El penetrante olor a excremento humano que inunda la capital afgana basta para llamar la atención de la urgente necesidad de un sistema de saneamiento adecuado. Un revolucionario sistema para reciclar los desechos puede tener la clave del éxito.
El rápido desarrollo, y la inmigración que conlleva, hicieron que la población de esta histórica ciudad pasara de un millón de habitantes a unos 4,5 millones en los últimos cinco años, explicó el alcalde de Kabul, Rohullah Aman.
El sistema de saneamiento, en su mayoría letrinas secas que se vacían en cámaras subterráneas, ya no cumple su función por la presión demográfica y la cantidad de desperdicios producidos que ya no se pueden limpiar con regularidad.
Cuando Kabul era un pueblo con pocos habitantes, era factible y seguro que carros tirados por burros llevaran los desechos fuera de la ciudad, explicó Ghulam Sakhi Noorzad, ex alcalde y ahora asesor presidencial.
La rápida urbanización, la gran densidad de población y la falta de caminos adecuados terminaron con esa práctica. De hecho, ya no existen carros tirados por burros.
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Los pocos camiones de basura existentes no logran realizar esa tarea en forma adecuada, indicó el joven ingeniero Mumtaz Omarzai.
Para que el sistema de cámaras secas funcione tiene que haber un mercado de desperdicios. Pero éste desaparece con rapidez a medida que los agricultores, que los usaban para fabricar abono, venden sus tierras y emigran a la ciudad.
Por ello, casi nadie se extraña de que un hedor nauseabundo siga invadiendo las sucias calles de Kabul y de que el río que la atraviesa, otrora conocido por sus aguas minerales, se convirtiera en una gigantesca cloaca.
Esa es la causa de la gran incidencia de enfermedades que producen diarrea, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).
Además, menos de cinco por ciento de los hogares tienen conexión a las alcantarillas, según funcionarios del municipio.
La mayoría de la población usa retretes secos, comunes en gran parte de Asia central y China.
Los hombres, en general, prefieren hacer sus necesidades al aire libre. Las mujeres y los pequeños son los que usan los retretes del hogar.
La construcción del alcantarillado es costosa en Kabul por su accidentada geografía y, de todas formas, la falta de agua y energía imposibilitarían su inutilización.
Los tanques sépticos no son una opción porque el agua puede filtrarse con facilidad al suelo y contaminar las capas freáticas, fuente casi exclusiva de agua potable para sus habitantes.
Pero un nuevo un sistema de retretes modernos, sustentables y que no dañan el ambiente, creado en India, parece dar resultados en Kabul.
Popularmente conocido como tecnología Sulabh, el sistema de pozos gemelos usan muy poca agua, dos litros en vez de los 10 que suelen desaguar los inodoros comunes.
Se usan ambos pozos en forma alternativa y un procesador a biogás adjunto produce metano a partir de los desechos. Ese gas puede utilizarse para el alumbrado y la calefacción, explicó Bindeshwar Pathak, fundador de Sulabh International, la organización india encargada de su fabricación en la capital afgana.
Pathak considera que ese sistema, que además es rentable, es ideal para las necesidades y condiciones de Afganistán. Él tiene la certeza de que el modelo de Kabul se propagará con rapidez a todo el país, pues es adecuado tanto en el ámbito doméstico como en amplios espacios públicos.
"Es una tecnología cerrada que no genera desperdicios y es autosustentable", explicó el embajador indio en Afganistán Rakesh Sood.
La embajada está involucrada en el proyecto porque Nueva Delhi contribuyó con un millón de dólares para que Sulabh pudiera construir cinco complejos de 20 inodoros en las zonas de mayor densidad de Kabul, obras que terminaron hace pocos meses.
El sistema de inodoros pagos ya es utilizado en promedio por unas 5.000 personas al día.
"Cada usuario paga unos cuatro centavos de dólar cada vez que usa el dispositivo. Esperábamos unas 300 personas al día por cada uno. Pero más de un millar los usó. Los cinco complejos ya generan unos 220 dólares diarios, lo que los vuelve totalmente sustentables", señaló Sushmita Shekhar, de Sulabh.
La respuesta de las mujeres fue abrumadora, apuntó.
Saajida, que vende artículos de papelería en una calle de la agitada zona comercial Farosh Gah, felicita la iniciativa pues la cultura local no permite que las mujeres hagan sus necesidades al aire libre.
"Antes, ante una emergencia, tenía que ir hasta lo de unos parientes a dos kilómetros de aquí. Ahora puedo recurrir a los Sulabh" relató.
Sulabh, que quiere decir "fácilmente disponible" en hindi, ya forma parte del vocabulario de Kabul.
"Me molesta que haya personas que tomen agua de un canal al aire libre y usen baños improvisados", señaló Omarzai, uno de los 35 hombres y mujeres, contratados por Sulabh para gestionar el proyecto.
"Ahora que conocí este sistema me gustaría ayudar a construir más retretes en todo el país", comentó Omarzai, quien vive cerca de un campamento de refugiados a las afueras de Kabul.
En Ramadán, el mes sagrado musulmán de ayuno, desde el alba hasta el anochecer es común que los fieles devotos recen durante el día dónde estén. Pero no es común que lo hagan frente a un baño público.
"Son estupendos estos inodoros Sulabh, ahora queremos que construyan mezquitas cerca de ellos", dijo un hombre mayor al comentar su pulcritud.