más peligrosos en la vida de una mujer es el día en que da a luz", dijo el primer ministro de Noruega, Jens Stoltenberg, durante una visita de tres días a Tanzania este mes, durante la cual lanzó una campaña internacional para ayudar a las naciones pobres a lograr los Objetivos de Desarrollo para el Milenio, aprobados en 2000 en la ONU.

Entre las ocho grandes metas que los gobiernos se comprometieron alcanzar se cuentan, entre otras, reducir para 2015 a la mitad el porcentaje de indigentes, hambrientos y analfabetos que había en 1990.

Otro de los Objetivos es abatir la mortalidad de los niños menores de cinco años en dos tercios y la materna en 75 por ciento, además de garantizar el acceso universal a servicios de salud reproductiva.

El presidente de Tanzania, Jakaya Kikwete, se comprometió a dedicar 15 por ciento del presupuesto de salud para la implementación de una nueva estrategia nacional apuntada a incrementar las posibilidades de supervivencia de las parturientas y sus bebés.

Son varias las causas que ponen en riesgo de muerte a las madres y a sus hijos recién nacidos en Tanzania.

Un tercio de los 38 millones de tanzanos viven con menos de un dólar al día y la tasa de infección con el virus de inmunodeficiencia humana (VIH), que causa el sida, es de 6,5 por ciento entre la población adulta.

La escasez de agua potable, inadecuadas instalaciones sanitarias y una dieta deficiente llevan a la enfermedad y la muerte.

La diarrea y la neumonía, ambas prevenibles, son la principal causa de la mortalidad infantil. Las mujeres que dan a luz son víctimas principalmente del paludismo, la anemia y el sida (síndrome de inmunodeficiencia adquirida). Los abortos ilegales también provocan muchas muertes.

Como en muchos países de África, en Tanzania se prefieren métodos ancestrales en lugar de la medicina occidental.

Los profesionales calificados asisten menos de la mitad de los partos. Esto es un problema grave en las regiones más remotas, donde las posibles complicaciones son difíciles de atender a causa de las largas distancias de los centros de salud y los insuficientes medios de transporte.

La atención en los hospitales públicos también es muy deficiente: frecuentemente carecen de medicamentos y equipos adecuados. La ausencia de profesionales capacitados se traduce en que sólo hay un médico por cada 20.000 habitantes. En Gran Bretaña hay uno cada 440.

Los expertos afirman que la prevención y medidas de atención primaria de la salud de bajo costo son la clave para aumentar la tasa de supervivencia. Vacunas y la distribución de suplementos vitamínicos pueden lograr que los bebés crezcan saludables.

"Tener un hijo es riesgoso, pero esos riesgos no nos importan", afirmó Tumbo. "Forma parte de nuestra cultura".

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