ÁFRICA AUSTRAL:: Lucha desigual por la igualdad hídrica

Los recursos hídricos son distribuidos de modo dispar en todos los países de África austral, una región que posee algunos de los lagos y ríos más grandes del mundo, pero también vastos desiertos.

Por su volumen, el río Congo, que se eleva en las tierras altas de África oriental y fluye a través de las selvas hacia el sur, es el segundo río más grande del mundo, después del Amazonas.

El lago Tanganica, uno de los Grandes Lagos de África, contiene el segundo volumen más grande de agua dulce del mundo, y el Victoria tiene la segunda mayor superficie de cualquier lago de agua dulce.

Cinco cuencas de ríos, la del Zambezi, el Congo, el Orange, el Limpopo y el Okavango, transportan agua más que suficiente para garantizar que todos los habitantes de la región reciban el suministro.

La cuenca del río Congo tiene casi 30 por ciento de las reservas de agua dulce de África, aunque abastece a apenas 10 por ciento de la población del continente.
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Sin embargo, la región también alberga dos grandes desiertos. El de Kalahari se expande a través de Sudáfrica, Namibia y Botswana, y el de Namib cubre la mayor parte del país al que da nombre.

Las frecuentes sequías asolaron grandes partes de Sudáfrica, Botswana, Zimbabwe y Malawi. Estos largos periodos sin lluvia desplazaron a lo agricultores hacia áreas marginales para poder sobrevivir y dejaron a los habitantes de asentamientos precarios urbanos vulnerables a enfermedades.

Esta distribución manifiestamente desigual motivó que muchos expertos orquestaran planes para mejorar el manejo de los recursos hídricos de África austral. Algunos de ellos ya se convirtieron en valiosos proyectos hídricos, como las represas de Kariba (entre Zambia y Zimbabwe), Gariep (Sudáfrica) y Cahora Bassa (Mozambique).

Otros varios programas, como el Proyecto de Aguas de las Tierras Altas de Lesotho y la represa de Grand Inga, sobre el río Congo, están en variadas etapas de construcción.

Sin embargo, pese a la disponibilidad regional general de agua y a los sustanciales esfuerzos internacionales en materia de asistencia para garantizar su suministro, todavía hay muchos pobres en áreas rurales y urbanas que no tienen un acceso sostenible al agua potable y al saneamiento.

Cifras de 2004 del Programa Conjunto de Monitoreo del Abastecimiento de Agua y Saneamiento, de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) indican que en Mozambique apenas 43 por ciento de la población tenía entonces acceso al agua potable, en Angola crece a 53 por ciento y en Zambia llegaba a 58 por ciento de sus habitantes.

"El acceso a un mejor suministro de agua no solamente es una necesidad fundamental y un derecho humano, también tiene considerables beneficios sanitarios y económicos (para) hogares e individuos", señala la página en Internet del programa conjunto de la OMS y Unicef.

En el párrafo 23 de la Declaración del Milenio, de septiembre de 2000 en la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) se indica que hay que "frenar la explotación insustentable de los recursos hídricos desarrollando estrategias de manejo del agua en los niveles regional, nacional y local, que promuevan tanto un acceso equitativo como suministros adecuados".

Para implementar la Declaración del Milenio, la ONU elaboró los ocho Objetivos de Desarrollo para el Milenio, en cuyo primer capítulo se comprometieron los gobiernos del mundo a reducir significativamente la extrema pobreza para 2015.

El séptimo objetivo, que busca garantizar la sustentabilidad ambiental, incluye la meta de reducir a la mitad, respecto de los indicadores de 1990, la proporción de personas que carecen de un acceso sostenible a agua segura para beber y a saneamiento básico.

Aunque la comunidad internacional en general parece estar en camino de cumplir este objetivo, África subsahariana está rezagada.

Según la actualización 2007 del informe de la ONU titulado "África y los Objetivos de Desarrollo del Milenio", 63 por ciento de los habitantes de esta región carecían de acceso a instalaciones de saneamiento básico para 2004, por ejemplo, apenas por debajo del 68 por ciento registrado en 1990.

Proyectar este lento ritmo de avance hacia el futuro deja pocas dudas en cuanto a que la mayor parte de África no logrará alcanzar el séptimo objetivo para 2015.

Las autoridades nacionales y locales de manejo del agua en África austral son lentas en bombear agua a las áreas rurales más frecuentemente afectadas por las sequías.

Estas áreas a menudo experimentan escasez de agua porque en algunos casos no se construyeron represas. Aunque, en otros, las represas y cañerías existentes no han sido mantenidas de modo apropiado.

Pobres métodos agrícolas exacerbaron la escasez de agua, degradando el suelo y abriendo la puerta a una erosión que disminuye la capacidad de la tierra de retener los volúmenes de lluvia.

En vez de que el agua sea almacenada en el suelo, fluye a través de canales de erosión en el río más cercano, poniendo en riesgo la sustentabilidad del sector agrícola que alimenta a la población.

El rápido crecimiento demográfico y la urbanización presionan a las autoridades hídricas de las áreas urbanas. En muchos asentamientos pobres, decenas y a veces cientos de personas comparten una única fuente de agua.

La falta de infraestructura de saneamiento significa que los efluentes permanezcan expuestos entre las casuchas, creando así un caldo de cultivo para las bacterias.

Más positivamente, los líderes de la Comunidad de Desarrollo de África Austral parecen conscientes de cuán importante es usar mejor los recursos hídricos existentes.

La mayoría de los países de la región dedicaron sustanciales recursos a sus autoridades hídricas nacionales, y trabajan juntos con agencias donantes para mejorar el suministro de agua.

Dedicadas comisiones fueron establecidas para las cuatro mayores cuencas de ríos en África austral y el uso de todos los principales ríos está regido por comisiones multilaterales.

La Comunidad de Desarrollo de África Austral es afortunada por el hecho de que la mayoría de sus ríos y lagos estén relativamente limpios e incontaminados en comparación con vías fluviales del mundo industrializado y con otros países emergentes de Asia sudoriental.

Sin embargo, queda mucho por hacer a fin de asegurar que este estado relativamente prístino persista en el mediano y largo plazo.

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