Detrás de la publicación de investigaciones de muchas revistas especializadas de Sudáfrica se esconden motivos económicos, más que el interés de divulgar descubrimientos de importancia, según un estudio de la Academia de Ciencia.
"Publicar o perecer" es la advertencia dada a los académicos al comienzo de sus carreras, pero lo que ansían muchos es muy especial. Quieren que sus descubrimientos logren la inmortalidad en algo raramente hallado en los estantes de las librerías de cualquier vecindario: revistas especializadas, llenas de notas de pie de página y terminología técnica.
Para un académico ambicioso, estas publicaciones ofrecen la posibilidad de que su trabajo sea reconocido por las mentes más brillantes de su área y de conseguir invitaciones a conferencias en el exterior. A pesar de sus diminutas tiradas, con el tiempo esas revistas también pueden influir sobre los gobiernos y las economías.
Por lo menos, ese es el modo en que se supone debe funcionar el proceso.
Sin embargo, el sistema de revistas locales tiene profundas fallas, según una investigación realizada por seis miembros de la Academia de Ciencia de Sudáfrica, un organismo independiente ubicado en Pretoria y que agrupa a los principales investigadores del país..
Titulado "Un acercamiento estratégico a la publicación de investigaciones en Sudáfrica", el estudio indica que ahora la divulgación es una actividad principalmente motivada por incentivos financieros, más que por el deseo de dar a conocer importantes hallazgos científicos.
Se considera que apenas unas 20 revistas sudafricanas tienen nivel internacional, lo que está determinado por el grado de influencia que tiene el material que publican, y es citado por investigadores del exterior.
Pero muchas más —255 en total— son reconocidas por el Departamento de Educación. "Algunas no valen el papel en que están impresas", opinó Anastassios Pouris, director del Instituto para la Innovación Tecnológica de la Universidad de Pretoria y uno de los autores del informe.
Como resultado, un artículo académico, ya sea publicado en una revista de alto vuelo o en una mediocre, le hace ganar a la universidad donde trabaja su autor un subsidio gubernamental de 13.000 dólares.
Esto parece haber impulsado la publicación por parte de instituciones terciarias que tienen problemas económicos, sin importar demasiado si la investigación en cuestión es realmente significativa y si está bien hecha. Tampoco importa demasiado si el trabajo científico es leído.
Según el profesor Johann Mouton, director del Centro para la Investigación en Ciencia y Tecnología de la Universidad de Stellenbosch, en la meridional provincia del Cabo Occidental, alrededor de un tercio de las revistas sudafricanas jamás fueron citadas por científicos del exterior. Mouton también es autor del informe.
La proliferación de estas revistas se origina, en parte, en los obstáculos que los académicos en los países en desarrollo han enfrentado para hacer que sus investigaciones sean aceptadas por la elite científica.
Estas dificultades han adoptado variadas formas y tamaños, desde computadoras decrépitas y dificultades lingüísticas a telecomunicaciones lentas, además de tener que hacer frente a una cantidad de estudiantes que suman la población de una pequeña aldea.
Pero, por sobre todas las cosas, está la "percepción de que la investigación en el Sur no tiene el mismo prestigio o aceptación que la del Norte", señaló el profesor Dan Ncayiyana, editor de la Revista Médica Sudafricana, una de las calificadas como de primer nivel por la Academia de Ciencia.
El resultado de todo esto fue que los académicos buscaron fortuna en otras revistas, varias de las cuales dejan mucho que desear.
Sin embargo, Isaac Mazonde, subdirector de investigación y desarrollo en la Universidad de Botswana, entiende que no hay que medir con la misma vara a todas las publicaciones.
"Las revistas necesitan ser juzgadas en base a los objetivos que se impusieron a sí mismas. Las que cubren a una región geográfica particular no necesariamente son de menor calidad; tienen un mandato que habitualmente está vinculado a las necesidades de desarrollo de la región involucrada", dijo.
Centrando la atención en los limitados lectores de muchas publicaciones sudafricanas, el informe de la Academia también subraya las dificultades de llevar a cabo investigaciones científicas que beneficien a toda la comunidad.
Si los científicos ni siquiera se comunican con sus colegas de otras instituciones a través de las revistas académicas, probablemente haya poca esperanza de que su trabajo sobre la malaria, la tuberculosis o la educación sean considerados por el gobierno a la hora de elaborar políticas.
"¿Cuál es el punto de pasar el tiempo haciendo algo que no es útil?", preguntó Pouris.
Para abordar estos temas, la Academia propuso que las universidades que se benefician de los subsidios del gobierno a las publicaciones paguen una cuota a las revistas locales para habilitarlas a poner investigaciones científicas sudafricanas en Internet. Muchas todavía no pueden hacerlo.
La iniciativa busca que esas investigaciones sean expuestas, en vez de quedar enterradas en los estantes de una universidad. Al hacer accesibles los contenidos de revistas menos conocidas a través de la red mundial de computadoras, también se podría aumentar el número de lectores, así como la importante cantidad de veces en que los buenos artículos son citados.
Aspectos clave del informe, difundido este mes, fueron debatidos el 11 de este mes en una conferencia de gerentes sudafricanos de investigación e innovación celebrada en Pretoria. Los investigadores de la Academia asumieron su tarea a pedido del Departamento de Ciencia y Tecnología, rastreando casi 15 años de publicaciones.
"Las revistas son la sangre de la ciencia que vive y evoluciona", dijo el director de proyectos de la Academia de Ciencia de Sudáfrica, Xola Mati.
Para que este sistema circulatorio sea saludable, sin embargo, la manera habitual de publicar tendrá que terminar.