Desde la madrugada, Thérèse Allangba comienza sus consultas a las integrantes de la Cooperativa de Mujeres Agricultoras de Marahoué, en esa central región marfileña, para coordinar la entrega a los principales mercados del lugar de los alimentos que producen en equipos de cinco.
"Les pido a aquellas responsables de traer el attiéké (una comida local elaborada con harina de mandioca) que se apresuren. Al igual que con las verduras y la fruta, le digo a la encargada que lleve un registro de los productos que van a salir", relató Allangba a IPS.
"Estamos atrasadas. Desde las cinco de esta mañana, tres camiones de alimentos deberían haber hecho su camino a Abidján, y nosotras todavía estamos corriendo detrás", agregó esta coordinadora de las actividades del grupo.
La Cooperativa, que es la principal organización femenina en Bouaflé, capital de la región de Marahoué, y sus alrededores, unos 200 kilómetros al norte de Abidján, abarca a más de 1.000 mujeres, la mayoría residentes en áreas rurales.
En 2005 registró una ganancia neta cercana a los 30.000 dólares. "Esperamos haber llegado ahora (al cerrar el año que acaba de finalizar) a 50.000 dólares", señaló.
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Allangba indica que estos resultados son el fruto de esfuerzos de mujeres que se propusieron enseñar el modo de organizarse a las pobladoras de áreas rurales.
"Cuando comenzamos el proyecto, muchas mujeres eran reticentes (a participar en él). Pero nosotras les mostramos que, con la cooperativa, no solamente podrían incrementar sus ganancias, sino también ser financieramente independientes", dijo.
Pero obtener fondos para el proyecto fue problemático: "Incluso conseguir el mínimo de crédito fue una pesadilla", señaló.
Allangba aseguró que las mujeres de este país que no tienen garantías o personas que las respalden no obtienen préstamos, a la par de que el analfabetismo también debilita sus perspectivas de conseguir créditos.
Esto sucede pese a que los préstamos requeridos apenas van del equivalente a 100 dólares a los 300 cada uno, usados muchas veces sólo para comprar fertilizante.
Estelle Tra Lou, productora de plátanos e integrante de la Cooperativa, experimentó problemas similares.
"En el curso de mi primera experiencia en una cooperativa, un banco local, al que recurrimos por un crédito para comprar un molino de mandioca, nos pidió una garantía o, a cambio, nos exigía declaraciones bancarias de nuestros esposos", explicó a IPS esta jefa de un hogar con cuatro hijos.
Estas dificultades sobrevienen pese a que las mujeres juegan un rol clave en la seguridad alimentaria de Costa de Marfil, según el Ministerio de la Familia y el Niño, que también señala que, aunque estas mujeres constituyen 25 por ciento de la población marfileña, representan cerca de 30 por ciento de la producción alimentaria nacional.
"Desafortunadamente, la participación de las mujeres rurales en la economía del país no es comprendida a causa de su carácter informal", sostuvo Euphrasie Yao, directora de promoción de género e igualdad en el Ministerio de la Familia y el Niño.
Y como no se benefician de ninguna asistencia técnica, observó, estas mujeres siguen siendo económicamente dependientes de los hombres.
"Si tuviéramos personas como Muhammad Yunus, la tarea sería un poco más fácil", opinó Allangba.
Conocido como el banquero de los pobres, Yunus es el economista nacido en Bangladesh que el año pasado recibió el premio Nobel de la Paz junto con el Banco Grameen, el que fundó en 1983 y cuyo nombre significa "banco de la aldea".
El galardón fue en reconocimiento a sus esfuerzos por ayudar a escapar de la pobreza a millones de personas, en su mayoría mujeres, concediéndoles microcréditos a través de esa institución.
"Esperamos que eso sirva como ejemplo aquí", dijo Allangba.
Según el Ministerio de Economía y Finanzas de Costa de Marfil, en el país había en 1995 solamente dos instituciones de microfinanzas, pero ya en 2004 sumaban 70, que estuvieron haciendo uso de 116 bancos de ahorros que habían recaudado unos 80 millones de dólares para unos 500.000 beneficiarios.
Pero todavía no juegan el rol que esperamos, especialmente en lo relativo a las mujeres", se quejó Tra Lou.
Este punto de vista no es aceptado por todos. "En nuestros registros, hay varias asociaciones de mujeres que se han beneficiado de nuestra asistencia", afirmó Marcel Aka, gerente de una de estas instituciones de microcrédito.
"Los procedimientos para obtener créditos incluso se volvieron más flexibles. Siempre que estemos seguros de que se nos devuelva el dinero, lo daremos", apuntó.
Todavía queda mucho por hacer, aseguró Christiane Bitty Kouyaté, presidenta de la no gubernamental Plataforma de las Mujeres para Ganar, con sede en Abidján.
Kouyaté llamó a gobierno y donantes a centrarse en capacitar a las mujeres del ámbito rural encarar proyectos de producción viables y a extenderles microcréditos, así como a mejorar los procedimientos para obtener financiación. "No demandar demasiada documentación sería un buen paso", declaró.
Allangba coincidió. "La gente debería saber que, en cierto modo, estamos tomando parte en el desarrollo de la nación. Diariamente producimos casi 10 toneladas de alimentos para una parte del país, así que también debemos ser ayudados", dijo.
Desde septiembre de 2002, Costa de Marfil está dividida en dos. La parte norte del país está bajo dominio de insurgentes que alegan haber recurrido a las armas para luchar contra la exclusión de los habitantes de esta zona por parte del gobierno central.
Justo antes de la crisis, en enero de 2002, se estableció en Abidján el primer banco para mujeres, con 20.000 clientas.
El estallido de la guerra civil no permitió que sucursales de esta institución se establecieran en diferentes regiones del país para asistir a mujeres rurales. No obstante, el banco todavía existe en Abidján. Según sus funcionarios, en los últimos cuatro años prestó unos 200.000 dólares a 2.800 mujeres.