La clase de edificio donde uno vive o trabaja y el uso que le da generan buena parte de los cambios climáticos que preocupan a los científicos. La energía consumida allí se traduce en gases contaminantes, el agua en desechos y los materiales de construcción en basura.
En América del Norte, entre 11 y 30 por ciento de la emisión de gases de efecto invernadero, responsables del recalentamiento global, provienen de las edificaciones, que gastan gran parte de la electricidad disponible, el agua y las materias primas, entre ellas maderas preciosas extraídas muchas veces de manera ilegal, y compuestos plásticos como el policloruro de vinilo o PVC, perjudiciales para la salud.
Solamente en Estados Unidos, generador de casi un tercio de los gases invernadero mundiales, las edificaciones consumen alrededor de 65 por ciento de toda la electricidad, 40 por ciento de las materias primas y 12 por ciento del abasto de agua.
En México, que emite dos por ciento de esos gases, los edificios gastan 20 por ciento de la electricidad, 80 por ciento de la cual se produce mediante quema de combustibles.
Esos dos países, que junto con Canadá integran la Comisión de Cooperación Ambiental de América del Norte (CCA), buscan disminuir el impacto de este sector en el cambio climático que, según la mayoría de científicos se produce por la acumulación atmosférica de gases procedentes sobre todo de la quema de combustibles fósiles.
Expertos de los tres países analizan el asunto desde inicios de año y ofrecen para septiembre un amplio informe que incluirá recomendaciones a los gobiernos.
El objetivo es acotar las construcciones contaminantes y dar cauce a las sustentables, que se integran al ambiente de forma amigable, consumen poca electricidad e, idealmente, procesan el agua y la basura que desechan, además de brindar particular confort a sus habitantes.
Pero la meta está cuesta arriba. «El desarrollo de la edificación verde es incipiente y no hay una política eje de los gobiernos en la materia», dijo David Morillón, experto de la Universidad Nacional Autónoma de México y uno de quienes redactarán el informe final de la CCA.
No obstante, ya hay algunos planes en marcha, y decenas de arquitectos, ingenieros e investigadores de América del Norte y del Sur intercambian información mediante redes virtuales, organizando a veces seminarios sobre construcción «verde».
En los últimos seis años, Canadá y Estados Unidos desarrollaron nuevas normativas ambientales para las edificaciones, firmas privadas crearon certificados para las constructoras de edificios sustentables y emergió un marginal servicio de hipotecas «verdes», que presta dinero bajo consideraciones ambientales.
Aun así, el porcentaje de edificios ecológicos en esos países no supera 10 por ciento del total.
En México, el gobierno patrocina un plan de construcción sustentable para sectores de bajos ingresos gestionado por el sector privado. Así se erigieron unas 5.000 viviendas, la mayoría de entre 40 y 70 metros cuadrados y ya casi terminadas.
Para un país donde la demanda de vivienda supera el millón de unidades por año —aunque en los últimos seis solamente se levantaron 500.000 anuales— el proyecto es apenas un pequeño paso.
Las construcciones mexicanas apuntan especialmente a bajar el consumo de electricidad y agua, pero no incluyen equipos de energía solar ni de tratamiento de aguas servidas, que son los ideales para ese tipo de edificaciones.
«Este es un paso experimental» y apunta a generar información y hechos comprobables para que sea el mercado «el que finalmente imponga la necesidad de caminar hacia las construcciones sustentables», señaló Evangelina Hirata, directora de la estatal Comisión Nacional de Fomento a la Vivienda.
Pero no se puede asegurar que en seis años más México construya todas las viviendas con características sustentables, «lo que ahora no sucede en ninguna parte del mundo», continuó.
El 29 de marzo entró en vigor en España el Código Técnico de Edificación, que obliga a incluir fuentes renovables de energía para obtener agua caliente y electricidad en todos los edificios que se empiecen a construir o a rehabilitar desde esa fecha.
Según la nueva norma, habrá límites para el consumo energético de los edificios en función de sus características, se impulsará el mejor rendimiento de los sistemas térmicos y de iluminación y se impondrá un porcentaje obligatorio de fuentes limpias: energía solar directa y paneles solares.
Mientras, en México se está sembrando una semilla. «Espero que en un año el sistema financiero mexicano comience a ofrecer hipotecas verdes», tras comprobar que, «a la larga», cualquier edificación sustentable resulta más barata y beneficiosa para usuario y comunidad, agregó.
Según Morillón, construir un edificio sustentable puede llegar a costar entre tres y 20 por ciento más que uno tradicional. Pero confía en que el mercado las abarate cuando se generalicen.
Eso podría tardar muchos años, y el tiempo apremia, lamentó.
En México, las construcciones tradicionales tienen una vida útil de 30 a 40 años, pero en 10 o 12 años más el país podría quedarse sin petróleo, lo que dificultaría la oferta de electricidad para esas edificaciones.
El tiempo presiona también por el lado del cambio climático. Si el consumo de combustibles fósiles y el proceso de deterioro ambiental continúan como hasta ahora, a finales del siglo la temperatura planetaria promedio podría aumentar entre 1,8 y 6,4 grados y el nivel del mar entre 18 y 59 centímetros, según diversos pronósticos.
* Este artículo es parte de una serie sobre desarrollo sustentable producida en conjunto por IPS (Inter Press Service) e IFEJ (siglas en inglés de Federación Internacional de Periodistas Ambientales). Publicado originalmente el 31 de marzo por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.