CHINA: El patrimonio caricaturizado

A medida que las celebraciones por el Año Nuevo se apagan en China, muchos miran con cautela los esfuerzos gubernamentales por revivir la cultura tradicional a través de exposiciones en antiguos templos y censuradas exhibiciones de religión popular.

Recientes cambios en el calendario de feriados públicos de China, que favorecen los festivales tradicionales a expensas de fechas revolucionarias de la era comunista, han permitido que la gente tenga más tiempo para disfrutar de las festividades populares, otrora olvidadas o incluso prohibidas.

Pero pese a una concurrencia récord en los grandes templos y parques, las celebraciones del festival de primavera o Año Nuevo han sido acusadas de ser poco sofisticadas y carentes de contenido.

"Cualquier parecido con los elaborados sacrificios imperiales del pasado para el cielo y la tierra se perdió en estas interpretaciones caricaturescas de grupos artísticos mal entrenados que viajan desde las provincias", escribió en el diario Beijing News el columnista Zhang Min sobre sus experiencias en el capitalino Templo de la Tierra.

Las exquisitas obras de artesanos que otrora adornaban los puestos de las ferias de templos de Beijing —máscaras de ópera, estatuillas hechas de masa pintada que evocaban figuras legendarias, barriletes y ropas bordadas—, ahora han sido reemplazadas por "baratijas producidas a escala masiva", se quejó Zhang.

El desencanto fue compartido por ciudadanos chinos que vivieron las celebraciones de los festivales tradicionales de su país en el exterior.

"Las celebraciones del Año Nuevo chino en Londres se sienten más espontáneas y fieles a los orígenes del festival que lo que vemos ahora en Beijing", dijo Kevin Liao, quien administra una consultora china para firmas británicas en Londres.

"No hay templos, pero el festival consiste en estar todos juntos, y todos pueden participar. Las multitudes que siguen las danzas del león y del dragón son grandes y alegres. En Beijing uno se siente sólo parte de la audiencia, y ya sea que le gusten o no las actuaciones tiene que pagar por ellas, porque ahora todos estos templos cobran entrada", agregó.

Una amarga sensación de nostalgia se apodera de quien recuerda cómo eran los viejos festivales populares de Beijing. Como parte intrínseca de la rica cultura de la ciudad, las ferias en los templos gozaban de una enorme popularidad entre ancianos y jóvenes.

"Beijing era una ciudad gris. Las casas eran grises, las paredes también, y en medio del invierno uno de repente tenía este estallido de color y el ruido de los fuegos artificiales", recordó Liu Ziwei, una profesora retirada de la Universidad Normal de Beijing.

Los niños se vestían de rojo para ahuyentar a los malos espíritus y seguían a sus padres a las ferias anticipando una mezcla sin par de olores y sonidos. Una sucesión de actores, cuentistas y acróbatas ambulantes, así como forzudos practicantes del Qigong (conjunto de técnicas tradicionales de respiración y ejercicio corporal también conocido como Chi-Kung), se disputaban la atención de la gente en cada esquina.

En el predio del templo, los puestos vendían manzanas acarameladas, caldos humeantes, fideos condimentados, brochettes de cordero a las brasas y gachas de frijoles.

Al ser la comida una parte importante del disfrute del festival, este año fue también decepcionante. "El famoso 'xioachi' de Beijing, un refrigerio tradicional, fue preparado en cubos enormes y servido a personas que hacían fila con recipientes de plástico. La imagen no era diferente de la de los días de gran hambruna en China", sostuvo Zhang.

Paradójicamente, esto ocurre en un momento en que el gobierno, otrora concentrado casi enteramente en el desarrollo económico, despierta ante los valores de las muy abandonadas tradiciones festivas de China.

El líder comunista chino Mao Zedong (1893-1976) había intentado eliminar muchas celebraciones tradicionales ordenando la destrucción de sitios religiosos e ilegalizando las costumbres populares. Esta medida abarcó a todo lo "viejo", desde los matrimonios hasta los funerales, pasando por la medicina y la música populares.

Pero a medida que la ideología comunista fue perdiendo su influencia en la sociedad contemporánea, los dirigentes chinos que le sucedieron intentaron llenar el vacío con apelaciones nacionalistas para que la gente se enorgulleciera de los 5.000 años de historia y cultura de su país.

El gobierno decidió reducir a un día laborable el feriado del 1 de Mayo y agregar tres fiestas tradicionales chinas como feriado de una jornada. Esto ocurrió luego de un incidente que cayó mal en el país.

En 2005, China vio cómo una de sus fiestas más preciadas, el Festival del Bote del Dragón, que se celebra en junio, era nominada y luego efectivamente listada como patrimonio cultural intangible de la vecina Corea del Sur por parte de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).

El listado creó rencor entre eruditos y funcionarios chinos, que acusaron a Corea del Sur de invadir descaradamente el patrimonio cultural de China.

Desde ese episodio, los surcoreanos se esforzaron por conseguir que su ceremonia ritual en homenaje al filósofo chino Confucio también fuera incluida en la lista de patrimonio cultural, y al parecer ya tienen pronta una postulación a la lista de una "medicina tradicional coreana" que China se la atribuye.

Otros países también lograron reclamar partes de patrimonio cultural intangible que Beijing considera suyas. Vietnam tuvo éxito en listar la música de la corte real ("yayue", en China) como su forma cultural única, mientras que Camboya reclamó para sí las famosas sombras chinescas.

"No es suficiente hablar sólo de integridad territorial. China necesita salvaguardar su soberanía cultural también", opinó el erudito en literatura Bai Gengsheng.

"A diferencia de la cultura material, que es rastreable, el patrimonio cultural intangible puede ser muy polémico. Debemos diseñar estrategias para preservar el patrimonio de China para que no se pierda a manos de otros países", agregó.

Sin embargo, la manera de hacer avanzar la preservación cultural es muy debatida. Zhang cree que, a lo largo de la modernidad de China, el gobierno simplemente no dejó lugar para que exista la cultura tradicional, eligiendo en cambio exhibirla artificialmente en ocasiones especiales.

"Durante más de 100 años, los refrigerios tradicionales de Beijing fueron hechos a mano en pequeños comercios, pero hoy en día esos negocios son considerados antiestéticos y se les ordena o bien cerrar o bien pagar altos precios", dijo Zhang.

"Naturalmente, cuando son producidos por máquinas en una fábrica, estos tentempiés son sólo malas imitaciones de los reales", añadió.

También hubo pedidos de que el gobierno regresara al "derecho de interpretación" de los festivales tradicionales para el público. "El patriotismo no es un gran sustituto para tener una celebración tradicional significativa", escribió el académico Zhou Yun en el Beijing Youth Daily.

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