Compañías mineras dedicadas a la extracción de oro son acusadas de contaminar las aguas de Sudáfrica con materiales radioactivos.
Un caso es el del Wonderfointen Spruit ("spruit" significa "curso de agua" en afrikáans, lengua de descendientes de los colonos holandeses), un río que corre 90 kilómetros al oeste de Johannesburgo, el centro comercial de Sudáfrica.
La ambientalista Mariette Liefferink acusa a las minas de la elevada concentración de arsénico, cadmio, cobalto y zinc en el agua del spruit. Le preocupa especialmente la presencia de plomo y de minerales radiactivos como uranio y polonio.
"Cada año las minas de oro descargan 50 toneladas de uranio en el río. La no gubernamental Comisión de Investigación del Agua ha encontrado concentraciones de ese metal de entre 900 y 1.100 miligramos por litro de agua", dijo.
La concentración de metales pesados es mayor en el curso superior, porque un alto porcentaje de estos materiales contaminantes se depositan en el sedimento en ese tramo.
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Por esta causa, los análisis del agua en el curso inferior no generan gran preocupación y la gente no se siente amenazada por la presencia de esos metales pesados.
Pero si se remueve el sedimento —por niños que juegan en el río, o por el ganado—, el uranio puede mezclarse fácilmente con el agua.
El gobierno ha encargado varios estudios para evaluar la gravedad del problema. El más reciente fue realizado por el físico alemán Rainer Barthel para el organismo que regula la producción y uso de materiales nucleares.
El resultado fue tan embarazoso que el gobierno se negó a hacerlo público. Cuando Barthel debía presentarlo en una conferencia las autoridades dijeron a los organizadores que retiraran la invitación que habían enviado al experto.
El informe finalmente se hizo público en agosto. Hubo entonces una sucesión de mensajes contradictorios.
Harmony Gold, la quinta productora mundial de oro y una de las responsables de la contaminación con uranio, transmitió a los granjeros en su zona de operaciones una directiva del organismo regulador, según la cual el ganado no debía consumir el agua del río porque contenía polonio y plomo
Barthel había señalado en su estudio que no existía en toda el área agua segura para su uso en humanos, animales y plantas.
Sin embargo, la ministra de Agua y Bosques, Lindiwe Hendricks, afirmó en el Parlamento que ninguna de las 47 muestras de agua tomadas en el Wonderfontein Spruit tenía niveles de contaminación que excedieran el máximo aceptable.
"Por lo tanto, se trata de agua segura para su consumo, aunque se debe tener en cuenta que no ha sido tratada para cumplir con los estándares del agua potable", señaló.
Sin embargo, la funcionaria reconoció al mismo tiempo que "se han detectado niveles elevados de contaminación radioactiva en el sedimento, lo cual plantea problemas potenciales si es ingerido por el ganado".
El director ejecutivo del ente regulador de materiales nucleares, Maurice Magugumela, hizo un esfuerzo para aplacar los temores, al asegurar que el agua y los sedimentos contaminados no constituyen "un motivo de preocupación".
Además, el ayuntamiento de la ciudad de Potchefstroom hizo todo a su alcance para asegurar a los habitantes que el agua que toman es segura. La principal fuente de abastecimiento es la represa de Boskop, alimentada en parte por el Wonderfontein Spruit.
"El agua tratada de las represas de Boskop y Potchefstroom es de alta calidad, especialmente cuando se tiene en cuenta su contenido de uranio y metales pesados", dijo el portavoz del alcalde, Kaizer Mohau.
Esto puede ser un consuelo para los habitantes de la ciudad que consumen agua de grifo, pero en nada ayuda a los de asentamientos pobres a lo largo del curso del río — alrededor de 150.000 personas—, quienes no tienen más opción que consumir el agua sin potabilizar.
Las minas de oro también están en el banquillo de los acusados por la contaminación que originan a través de sus desagües de sustancias ácidas.
La actividad extractiva expone metales pesados y compuestos sulfúricos depositados en la tierra. El aumento en el nivel del agua subterránea acarrea estos elementos, que continúan contaminando el ambiente por décadas tras el cierre de operaciones de las minas.
En 2002, estas aguas ácidas comenzaron a fluir de la mina en desuso de Randfontein Estates, 42 kilómetros al sudoeste de Johannesburgo. La propiedad perteneció a Harmony Gold y, según la ley sudafricana, el dueño de la tierra es responsable por la calidad del agua.
Pero esta compañía no es la única responsable. Sus competidoras en el área de Witwatersrand, al oriente y occidente de Johannesburgo, han creado un laberinto de pasajes interconectados de 300 kilómetros, según la revista Water Wheel.
Las mineras deben trabajar conjuntamente para asegurarse de que sus operaciones no se inunden. Algunas minas abandonadas deben ser desagotadas para garantizar la viabilidad de socavones vecinos.
El agua de la mina abandonada de Randfontein no puede ser canalizada hacia el río más cercano porque su componente ácido es muy elevado y esa acción tendría serias consecuencias ambientales.
Como solución de emergencia, Harmony Gold volcó esas aguas en el lago Robinson, un área de recreación favorita de los amantes de la pesca. Hoy existe allí un alto nivel de concentración de uranio y su acidez —comparable a la del jugo de un limón— hace imposible la presencia de vida en cualquier forma.
El organismo regulador de los materiales atómicos detectó 16 miligramos de uranio por litro de agua. Por lo tanto, tuvo que declarar el lago como área radioactiva.
Harmony Gold invirtió más de 14 millones de dólares en los últimos cinco años en tratamiento del agua de las minas abandonadas. Otros 200.000 dólares al mes se dedican a continuar esa tarea.
La compañía informó que "el agua presenta estándares aceptables de acuerdo con la tecnología disponible en la actualidad". Los ambientalistas creen que no es suficiente.