Un parque industrial no parece apropiado para encontrar una huerta de plantas nativas.
"Es alucinante", dice Jim Mumford, quien desmanteló el techo de su pequeño edificio de un piso para convertirlo en refugio de mariposas y de plantas polinizadas.
Parte de la ola de la construcción respetuosa del ambiente, los llamados techos verdes brotan como hongos tras una lluvia de primavera en áreas metropolitanas de Estados Unidos y Canadá. Se trata de plantar un jardín en el techo, pero primero se necesita establecer un buen sistema aislante, luego cubrirlo del barbecho adecuado y al fin cultivar.
Mumford, fundador y presidente de Good Earth Plant Co., una firma dedicada al diseño con plantas, combina su visión para los negocios con el entusiasmo de un naturalista aficionado.
Quiere convertir paisajes urbanos abandonados en espacios verdes para los trabajadores, comenzando por su propio local comercial en el arenoso vecindario de Kearny Mesa de la ciudad de San Diego, en el occidental estado estadounidense de California.
Según Mumford, solamente en San Diego hay casi 50 kilómetros cuadrados de espacio comercial e industrial disponible. Si se agrega a esa superficie los millones de techos subutilizados en cientos de ciudades de tamaño mediano o grande, se podrá tener el área superficie para sembrar todos los maizales de Iowa, dice.
Los techos verdes son considerados una solución, por ejemplo, para reducir los costos de energía en viviendas y edificios industriales o comerciales, pues tienen efectos aislantes, y para proporcionar áreas verdes a los centros urbanos cubiertos de concreto.
La organización Environment Canada calculó que un edificio de un piso con un techo de césped crecido en promedio 10 centímetros, puede reducir hasta 25 por ciento las necesidades de refrigeración.
Otros estudios han mostrado que un techo con una cobertura vegetal de 15 centímetros reducía en 95 por ciento la absorción de calor y en 26 por ciento la pérdida de calor, en comparación con un techo tradicional.
"De pronto el ambiente se convierte en tema dominante de conversación", dice Mumford.
Un modesto edificio de unos 170 metros cuadrados es el primero de los tres que posee sometidos a renovación mediante un proyecto enteramente autofinanciado.
Mumford calcula que el costo de los techos verdes es aproximadamente el doble del de métodos tradicionales. Pero cree que los réditos llegarán en una cantidad de beneficios ambientales y económicos.
Dentro de su oficina, Mumford ya nota la diferencia. El ruido de los avione despegando de un campo de aviación cercano se ha visto amortiguado. Además, espera ahorrar entre 20 y 25 por ciento de sus facturas de electricidad, lo que con el tiempo ayudará a compensar el costo adicional de la construcción. Y en vez de requerir un arreglo cada 10 o 20 años, el techo verde puede durar hasta 60 si se lo instala y mantiene de modo adecuado.
Como la mayoría de las ciudades de rápido crecimiento, San Diego reemplazó su paisaje por asfalto negro y concreto gris, lo que llevó a un fenómeno climático urbano conocido como de isla térmica.
Una construcción carente de vegetación crea su propio clima, elevando entre dos y 10 grados la temperatura de las ciudades, en comparación con las áreas rurales circundantes. Ese fenómeno, combinado con el recalentamiento planetario, constituye el desafío de hacer de las ciudades lugares más adecuadas para los humanos.
Los techos verdes todavía son pocos y distantes entre sí en el sur de California, a causa de los singulares desafíos que presentan para los profesionales del paisajismo. A mediados del verano, la temperatura de la superficie del techo de Mumford llega a 76 grados, rivalizando en calor con el cercano desierto de Anza Borrego.
"No podría haber hallado un proyecto más difícil con el que experimentar", admite Mumford al describir las características del suelo que necesitan las plantas autóctonas para crecer y prosperar en un pequeño terreno que es, en esencia, una maceta gigante. "Es caluroso, ventoso y seco".
No satisfecho con los cactus, cultivó varias plantas nativas resistentes a las sequías, notorias por su fortaleza y porque requieren poco mantenimiento.
El techo se construye colocando una membrana de polímeros de muchas capas que se cubren luego del sustrato necesario para cultivar, proporcionar nutrientes y retener la humedad. El desafío del diseño es impedir las filtraciones y ser liviano.
Los techos verdes no son nuevos. Alemania comenzó a subsidiar su construcción durante los años 60 para aprovechar las escorrentías pluviales. Desde entonces, pasaron de ser rarezas arquitectónicas a abarcar 12 por ciento de los techos de edificios alemanes.
Alcaldes y urbanistas avanzados en Estados Unidos también imaginan cómo podrían lucir las ciudades sustentables. Portland (noroccidente), Chicago (norte) y San Francisco (occidente) continúan generando techos verdes que aumentan en escala y complejidad.
La tendencia ha llevado a crear un gran techo verde parecido a un ecosistema viviente en lo alto de la Academia de Ciencias de California, en San Francisco. El edificio, que alberga la colección de historia natural de la institución, tiene un techo verde de casi dos hectáreas, alfombradas con plantas californianas.
Steven Peck, fundador de la organización sin fines de lucro Green Roofs for Healthy Cities (Techos verdes para ciudades saludables), tiene un interés profesional en esto y estudia muchos de los proyectos a gran escala construidos en Estados Unidos y otros países. Recaba datos para producir un análisis de costos y beneficios de inminente publicación.
Economista de profesión, Peck comprende la diferencia entre lo posible y lo viable desde el punto de vista de las políticas públicas. Sin un programa regulatorio que proporcione incentivos para construir ciudades sustentables, los techos verdes no tendrán mucho fundamento, opinó.
Además, necesitan que superar la resistencia de empresarios de bienes raíces reticentes a ubicar en los techos estructuras adicionales para soportar cargas, que tienen temor a las inundaciones y a los costos agregados.
Peck señala que la expansión de techos verdes en América del Norte apenas comienza a despegar. Hasta ahora, Estados Unidos y Canadá completaron unas 28 hectáreas, en contraste con las 28.000 ya instaladas en Alemania.
De todos modos, América del Norte atraviesa un auge de construcción de techos verdes, con una demanda constante que se espera crezca a dos dígitos en la próxima década.
"No hay suficiente pericia para satisfacer las necesidades del mercado", advierte Peck. Y eso es bueno para las mariposas y para los empresarios.
* Este artículo es parte de una serie sobre desarrollo sustentable producida en conjunto por IPS (Inter Press Service) e IFEJ (siglas en inglés de Federación Internacional de Periodistas Ambientales).