– En el nordeste de la meridional provincia canadiense de Alberta, la minería a cielo abierto desnuda bosques y suelos para alcanzar un petróleo viscoso y con aspecto de melaza, mezclado con arena y arcilla a entre 40 y 60 metros por debajo de la superficie.
Cuarenta por ciento del área se compone de humedales, algunos de los cuales fueron drenados. Los ríos se desviaron para impedir la inundación de las minas.
Allí se encuentra uno de los humedales más espectaculares del mundo y, a pesar de su reconocida importancia ecológica, las autoridades prevén que ese sitio se dedique a la explotación minera a cielo abierto.
El Complejo de Humedales del Lago McClelland está unos 120 kilómetros al norte del pueblo de arenas petroleras de Fort McMurray, en Alberta. Comprende el lago, 12 desaguaderos y un pantano muy hermoso, antiguo e intrincado.
El área alberga numerosas plantas exóticas, incluidas cinco especies que se alimentan de insectos.
[related_articles]
Científicos como Richard Thomas consideran que el pantano es un patrimonio natural de nivel mundial.
"El holocausto ecológico que hoy sufre el Pantano McClelland concentrará la atención del mundo", advirtió Thomas, miembro de la Asociación Vida Silvestre de Alberta (AWA), en una declaración escrita.
A causa de su importancia ecológica, el humedal fue una zona vedada a la minería hasta que una empresa petrolera presionó con éxito a importantes políticos de Alberta a fines de los años 90, relató Ian Urquhart, cientista político de la Universidad de Alberta y portavoz de la AWA.
Ahora, 40 por ciento del pantano y 50 por ciento de todo el complejo será destruido por las actividades mineras. Apenas 0,1 por ciento (4,13 kilómetros cuadrados) de los 3.450 kilómetros cuadrados de arenas petroleras en el área susceptible de explotación minera de Fort Hills contarán con protección.
"Estamos intentando asegurar protección para un área de 200 kilómetros cuadrados que incluye el complejo y las tierras circundantes, como una barrera, sin considerar demasiado el tamaño" de esa superficie, dijo Urquhart a IPS.
Sin embargo, la preservación ambiental está lejos de las preocupaciones de las autoridades.
A fines del otoño (boreal) pasado, el gobierno de Alberta desató una tormenta pública cuando difundió su programa "Mineable Oil Sands Strategy" (estrategia de arenas petroleras susceptibles de explotación minera).
El documento indica que miles de kilómetros cuadrados de bosques y humedales boreales con arenas petroleras subyacentes sólo servían para extraerles petróleo.
Por primera vez, el gobierno dijo abiertamente que daba por perdidos más de 3.000 kilómetros cuadrados de naturaleza en favor del petróleo, señaló Urquhart, quien está escribiendo un libro sobre las arenas alquitranadas.
Esa fue la política del gobierno, no declarada pero sí de hecho, desde que comenzaron a explotarse las arenas petroleras a fines de los años 60, añadió.
El creciente malestar por la velocidad, la escala y el impacto del desarrollo de arenas petroleras causó extendidas protestas públicas en torno del documento. Un año después de su publicación, comenzó una evaluación de la estrategia que involucra a la industria, el público y organizaciones no gubernamentales.
Las empresas petroleras gastaron millones de dólares plantando pasto y árboles en tierras otrora mineras, con miras a reclamar su concesión, dijo Greg Stringham, vicepresidente de la Asociación Canadiense de Productores de Petróleo.
"Veinte por ciento de la tierra explotada por Syncrude y Suncor (dos de las mayores empresas dedicadas a las arenas petroleras) fue reclamada", añadió.
Pero aunque ahora crecen árboles sobre alrededor de 5.000 hectáreas de tierra utilizada para minería hasta hace 40 años, ningún ecologista llamaría a estas tierras restauradas "bosques boreales", dijo Urquhart.
"Es imposible recrear el ecosistema boreal", aseguró.
Las compañías ni siquiera tienen que hacer el intento de restaurar el bosque boreal. Todo lo que necesitan es arreglar las cosas para que en el futuro la tierra pueda ser usada con otros propósitos. A pesar de esto, ni una hectárea fue reclamada oficialmente, según el gobierno de Alberta.
Llevará 300 años o más para que las áreas reclamadas vuelvan a ser bosques, dijo Rick Schneider, de la Sociedad Canadiense para los Parques y la Naturaleza en Edmonton, Alberta.
Los humedales pueden no volver nunca. Un informe estima que casi 10 por ciento de los humedales de la región terminarán eliminados permanentemente del paisaje, pese a los intentos de reclamos.
Aunque Alberta ocupa una enorme superficie, de 661.848 kilómetros cuadrados, habitados por apenas 3,3 millones de personas, la tala industrial y el desarrollo petrolero y gasífero redujeron sus vastos bosques a menos de 40 por ciento de su extensión original, según un estudio reciente de la organización ambientalista Global Forest Watch Canadá.
El alcance de esa pérdida es comparable a la de la selva amazónica, señaló la organización.
El estudio reveló que buena parte del bosque remanente está muy fragmentado por la actividad industrial, lo que ha tenido un impacto significativo en las manadas de renos salvajes y osos pardos.
La mayoría de las manadas de renos se redujeron o están amenazadas con la extinción total, incluidos aquellos en la región de las arenas petroleras de Athabasca, en el centro-occidente de Canadá.
Estos renos y osos, junto con linces y algunos pájaros salvajes, son particularmente sensibles a las alteraciones producidas por el hombre, afirmó Schneider.
"Hasta ahora nadie cuantificó el impacto del desarrollo industrial de estas especies", aseveró.
Los estudios llegaron tarde, y tienen más que ver con cómo adaptar las técnicas mineras para minimizar el daño sobre las especies más que en la posibilidad de no realizar esas actividades, dijo Urquhart.
Y será difícil para la ciencia mantenerse al día.
"El ritmo de desarrollo de las arenas petroleras es absolutamente frenético", evaluó Urquhart.
(*) Este artículo es parte de una serie de informes especiales sobre el impacto ambiental de la minería en las arenas petroleras de Canadá.