Activistas de derechos humanos combaten una ofensiva montada en Corea del Sur contra los inmigrantes indocumentados, que se concentra en los procedentes de Asia meridional y sudoriental sin afectar mucho a los de Occidente.
Muchos trabajadores extranjeros de otras naciones asiáticas están molestos porque los occidentales, en especial los naturales de países anglohablantes o con fuerte tradición en la enseñanza del inglés, se benefician de un mejor estatus, señalaron.
"Creo que atacar a quienes explotan a los inmigrantes está bien, pero eso puede ser problemática si se deja de lado a los 'inmigrantes blancos'", señaló Bonojit Hussain, integrante de la asociación Estudiantes Progresistas de India, graduado en la surcoreana Universidad de Song Kong Hoe.
Los progresistas que gobernaron durante más de un decenio y perdieron esta semana la presidencia a manos del conservador Lee Myung-Bak, han procurado subrayar la "difícil situación" de los trabajadores inmigrantes y presionan por reformas.
Pero también han minimizado la discriminación de los extranjeros sobre la base de raza, clase y nacionalidad, en especial en lo que concierne a los de países ricos y occidentales que enseñan inglés.
Además, el discurso popular en materia de migraciones está cada vez más politizado, y la palabra "inmigrante" suele evocar sentimientos negativos.
"Si se introduce el elemento de clase —no la que la persona tenía en su país de origen sino el que tiene en Corea del Sur, blanco, negro, amarillo o lo que sea—, se puede decir que hay 'inmigrantes de clase trabajadora' e 'inmigrantes de elite'", explicó Hussain.
"Existe una diferencia: todos los inmigrantes blancos pertenecen a la elite", apuntó.
El servicio de migraciones otorgó 29.263 visas E-2 (de enseñanza) en 2006 a trabajadores extranjeros, la mayoría de Australia, Canadá y Estados Unidos. La cifra sería mucho mayor si se tuvieran en cuenta los extranjeros que enseñan inglés y que trabajan de forma ilegal en este país.
Corea del Sur gasta más dinero por habitante en enseñar inglés que ningún otro país del mundo, según una reciente investigación del gobierno canadiense.
Actualmente destina 4.600 millones de dólares a la enseñanza de ese idioma en el extranjero y entre 2.000 millones y 4.000 millones en el ámbito local.
Hay unos 350.000 trabajadores inmigrantes, alrededor de 1,5 por ciento de la población activa, en este país de 20 millones de habitantes, según la organización de derechos humanos Amnistía Internacional.
La mayoría de los inmigrantes de Asia meridional procede de Bangladesh, Sri Lanka y Pakistán. En tanto los de Asia sudoriental, de Birmania, Filipinas e Indonesia.
Hay factores históricos como el colonialismo, la producción de conocimiento y la hegemonía que hicieron que los extranjeros blancos no recibieran la etiqueta de "trabajador inmigrante".
"Hasta a mí, me tildan los coreanos de trabajador inmigrante", señaló Nur Kholis, director de la Comisión Nacional de Derechos Humanos de Indonesia y graduado en la surcoreana Universidad Sung Kong Hoe.
La lealtad histórica de Corea del Sur con Estados Unidos y su adopción del capitalismo y la ideología minjok son los principales responsables de muchos de los sentimientos racistas hacia los naturales de Asia sudoriental y meridional, arguyó Kholis.
La ideología minjok es un nacionalismo cuyo fundamento es "una raza, una línea de sangre".
"La actual situación obedece a que la economía coreana es fuerte. ¿Quién la hizo así? Estados Unidos", destacó Kholis, en un inglés poco fluido. "No es justo. Los surcoreanos tratan de aprender de los blancos, pero le dicen a los que viene de países pobres, 'tú no puedes enseñarnos nada'."
Kholis se apresuró a aclarar que su postura era "contra el sistema de Corea del Sur, no contra su población". Si Indonesia experimentara un rápido crecimiento económico similar, los indonesios con seguridad tendrían actitudes y prejuicios parecidos, explicó.
Por su parte, la integrante de Abogados por Derechos Humanos y Desarrollo de Sri Lanka, Nilani Manthrinayake, especializada en inmigrantes srilankeses, concordó con Kholis en que la raza y la clase social son variables importantes del problema.
"Creo que el gobierno surcoreano se quiere deshacer de todos los inmigrantes" indocumentados, sostuvo Manthrinayake.
"Hay muchas razones para ello, pero sobre todo porque si se casan con ciudadanos se convierten en residentes permanentes. Es no un problema cuando se trata de estadounidenses, pero sí cuando son de otro origen", explicó.
El gobierno firmó numerosos acuerdos con varios países de emigrantes mediante los cuales se legaliza la mano de obra barata en Corea del Sur, apuntó.
En ese sentido, las naciones pobres también tratan de resolver sus problemas internos mediante la exportación de trabajadores a las naciones ricas, con la esperanza de recibir remesas provechosas.
En los últimos años, cada vez más trabajadores srilankeses prefirieron emigrar a Corea de Sur, y no a destinos más populares como Arabia Saudita con la esperanza de obtener mejores salarios.
"El sueldo mensual básico de un inmigrante en Corea del Sur es de unos 800 dólares", indicó Manthrinayake. "En comparación con lo que ganan en Sri Lanka, eso es mucho dinero. También es una gran suma comparado con Medio Oriente".
"Para los srilankeses es mucho dinero", remarcó.
Hussain, del sindicato de Estudiantes Progresistas de India, concordó con ella, y añadió que los inmigrantes que llegan a Corea de Sur necesitan un enorme capital social para poder hacer el viaje.
Muchos de ellos tenían en sus países una situación económica relativamente cómoda. Por ello consideran su experiencia en este país como un periodo temporal intenso para hacer dinero. Pueden llegar a percibir más de 20 veces lo que ganarían en sus propios países.
En Corea del Sur, los trabajadores extranjeros hicieron varios progresos como la creación en 2005 del Sindicato de Trabajadores Inmigrantes y la Televisión de Trabajadores Inmigrantes, apuntó Manthrinayake.