El Papa Benedicto XVI rechazó recibir a la secretaria de Estado estadounidense Condoleezza Rice este verano. Los despachos de la prensa mundial, confirmados y aderezados por comentarios entre divertidos y sarcásticos, hasta la fecha no han sido desmentidos por la Casa Blanca ni por el Departamento de Estado, escribe Joaquín Roy, profesor de relaciones internacionales en la Universidad de Miami.
Según las fuentes de buen crédito de Il Corriere della Sera (el diario milanés que destapó el fiasco), confirmadas por la siempre ecuánime BBC cuando se trata de asuntos que no afectan la fibra británica, la doctora Rice, camino del Oriente Medio, hizo el pedido de reunirse con el ex-cardenal Ratzinger en plenas vacaciones veraniegas. Se le dijo diplomáticamente que el Santo Padre estaba descansando en su residencia de verano.
Los informes también señalan que la razón primordial del desdén fue la cuenta sin pagar que Rice dejó en 2003 cuando emitió unos comentarios despectivos sobre la importancia que para ella y Bush tenía la opinión del anterior Papa, Juan Pablo II. Cuando el tenaz pontífice polaco criticó la intervención de Bush en Iraq, Rice consideró que ni a ella ni a su jefe les importaba lo que el vicario de Cristo en la tierra pudiera pensar y menos comentar.
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