Los ambientalistas que investigan a las compañías de electricidad de Estados Unidos que más contribuyen a las emisiones de dióxido de carbono las han bautizado «la docena sucia».
En primer lugar figura Southern Co., que anualmente envía a la atmósfera 172 millones de toneladas de dióxido de carbono, según un análisis de las 50.000 usinas eléctricas del mundo realizado por el no gubernamental Centro Para el Desarrollo Global, con sede en Washington.
En la lista de las que más contaminan se ubican a continuación American Electric Power Inc., Duke Energy Corporation y AES Corporation.
Los científicos dicen que la generación de electricidad es responsable de 25 por ciento de las emisiones globales de dióxido de carbono, el principal de los gases invernadero a los que la mayoría de los científicos atribuyen el recalentamiento planetario.
Dentro del sector, las compañías estadounidenses emiten la cuarta parte del total mundial.
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La mitad de esa "docena sucia" en Estados Unidos está localizada en tres estados: Georgia, Indiana y Texas. Las doce usinas funcionan con carbón.
Los ambientalistas también emplean el término "docena sucia" para referirse a las sustancias tóxicas y altamente contaminantes prohibidas por la Convención de Estocolmo.
El estudio se difundió en vísperas de la conferencia internacional sobre cambio climático que se realizará en Bali, Indonesia, el mes próximo, auspiciada por la Organización de las Naciones Unidas.
El Centro estableció un nuevo sitio de Internet, Observación del Carbono para la Acción (Carma, por sus siglas en inglés), en el que se indica que el sector eléctrico de Australia se ha convertido en el mayor emisor de dióxido de carbono por habitante, aunque Estados Unidos continúa siendo el mayor contaminador en términos absolutos.
En promedio, cada habitante de Estados Unidos es responsable por la emisión de no menos de nueve toneladas anuales, mientras que a cada australiano le corresponden 11.
Según la base de datos de Carma, en los países pobres con mayor población la contaminación por habitante es menor que en las naciones más ricas.
Por ejemplo, los chinos emiten en promedio dos toneladas de dióxido de carbono al año como consecuencia de la generación de electricidad y los indios sólo media tonelada.
Pero si se considera el total enviado a la atmósfera, China es el único país que se aproxima a las 2.800 millones de toneladas anuales que envía a la atmósfera el sector eléctrico de Estados Unidos.
Detrás de China (con 2.700 millones de toneladas) se ubican Rusia (661 millones), India (583 millones), Japón (400 millones), Alemania (356 millones), Australia (226 millones), Sudáfrica (222 millones), Gran Bretaña (212 millones) y Corea del Sur (185 millones).
Los investigadores del Centro dicen confiar en que inversores, aseguradores, prestamistas y expertos ambientales utilicen la base de datos de Carma para lograr que las compañías eléctricas adopten fuentes de energía renovable y limpia, como la solar o la eólica.
"Carma hace transparente para las personas de todo el mundo la información sobre las emisiones de dióxido de carbono del sector eléctrico", dijo David Wheeler, investigador del Centro y jefe del equipo que reunió los datos.
"Es algo único. Nunca antes este tipo de información había estado disponible a escala mundial. No sólo puede actuar como catalizador de acciones para reducir las emisiones ya, sino que también fortalece la base de conocimientos para supervisar cualquier acuerdo futuro basado sobre el mercado", dijo la presidenta del Centro, Nancy Birdsall.
Birdsall puede estar en lo correcto. Investigaciones anteriores ya están siendo empleadas por ambientalistas y prestamistas del sector eléctrico en países en desarrollo, como China e Indonesia.
"Esto ayudará a reducir las emisiones de dióxido de carbono, ejerciendo presión sobre los mayores contaminadores y ofreciendo una recompensa en términos de buena reputación a los productores limpios", agregó Birdsall en una declaración.
Aunque Australia y Estados Unidos son los mayores emisores de dióxido de carbono del mundo en sus respectivas categorías, ambos países se muestran reticentes a sumarse a los acuerdos internacionales que fijan límites a esas emisiones.
En ese sentido, no parecen tener intención de firmar el Protocolo de Kyoto de 1997, que ordena reducciones a las emisiones de gases invernadero a los países industriales hasta 2012.
Ya no existen serias dudas entre los científicos acerca de que las emisiones de gases invernadero, que son producto de la actividad humana, están alterando el clima del planeta.
Existe un amplio consenso según el cual controlar las emisiones requerirá un sistema de mercado, por el cual quienes contaminen tendrán que pagar y los que ayuden a limpiar la atmósfera obtendrán un beneficio económico.
Wheeler manifestó su deseo de que la comunidad internacional cree una institución para reunir, verificar y hacer pública la información sobre emisiones de todas las fuentes de carbono importantes globalmente.