Un oso polar está en el medio del desierto del Sahara. Y no es un espejismo. Bajo la cabeza del animal se puede ver el rostro de un actor inuit, que usa la piel para una sátira.
Artcirq, un circo colectivo inuit, viajó desde el Ártico hasta África para el Festival en el Desierto, realizado en la septentrional localidad de Essakane, en Malí, los días 10, 11 y 12 de este mes.
Se trata del concierto más grande del país, y probablemente el más remoto del mundo. Organizado en las dunas del Sahara, al norte de Timbuktu, atrae a personas de todas partes a la mitad de la nada para una mezcla de música y celebración de la cultura.
El festival ya va por su octavo año y crece en popularidad gracias al boca a boca y a la cobertura de los medios. Este año la revista Vogue utilizó el acontecimiento como escenario para una de sus producciones fotográficas de moda. Bono, el líder del grupo irlandés U2 y activista por los derechos humanos, también consideró asistir.
El concierto de tres días atrajo a miles de fanáticos de la música de todo el mundo, así como del propio Malí. Algunos habitantes del lugar recibieron un descuento y muchos ingresaron gratuitamente.
El acontecimiento comenzó como una muestra de la música de Malí, pero se expandió para promover la cultura tamasheq e incluir a otros artistas africanos e internacionales.
El actual objetivo del Festival en el Desierto es "el contacto y las relaciones humanas", señaló su director, Manny Ansar.
Artcirq fue creado en 1998 en respuesta al problema de los suicidios en la pequeña comunidad insular canadiense de Igloolik. El grupo usa cultura tradicional, artes circenses y videografía para potenciar a los jóvenes, así como conectar artistas desde el Ártico hasta el resto del mundo.
Este festival coincide con una celebración que se realiza en su pueblo natal, que señala el regreso del sol tras dos meses de oscuridad.
Cuando Artcirq se fue de Igloolik, la temperatura era de 60 grados bajo cero. "Tuvimos que tomar siete aviones para venir aquí. Y dentro de una hora estaremos montando camellos", relató a IPS Guillaume Saladin, cofundador del grupo.
Pese al drástico cambio de clima, los artistas de Artcirq ven muchas similitudes entre la vida en el Ártico y la vida en el Sahara, entre ellas un ritmo más lento, el escuchar a la tierra, y la colisión entre la vida tradicional y la moderna.
Saladin es un hombre blanco franco-canadiense de 35 años, procedente de una familia de antropólogos, que creció en Igloolik. Tras pasar por la universidad se fue para unirse al circo y luego regresó a Igloolik para dar clases de acrobacia.
Espera que el éxito internacional del grupo inspire a los jóvenes de Igloolik. "Estamos abriendo las puertas para mostrar que todo es posible. Estamos construyendo sueños", dijo.
Para Artcirq, viajar a Timbuktu fue un sueño hecho realidad para Saladin, según explicó.
"Estar aquí es como estar en una caja de arena gigante", dijo a IPS Jacky Qrunnut, de Artcirq. Este acróbata y técnico de 22 años declaró que el viaje fue el intercambio cultural de su vida.
Los miembros de la compañía explicaron en una conferencia de prensa que los medios representaban mal a los inuit. En su infancia, los artistas veían a actores chinos y de comunidades nativas estadounidenses, llamadas esquimales, contando sus historias.
"Nunca nos llamamos a nosotros mismos esquimales, sino inuit", explicó Sylvia Cloutier, de 31 años, una cantante que integra el grupo.
Pese a la aclaración, quien anunció el festival presentó a la compañía como esquimales —que define a alguien que come carne cruda—, mientras que inuit significa persona.
Con la esperanza de romper los estereotipos, Artcirq exhibió en el festival la película "The Fast Runner" ("El corredor veloz"). El aclamado filme, sobre la vida en el Ártico, congregó a una multitud en las dunas del Sahara.