El uso de calentadores de agua alimentados con energía solar no parece una alternativa adecuada para las viviendas humildes de esta ciudad costera de Sudáfrica, debido a su alto costo y la imposibilidad del gobierno de subsidiarlo.
En Ciudad del Cabo se discute desde julio una reglamentación que prevé obligar a instalar en las casas nuevas y relativamente lujosas los calentadores de agua solares, una iniciativa que catapultó un fuerte debate sobre la posible extensión de su empleo a las viviendas populares.
Desde que llegó al poder en 1994, el gobierno del Congreso Nacional Africano se embarcó en un programa de construcción de casas subsidiadas de bajo costo, para revertir el déficit habitacional creado por el régimen de segregación racial, conocido como apartheid.
Sin embargo, la mayoría de ellas son lo que se denominan «viviendas básicas», que carecen de pisos, calentadores de agua y otras comodidades.
Los calentadores solares (SWH, por su sigla en inglés), son relativamente caros, aunque ese costo se recupera en pocos años a causa de los ahorros en consumo de energía, que se mantienen una vez que las unidades han sido amortizadas. No contaminan y permiten a los pobres reducir en el largo plazo el monto de sus facturas.
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Sin embargo, el costo de instalación es un obstáculo. «En general, las personas de pocos ingresos no gastan mucho en energía para calentar el agua», dijo a IPS Andrew Janisch de Energía Sustentable, una consultora de esta ciudad.
«En consecuencia, el ahorro que puedan obtener no repaga la inversión inicial, ni siquiera con opciones atractivas de financiamiento», agregó.
El SHW consta de un tanque de agua y un panel, llamado colector, que se coloca en el techo de las casas para absorber la energía solar que permite calentarla. El costo varía de 500 a 2.200 dólares, según el tamaño del depósito y del colector. También se incrementa si se necesita que el agua fluya con presión para su uso en cocinas y baños.
«Es un tema complicado», dijo el gerente de proyectos de una compañía de Johannesburgo que ofrece incentivos para instalar los SHW en viviendas para los sectores de ingresos medios y altos.
«Analizamos el caso de las casas subsidiadas por el gobierno, pero el costo es demasiado alto. Si se añade el precio del calentador a los 7.000 dólares de subsidio para cada vivienda, las cuentas no cierran», agregó.
«Nosotros seguimos lo indicado por la anterior ministra de Energía: nos dijo que no forzáramos el uso de tecnología en los sectores de bajos ingresos. Su mensaje fue que había que instalar los calentadores en los barrios de los ricos, para así generar en los pobres el deseo de tenerlos», indicó el gerente de esa empresa.
Este enfoque es compartido por Peter Lukey, del Directorio para la Calidad del Aire y Cambio Climático del Departamento de Ambiente y Turismo de Sudáfrica.
«Debemos tomar en cuenta nuestra vulnerabilidad frente al cambio climático y poner la atención sobre quienes producen el mayor impacto. No son los pobres los que contaminan a causa de su uso de energía, sino la clase media y los ricos», afirmó.
En consecuencia, las iniciativas para extender el empleo de los SWH están limitadas a esos sectores. En el caso de los pobres, «o paga el gobierno, que no puede hacerlo porque es muy caro, o pagan las personas, para las que también resulta demasiado caro», señaló Lukey.
La compañía estatal de electricidad, Eskom, está por su parte concentrada en asegurar el abastecimiento de energía.
La demanda está creciendo a un ritmo de 4,5 por ciento anual y el margen de reserva en la oferta es de sólo «7,5 por ciento, lo cual es bajo según los parámetros aplicados internacionalmente», dijo el gerente general de Estrategia de Inversión de Eskom, Andrew Etzinger.
La compañía no tiene interés en financiar la adquisición de calentadores solares para un sector de la población que no es el que más energía consume. «La función de Eskom no es aliviar la pobreza, sino asegurar el abastecimiento de energía a su mercado», dijo el gerente de la empresa de Johannesburgo que ofrece incentivos para instalar los SWH.
Sin embargo, a medida que aumenta la preocupación por el calentamiento global y crece la necesidad de utilizar fuentes de energía que no contribuyan a agravarlo, las casas de los pobres también deberían ser incluidas en el campo «amigable» con el ambiente.
El gobierno de Ciudad del Cabo se fijó como meta lograr que 10 por ciento de las viviendas de la urbe tengan calentadores solares en 2010, iniciativa que se suma al reglamento propuesto para las nuevas construcciones de cierto lujo.
El Proyecto de Optimización Energética en la urbanización de Kuyasa, un área de viviendas pobres en las afueras de esta ciudad, es un paso hacia la concreción de ese objetivo.
La ciudad se hizo cargo de colocar en 10 casas calentadores solares, aislamientos en los techos y tubos fluorescentes, lo que resultó en un ahorro de 40 por ciento en las facturas de energía de esos hogares.
Ciudad del Cabo también ha destinado, en asociación con otros organismos oficiales nacionales y provinciales, 4,35 millones de dólares para instalar SHW en otras 2.300 viviendas populares. Alrededor de 15 por ciento del costo de esta iniciativa se pagará con la venta de créditos de carbono.
El Protocolo de Kyoto, firmado en 1997 en el marco de la Convención sobre Cambio Climático de la Organización de las Naciones Unidas, autoriza a los países ricos a invertir en iniciativas de reducción de emisiones de gases invernadero en las naciones pobres, lo que les permite sobrepasar los límites de contaminación a nivel doméstico.
En Cosmo City, otro proyecto de urbanización en Johannesburgo, que cuenta con 3.000 casas de bajo costo, también se colocaron SWH en 170 viviendas, con una inversión de 290.000 dólares.
Uno de los objetivos de esa iniciativa fue generar entre los residentes una toma de conciencia sobre el cambio climático, dijo a IPS Manda Mandava, gerente de proyectos del Departamento de Manejo Ambiental. «Nos gustaría instalar más, pero no tenemos los fondos», agregó.
La venta de créditos de carbono parecería una alternativa ideal para obtener recursos, pero el uso de energía de los pobres es relativamente bajo y, por lo tanto, las reducciones que se pueden lograr no son muy significativas.
La consultora Energía Sustentable está trabajando con las autoridades de la norteña provincia de Gauteng para establecer un fondo, al que las compañías de electricidad deben aportar 0,5 por ciento de sus ganancias netas, que serán utilizadas para proveer de calentadores solares a las familias pobres.
De todas formas, Robin Thomson, de la empresa SunPower de esta ciudad, que comercializa los calentadores solares, cree que hay más gente de la pensada en condiciones de afrontar su costo.
Una unidad de baja presión de 100 litros, dijo a IPS, se puede pagar en 24 cuotas mensuales de 29 dólares, una suma que muchos gastan en telefonía celular o muebles.
«Hay una gran diferencia entre bajos ingresos y ningún ingreso», afirmó.
* Este artículo es parte de una serie sobre desarrollo sustentable producida en conjunto por IPS (Inter Press Service) e IFEJ (siglas en inglés de Federación Internacional de Periodistas Ambientales)