La conocen como Tierra de Nadie. Es una pequeña franja de desierto en la frontera entre Jordania e Iraq y que no es reivindicada por ninguno de los dos países. Allí, miles de refugiados kurdos esperan la hora de conseguir un hogar.
Cuando miles de refugiados kurdos de Irán abandonaron su país de origen tras el triunfo en 1979 de la Revolución Islámica, lograron instalarse en Kellar, en el norte de Iraq.
No todos eran civiles que huían de la represión iraní. Algunos de ellos simpatizaban con el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), organización insurgente de los kurdos de Turquía, y parte de ellos participaban en la filial de ese grupo en Irán..
Como temían represalias de agentes de iraníes por sus actividades, se alejaron de la frontera Iraq-Irán en 1982, rumbo al campamento de refugiados de Al Tash, en las afueras de la central ciudad iraquí de Ramadi.
"Somos un grupo de vecinos y simpatizantes de partidos y organizaciones iraníes que nos oponemos al gobierno de Irán", dijo a IPS uno de esos refugiados, Azad Gvanmiri. "Somos refugiados desde hace 27 años, y hace un año y seis meses nos fuimos porque tememos ser atacados por el régimen islámico iraní."
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"No somos libres", agregó Gvanmiri. "Estamos entre dos países, pero nos rechazan. No nos dejan ingresar en Jordania. ACNUR nos dice que no es problema suyo, sino que depende de Jordania, pero el gobierno jordano nos dice que el problema es de ACNUR."
Sadr, un kurdo iraní que logró llegar a Jordania en 2003, recordó la vida en Al Tash. "Éramos más de 10.000 personas, y el campamento estaba rodeado de alambre de púas. El gobierno iraquí nos dio documentos de identidad que decían que no teníamos derecho a alejarnos de Ramadi."
"Durante todos estos años no tuvimos instalaciones, escuelas formales o servicios de salud. Y, desafortunadamente, ninguna organización nos ayudó", agregó.
A medida que la guerra avanzaba, muchos huyeron de Iraq y obtuvieron refugio en el campamento de refugiados de Ruweishid, en territorio jordano, donde aguardan turno para reubicarse en otros países, en especial de Europa.
Los que se quedaron no tuvieron tanta suerte. Después del segundo ataque contra la central ciudad de Faluya en 2004, la vida se volvió muy dura en esa área de la provincia de Al-Anbar, fronteriza con Jordania.
Dos centenares de kurdos iraníes del campamento de Al Tash abandonaron Iraq en procura del amparo de amigos y familiares de Jordania.
Pero el gobierno jordano les negó el ingreso, pues entendía que ya estaba al tope de sus posibilidades: a los palestinos, incluso, ya se les habían cerrado las fronteras del país, y debieron optar por Siria.
Los kurdos pudieron abandonar Iraq, pero se encontraron atrapados en esta región fronteriza, conocida como Tierra de Nadie.
Con apenas 20 años, Khabat Muhammadi es el líder y portavoz de los residentes del campamento.
"El 11 de enero salimos de aquí para reunirnos con funcionarios del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). No tenemos alimento, el clima está mal. Tenemos muchos problemas, pero no nos recibieron", dijo Muhammadi a IPS.
Hace casi un año y medio, los refugiados en Tierra de Nadie esperan por la oportunidad de encontrar una vida en paz, al margen de la guerra y el caos en Iraq y en su país natal.
Todos los días, los niños y niñas del campamento —casi la mitad de su población— se dirigen a la carretera entre Amman y Bagdad para pedir a los camioneros agua y alimentos.
Los dirigentes del asentamiento intentaron enviar adultos para esa tarea, pero los camioneros solo mostraban compasión hacia los niños. "Si fuera hacia los camiones iraquíes con un latón, no me darían ni un poco de agua para beber", dijo Gvanmiri.
Pero los niños, muchas veces, ni siquiera la piden. Simplemente, toman el agua o combustible de los camiones. "A veces los camioneros les pegan o los reprenden", dijo Muhammadi.
Los niños del campamento en Tierra de Nadie son una presencia ubicua. Cincuenta y uno por ciento de los refugiados allí tienen menos de 18 años, y vienen más en camino. Hubo siete partos en el parlamento. Uno de los bebés murió en el alumbramiento, pues la madre sangró mucho.
ACNUR realizó reiterados contactos con la población del campamento para resolver su situación, pero no propusieron ninguna solución que los refugiados consideraran aceptable.
Esta semana, un representante de la agencia y el gobierno del Kurdistán iraquí visitaron el campamento en Tierra de Nadie para ofrecerles a sus habitantes un lugar para asentarse, con sus compatriotas del norte de Iraq. Los refugiados rechazaron la oferta.
Muchos recuerdan a sus familiares cazados en el Kurdistán iraquí por agentes del régimen del ayatolá Ruhollah Jomeini, el arquitecto de la Revolución Islámica iraní. "Yo tenía tres años cuando mataron a mi padre en 1986, en Suleimaniyah", recordó un hombre que se identificó como Barzan.
ACNUR no respondió los mensajes por e-mail enviados por IPS para preguntarle sobre los kurdos en Tierra de Nadie. Los refugiados dicen creer que la agencia de la ONU los trata como refugiados económicos, cuando se trata de refugiados políticos.
"Lo bautizamos 'Campamento de los Huérfanos de la Comunidad Internacional'", dijo Gvanmiri. "Queremos que se reconozcan nuestros derechos. No podemos vivir en Iraq durante 27 años sin derechos legales ni identidad, porque somos las víctimas."
"Nuestro problema no es el hambre: nuestro problema es político. Somos humanos y deberíamos vivir todos como humanos bajo el cielo", clamó.
Los refugiados en Tierra de Nadie se quedan sin opciones. Ya amenazaron con una huelga de hambre si el gobierno jordano continúa negándoles refugio, y si ACNUR continúa negándose a intervenir en su favor.
"No podemos seguir viviendo así", dijo Khabat Muhammadi. "Esto es como una prisión. No podemos vivir otros 27 años en Tierra de Nadie." (