Aunque Botswana logró disminuir su pobreza, es improbable que cumpla con el cuarto Objetivo de Desarrollo de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para el Milenio: reducir dos tercios la mortalidad infantil para 2015.
Entre los otros siete Objetivos, establecidos por la ONU en septiembre de 2000, figuran reducir a la mitad, respecto de los niveles de 1990, la proporción de personas que padecen indigencia y hambre, lograr la educación primaria universal, promover la igualdad de género y reducir tres cuartos la mortalidad materna.
Además, combatir la expansión del sida (síndrome de inmunodeficiencia adquirida), la malaria y otras enfermedades, asegurar la sostenibilidad ambiental y crear una sociedad global para el desarrollo entre el Norte y el Sur.
Pero en Botswana, las cifras muestran un aumento en la mortalidad infantil entre las décadas del 90 y de 2000.
Según un informe sobre población y vivienda presentado en 2001 por la gubernamental Oficina Central de Estadísticas, en 1991 morían en Botswana 48 niños por cada 1.000 nacimientos exitosos. Esta cifra aumentó a 56 muertes por cada 1.000 nacimientos con vida para 2001. En el mismo periodo, la mortalidad de niños menores de cinco años se incrementó de 63 a 74 muertes por cada 1.000 nacimientos.
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Pero los datos del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) sobre la mortalidad de niños menores de cinco años en Botswana son peores que las cifras oficiales del gobierno, pasando de 58 muertes por cada 1.000 nacimientos en 1990 a 116 en 2004. La alta prevalencia del VIH/sida es uno de los factores que explican este fenómeno.
Existe un vínculo entre la mortalidad infantil y la condición de las mujeres en la sociedad. Es sobre ellas que todavía recae la mayor parte de la atención a los hijos. Sólo pueden alimentarlos según sus necesidades si viven en hogares con ingresos relativamente altos y estables.
Malebogo Keataretse, madre de un niño de cinco años, se asegura de comprar "alimentos nutritivos como verduras, frutas y cereales en el almacén, que son preparados mucho antes de alimentar al pequeño".
"Para el desayuno le doy a mi hijo harina de avena y fruta, con un vaso de jugo. Para el almuerzo y la cena, él come lo mismo que el resto de la familia, que va desde arroz con pollo a una comida elaborada con maíz y carne machacada (llamada seswaa). Le gustan todas las comidas y raramente ignora su plato", dijo.
Oarabile Matongo relató que su hija Thato, de cuatro años, tiene afición por los tentempiés. Y los lleva al jardín de infantes.
"Ahora le gustan tanto que no puede comer otra cosa. De noche cocino una comida con verduras y carne, pero ella prefiere comer solamente la carne", explicó.
El estatus socioeconómico determina el espectro de opciones en las dietas de los niños. Los de hogares de bajos ingresos a veces son obligados a saltearse comidas como el desayuno, precisamente porque no hay suficientes alimentos en la casa.
Magdeline Khamandisi dijo a IPS que su hijo Kenneth, de cuatro años, parece estar contento pese a que lo único que tiene para comer, a veces en todo el día, es avena. "Él come cualquier cosa, así que no necesito comprar nada extravagante", indicó.
Narain Sinha, economista para la salud de la Universidad de Botswana, cree que, al ritmo actual, es posible que este país africano logre el objetivo de reducir dos tercios la mortalidad infantil para 2015.
"Se observó que la proporción de la mortalidad infantil no solamente está influida por factores tales como los gastos del gobierno y la disponibilidad de centros y profesionales de la salud, sino también por indicadores de desarrollo social como pobreza, malnutrición y analfabetismo femenino", dijo, agregando que es necesario abordar estos asuntos en forma más rigurosa.
Según Sinha, la falta de acceso de las mujeres a la toma de decisiones, el empleo, las finanzas y la educación está en las raíces de la mortalidad infantil. La mala nutrición en las niñas, la actividad sexual temprana y los embarazos adolescentes tienen consecuencias sobre estas jóvenes madres.
Es más probable que las mujeres educadas y que adquirieron poder contraigan matrimonio a una edad más avanzada y busquen atención neonatal y postnatal, todo lo cual resulta crucial para reducir la mortalidad infantil y materna.
Muchas mujeres no pueden costear la atención a la salud, dijo Sinha. Por lo tanto, en un continente donde grandes cantidades de mujeres todavía viven en áreas rurales y tienen un acceso limitado a clínicas u hospitales, las asociaciones comunitarias pueden constituir el medio más inmediato para una salud mejor.
Por ejemplo, el importante estatus social de la asistencia tradicional en los nacimientos, o las parteras, deberían ser aprovechados en la comunidad, según Sinha. La formación de estos profesionales por parte de la autoridad de salud pública puede brindar a las mujeres rurales en África embarazos y partos seguros, así como acceso a información y servicios de planificación familiar.
Boitumelo Malomo, del Ministerio de Salud, expresó optimismo en cuanto a que Botswana cumpla el objetivo de reducir la mortalidad infantil. El gobierno se centra en sus programas de salud en esta materia.