Mientras imágenes aterradoras de personas asesinadas emergen de Darfur al mundo, la dramaturga Catherine Filloux reunió en Nueva York a expertos, sobrevivientes, clérigos, diplomáticos y otras personalidades para debatir sobre el genocidio de Sudán.
Filloux, quien repone su última obra "Lemkin's House" (La Casa de Lemkin) en Broadway, organizó una serie de intercambios entre el público y oradores de reconocida trayectoria pública después de cada representación.
Entre otras personalidades, se destacan el embajador de Camboya en la ONU (Organización de las Naciones Unidas), H.E. Widhya Chem, el asesor especial del secretario general del foro mundial sobre Prevención del Genocidio, Juan E. Méndez, el director local de Huérfanos Ruanda, Jean Baptiste Ntakirutimana, y el sacerdote Michael Lapsley del Instituto para la Cicatrización de la Memoria, Sudáfrica.
La experiencia contará con la moderación de Adele Welty. del Comité de Dirección Peaceful Tomorrows.
Hace cinco años que Filloux está dedicada a la temática del genocidio. A principios de la década del 90 le atrajo la historia de 150 camboyanas en California que sufrían de ceguera psicosomática por haber presenciado las atrocidades cometidas por el despótico régimen del Jemer Rojo.
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Intrigada por el asunto, Filloux pasó los siguientes cinco años recolectando historias orales de esas mujeres en el Centro de Servicios a la Inmigración y los Refugiados St. Rita, del Bronx. El resultado fue la obra "Eyes of the Heart" (Ojos del Corazón) y su posterior colaboración como profesora de inglés.
"Luego, durante mi estadía ahí comenzaron a llegar bosnios y luego albaneses", relató. "Los camboyanos fueron desplazados a los ojos del mundo entero, luego, nos encontramos lidiando con otra cosa. Empecé a ver este fenómeno de genocidios desechables".
"Tal como dijo Lemkin, el genocidio se repite con 'regularidad biológica'", señaló Filloux.
El abogado polaco Raphael Lemkin acuñó la palabra "genocidio" y creó la Convención de la ONU sobre Genocidio. "Lemkin es un hombre que llegó a Estados Unidos con la esperanza de que este país pudiera hacer algo al respecto", indicó.
En 1939, Lemkin suplicó a sus familiares que huyeran de la Polonia natal con él, pero ellos prefirieron quedarse. Salvo su hermano, todos murieron en el Holocausto de los judíos europeos a manos del régimen nazi alemán durante la Segunda Guerra Mundial.
Este abogado pasó el resto de sus días en Estados Unidos luchando sin tregua por leyes internacionales que prohibieran el genocidio y pidiendo al resto del mundo que actuara cuando ocurriera.
Filloux presentó en 2001 la obra "Photographs from S-21" (Fotografías de S-21) en Camboya mismo. Se trató de una experiencia que le enseñó las posibilidades de diálogo en un contexto teatral.
"La gente se quedaba después de la obra, algunos gritando y comenzaban a hablar", relató. "Me di cuenta que el teatro es un ambiente despolitizado donde la gente se siente con libertad para contar sus historias".
Para su última producción, "Lemkin's House", que se presentará el 8 de octubre en el Body Politic Theatre, de Nueva York, profundizó esa idea.
La obra se centra en la historia de Lemkin luego de su muerte e indaga qué hubiera pasado si las atrocidades ocurridas en Ruanda y Bosnia, tras la aprobación de la ley de Lemkin, lo persiguieran hasta la tumba.
Después de cada representación, Filloux hace un impresionante despliegue de oradores en paneles de discusión con preguntas y respuestas. Los participantes son destacados expertos en materia de genocidio, algunos de ellos son incluso sobrevivientes de alguno.
En una reciente representación de esa obra, el padre Lapsley, sacerdote anglicano y fundador del Instituto de Cicatrización de la Memoria en Sudáfrica, se hallaba entre los panelistas.
En su lucha contra el apartheid (régimen de segregación racial en perjuicio de la mayoría negra), Lapsely perdió sus manos y un ojo al detonar una carta bomba anónima que recibió por correo.
"Cuando celebramos nuestra victoria en Sudáfrica, el mundo entero vino a la fiesta", relató Lapsley. "Pero el mundo dio vuelta la cara cuando Ruanda sufrió, por eso es apropiado que esta obra se presente en Nueva York", apuntó.
"Cuando esta ciudad tuvo sus días de sufrimiento, todo el mundo se compadeció. Cuando Ruanda sufrió, Nueva York miró para otro lado", precisó.
Otra panelista fue Ruti Teitel, especialista en derechos humanos y profesora de la Facultad de Derecho de la Universidad de Nueva York. "¿Hizo alguna diferencia?", preguntó. "Tener un vocabulario, un discurso, la posibilidad de llamar a la Casa Blanca y decir 'se trata de un genocidio'. Lemkin nos dio un vocabulario, el discurso sienta las bases para la acción".
"Lemkin nunca dejó de creer en el poder de las palabras", señaló Filloux. "Pero lo que marca la diferencia es la voluntad política. Si hay suficiente gente que haga olas y diga, no dejaremos que esto vuelva a suceder, ahí es cuando los cambios se producen", comentó.
Filloux, de descendencia francoargelina, comparte la idea de Lemkin acerca del poder del lenguaje. "Las palabras son las que nos convierten en humanos. Lemkin sigue existiendo porque las palabras de la ley que promovió existen", añadió.
El próximo proyecto de Filloux es un libreto para un musical de un sobreviviente camboyano del Jemer Rojo, Him Sophy, llamada "Where Elephants Weep" (Donde los elefantes lloran).
La laureada escritora también trabaja en una obra en relación con el huracán Katrina que narrará la historia de un hombre discapacitado que tuvo que escapar nadando cuando su casa se inundó. Se estrenará en Nueva Orleáns con motivo del segundo aniversario de la catástrofe que arrasó con esa ciudad.