Hace años que Mariko, divorciada de 61 años, padece depresión. La devastadora sensación de pérdida que la invadió tras la muerte de su único hijo, la obligó a encerrarse en su apartamento semanas enteras. En Japón decenas de miles de personas están en su misma condición, según especialistas.
"Hay días en que me parece que es más fácil morir que enfrentar un futuro miserable", relató.
Mariko, quien pidió no se mencionara su apellido, depende de antidepresivos para seguir adelante, pero se niega a consultar un psiquiatra por su excesivo costo.
"Es difícil hablar con otras personas de mi enfermedad porque no tienen tiempo de ayudarme. Mis familiares creen que estoy haciendo un escándalo y que quiero darles lástima", dijo a IPS en su pequeño apartamento, en un suburbio de Tokio.
Los varios miles de personas que sufren depresión en Japón, viven al margen de una sociedad poco solidaria con esta problemática. Pero a causa del crecimiento de los suicidios, el gobierno decidió asumir su responsabilidad.
Así, se aprobó en junio la "ley básica para lidiar con los suicidios", considerada como un paso histórico en la materia, que vincula la depresión con este fenómeno y reclama una acción social para combatirlo.
En Japón, con unos 127 millones de habitantes, se registran más de 32.000 suicidios por año, la peor cifra entre los países industrializados. Las investigaciones señalan que por cada uno, hay 10 intentos fallidos. Si bien la autoeliminación se asocia a varias enfermedades mentales, la principal de ellas es la depresión.
Para cumplir con el criterio elaborado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en la prevención de suicidios, la legislación ahora vincula su característica de enfermedad mental con el rol que pueden jugar la comunidad y el lugar de trabajo.
También incluye nuevas medidas para que las empresas contraten psiquiatras y recaben datos respecto de la depresión en el ambiente laboral, y crea un equipo gubernamental especializado a cargo del secretario del Gabinete y se propone disminuir la cantidad de suicidios a menos de 25.000 por año.
"La nueva ley garantiza un apoyo nacional al tratamiento y prevención de la depresión, algo que debió hacerse tiempo atrás en Japón", indicó Hidemori Gen, jefe del no gubernamental Centro de Ayuda Shinjuku, que suministra asistencia en su sede en el pleno centro de Tokio.
Gen, un ex monje budista, comentó que montó la organización para ayudar al creciente número de personas que buscan asistencia con desesperación.
"Más de 100 personas visitan mi clínica por problemas emocionales, y algunas de ellas son suicidas. Se les ofrece tratamiento por un monto simbólico, si no pueden pagarlo los atendemos gratis", dijo a IPS.
Encuestas realizadas en la clínica muestran que el estrés causado por el trabajo, las dificultades económicas tras un despido o la quiebra son las principales causas desencadenantes de algunas enfermedades mentales como la depresión.
El problema central radica en la falta de apoyo comunitario para la gran cantidad de personas que han rechazado ciertas costumbres tradicionales, con la consiguiente descomposición de sus vínculos familiares directos e indirectos, indicó Gen.
"En ese contexto, la prueba mayor para la nueva ley es el uso que hagan de ella los burócratas", explicó, al reclamar que el gobierno reconozca que la depresión puede tratarse mejor en el ámbito comunitario.
Norihiro Kurki, funcionario del Ministerio de Trabajo, Bienestar Social y Salud, reconoce que Japón tiene por delante un largo camino en la prevención de suicidios, consecuencia de muchos problemas complejos.
"La nueva ley motivará campañas serias contra el elevado número de suicidios de Japón. Pero, honestamente, es difícil identificar una única causa para esta situación alarmante", señaló. El respaldo comunitario es la única respuesta, añadió.
Estadísticas oficiales revelan que la mayor cantidad de suicidios se da en adultos mayores, 10.000 casos anuales entre las personas de más de 60 años, seguidos por la franja de hombres de 40 y 50 años, que representan unos 8.000 casos por año.
Según la ubicación geográfica, hay más autoeliminaciones en el norte del país, donde los ancianos de aldeas remotas, que viven solos por la emigración de los jóvenes a las ciudades, se ven tentados a la muerte para escapar de la soledad.
Yoshitaka Igarashii, voluntario en un centro de atención de ancianos, explica que el gobierno debe respaldar los programas de asistencia a personas depresivas, de modo de asegurar el vínculo entre el modelo médico y el comunitario para controlar los suicidios.
"Es importante que los grupos vulnerables, aun si están sanos, sepan que pueden buscar ayuda cuando estén angustiados, tal como lo dispone la ley, que debe promulgarse según lo estipulado por las pautas de la ONU", señaló.
El mes pasado, se dio a conocer el caso de un hombre de 54 años que trató de suicidarse tras ser condenado por el asesinato de su madre, de 86 años, quien sufría de demencia, aunque no fue a prisión por ser primario.
El hombre había pedido ayuda a funcionarios del gobierno loca, pero éstos se la rechazaron aduciendo que ya se beneficiaba de un subsidio por desempleo. El juez dictaminó que el acusado se había deprimido porque la oficina de bienestar social no mostró la menor sensibilidad.