PENA DE MUERTE-JAPÓN: Los pasos más temidos

La última Navidad quedó grabada en la memoria de Kaoru Okashita, un condenado a muerte japonés de 60 años.

Temprano en la mañana sintió a lo lejos las firmes pisadas de los guardias, pero de milagro siguieron su camino sin detenerse delante de su celda.

"Creí que me había llegado la hora. Cuando los guardias siguieron caminando suspiré aliviado", escribió Okashita a su amiga y profesora de poesía Keiko Mitsumoto.

Okashita y Mitsumoto intercambian cartas desde 2004

Okashita tiene razones para sentirse aliviado. El 25 de diciembre pasado, cuatro de sus compañeros del pabellón de los condenados a muerte fueron ahorcados, incluido Yoshie Fujinami, de 72 años, quien estaba casi inválido y apenas podía permanecer de pie, según defensores de derechos humanos.
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Esas ejecuciones ocurrieron tras una pausa de 15 meses. El nuevo ministro de Justicia, Jinen Nagase, declarado partidario de la pena capital, no mostró ningún reparo en firmar las órdenes de ejecución, a diferencia de su predecesor budista.

"Es importante considerar los sentimientos de las víctimas y de la población. Debe mantenerse el orden social", sostuvo.

Esa opinión tan tajante refleja el sentir de la mayoría de los japoneses.

Una encuesta oficial realizada hace dos años mostró que más de 80 por ciento de los consultados estaban a favor de la pena de muerte. Más de la mitad creía que esa era una forma efectiva de disuasión y un castigo justo por asesinato, según versiones de prensa de entonces.

Sólo seis por ciento de los encuestados expresaron una abierta oposición a ese castigo extremo.

Entre los opositores, cada vez más personas asumen un papel activo. Mitsumoto, de 61 años, es una de ellas.

Esta profesora de "tanka" (poesía) respondió a una carta de Okashita pidiéndole aceptar sus versos.

"Mi oposición a la pena de muerte no es por una cuestión de justicia, sino simplemente porque la vida es valiosa. A través de las cartas y la poesía de Okashita sé que aprendió a valorar la vida otra vez, y por eso quiero que viva", dijo Mitsumoto a IPS.

La conmovedora historia de la amistad entre un condenado por asesinar a dos personas en 1989 y su comprensiva profesora de poesía se hizo conocida con la publicación de una antología de tanka en diciembre.

"El principio del fin", publicada por Mitsumoto, incluye poemas que Okashita escribió en las cartas enviadas una o dos veces por mes.

Sus versos expresan profundo remordimiento por su delito y temor al rechazo social.

Los opositores a la pena máxima coinciden en que la población japonesa es rígida e implacable, explicándose así el casi total apoyo que concita ese castigo.

"El excesivo y conservador sentido de orden social que tienen los japoneses refuerza la idea de que el delincuente merece los castigos más severos. Por eso sigue habiendo un enorme respaldo a la pena de muerte. Se considera la mejor forma de librar a la sociedad de los criminales", expresó Misaki Yagishita de la organización de derechos humanos Amnistía Japón.

Los activistas que están en contra de ese castigo extremo centran su campaña en el método de ejecución, alegando que es especialmente cruel y puede terminar decapitando al condenado.

También acusan a las autoridades de mostrar insensibilidad y desprecio por los derechos de los reos. En especial la emprenden contra la práctica "injustificable" de no revelar ni al preso ni a su familia la fecha de ejecución.

La carta que Okashita envió a su profesora de poesía después de Navidad es un testimonio de ello.

Otros condenados también relataron cómo están siempre atentos a los pasos matutinos de los celadores porque es la única forma de saber cuándo llegará el momento. Las familias no reciben ninguna información hasta después de la ejecución.

Los abolicionistas decidieron llevar su campaña a los tribunales.

Shuichi Adachi, un abogado de la meridional ciudad de Hiroshima, presentó una demanda contra la práctica de impedir que los condenados vean a sus defensores legales. Los presos del pabellón de la muerte sólo pueden reunirse con sus familiares cercanos y sus líderes religiosos una o dos veces por mes.

"Las condiciones para los condenados a cadena perpetua son mucho menos severas. Pueden reunirse con sus abogados. Pero los delitos cometidos por ambos son similares. Eso es injusto", explicó Adachi, quien está a favor de conmutar la pena capital por prisión de por vida.

Los activistas se aprontan para otra ola de ejecuciones después de la de Navidad.

En la actualidad hay 100 sentenciados que aguardan la ejecución. El año pasado aumentaron a un ritmo mayor las condenas a muerte dictadas, llegando a 21, debido a que la justicia japonesa adoptó una mano más dura contra los delitos violentos.

Los activistas también están preocupados por el posible efecto que pueda tener una nueva iniciativa del Ministerio de Justicia para que las víctimas de delitos declaren ante el tribunal.

Los abogados alegan que la medida exacerbará las pasiones y puede provocar una mayor cantidad de condenas a muerte.

Los abolicionistas esperan contar con un mayor apoyo de organizaciones religiosas en su campaña de información para cambiar la opinión de la población. Oomoto-kyo, una organización sintoísta y opositora a la pena capital, planea involucrarse más.

"Para hacer frente a las ejecuciones hay que aportar argumentos en contra y centrarse en el valor de la vida. Éste es un concepto especialmente respetado por las religiones practicadas en Japón", señaló Katsuya Kimura, representante de la división internacional de Oomoto-kyo.

"Planeamos varias conferencias con otras organizaciones religiosas para alcanzar un consenso acerca de la estrategia que debemos seguir", confirmó.

Hasta ahora, las organizaciones religiosas se habían mostrado dividas a este respecto.

La mayoría de los grupos sintoístas, religión autóctona japonesa, están a favor de la pena de muerte, en tanto los cristianos y los budistas son firmes opositores.

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