Cientos de miles de iraquíes expulsados de su país por la guerra se ven obligados a elegir entre una prisión en el extranjero y las seguras amenazas de muerte que conllevan el retorno.
Más de dos millones de los 25 millones de personas que vivían en Iraq en marzo de 2003, cuando una coalición militar encabezada por Estados Unidos invadió el país, se refugiaron en los países vecinos.
Pero solo unos pocos lograron ser reconocidos como refugiados en los países que los acogieron. La mayoría de quienes huyeron a Egipto, Jordania, Líbano, Siria, entre otras naciones, residen allí ilegalmente y corren riesgo de ser deportados o encarcelados.
"Deportar a un refugiado iraquí es condenarlo a muerte", dijo a IPS en Bagdad el periodista Ali Jassim, que acaba de ser expulsado desde Líbano. "Las autoridades libanesas aplican a los iraquíes las normas de inmigración que a otros. Es decir que, en su mayoría, serán deportados."
Las autoridades libanesas detienen a refugiados iraquíes sin visa válida y los dejan en prisión por tiempo indeterminado para obligarlos a regresar a Iraq, según un informe de la organización de derechos humanos Human Rights Watch titulado "Pudrirse aquí o morir allá: Funestas opciones para los refugiados iraquíes en Líbano".
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"Los refugiados iraquíes de Líbano viven con el permanente temor al arresto", dijo Bill Frelick, director de políticas para refugiados de esa organización con sede en Nueva York.
"Los refugiados detenidos afrontan la disyuntiva de pudrirse en la cárcel por tiempo indefinido o acceder a regresar a Iraq y enfrentarse con los peligros locales", explicó.
Al menos unos 40.000 refugiados iraquíes viven en Líbano, según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur).
Los malos tratos de las autoridades en Beirut llevaron a muchos iraquíes a dirigirse a Siria, pero eso ya no es posible. Desde el 1 de octubre, Damasco les exige visa para ingresar.
Pero los que llegaron antes tampoco la están pasando bien.
Un tercio de los adultos iraquíes en Siria se saltean una comida diaria para poder alimentar a sus hijos, informó el Programa Mundial de Alimentos a comienzos de este mes. Casi 60 por ciento de los refugiados se quejan del precio y el escaso valor nutritivo de los alimentos, según funcionarios de esa agencia.
"Mi hermano, de 55 años, está detenido en Líbano", dijo a IPS Zahra Naji, maestra en una escuela de Bagdad. "Si acepta regresar lo dejarán libre, pero acá puede morir pues hombres armados siguen viniendo a buscarlo a nuestra casa porque integró el Partido Ba'ath, antes de la ocupación de Estados Unidos."
El ex presidente iraquí Saddam Hussein (1979-2003), ejecutado en diciembre pasado, pertenecía a ese partido laico y secular.
En territorio jordano viven al menos unos 750.000 refugiados iraquíes, la mayoría sin permiso de las autoridades, según Acnur.
Para tramitarlo es preciso depositar más de 100.000 dólares o conseguir un empleo en el Estado. Los permisos de residencia completa son escasos y ahora son pocos los iraquíes que pueden ingresar a ese país.
Muchos fueron deportados de Jordania por las más diversas razones.
"Es verdad que los funcionarios de migraciones dejaron de deportar residentes iraquíes ilegales cuando no representan una amenaza para Jordania, pero por cualquier razón mínima pueden ser expulsados", indicó Omar Ahmed Saleem, un estudiante de 28 años que vivió esa experiencia.
"Me peleé con unos jordanos por un partido de fútbol y la policía decidió que debía ser deportado", relató.
Omar contó que no podía regresar a su hogar familiar en Bagdad, por lo que se instaló en la vivienda de un amigo en otro barrio de la capital. "Mi nombre de pila es sunita. Volver a casa es como cavarme la fosa, porque las milicias chiitas siguen activas en mi barrio", explicó.
Decenas de miles de sunitas fueron asesinados sólo por tener nombres como Omar, Bakr, Othman, entre otros. Eso los convierte en blanco fácil de milicias chiitas como la Organización Badr, perteneciente al Consejo Supremo para la Revolución Islámica en Iraq, y el Ejército Mehdi, que lidera el clérigo Muqtada Sadr.
"Los funcionarios jordanos de migraciones a veces preguntan a los refugiados iraquíes a dónde prefieren ir, si a Siria o a Iraq", dijo a IPS en Bagdad Sammy Hamid, camarógrafo expulsado hace poco de Jordania.
"Trabajaba como taxista y sabía que me deportarían si me encontraban, pero no pude conseguir otro empleo. Las nuevas normas de visado me convencieron de regresar aquí y probar suerte", relató.
Sammy puede ser detenido porque está acusado de revelar secretos de Estado cuando ejercía el periodismo de forma independiente. Ahora se ve obligado a vivir lejos de su casa.
Pero muchos aún corren graves riesgos de vida.
"Millones de iraquíes sufren las consecuencias de la ocupación estadounidense. Quisiéramos que nuestros hermanos árabes piensen dos veces antes de expulsar a un refugiado", dijo a IPS Ammar Shakir, activista de derechos humanos de Bagdad.
"No importa el delito que haya cometido un refugiado iraquí. El castigo no puede ser una deportación que ponga en peligro su vida", remarcó.
Más de 2,5 millones de iraquíes resultaron desplazados de sus hogares y la misma cantidad debió abandonar el país, según Acnur.