La ayuda de carácter privado para los países en desarrollo procedente de Estados Unidos más que triplica la asistencia al desarrollo del gobierno, calculó una institución académica de este país.
Estos aportes se vieron impulsados por una inédita ola de contribuciones individuales e incluyen en la estimación las remesas de inmigrantes, explicó el Centro para las Ciencias en las Políticas Públicas del Instituto Hudson, una organización de estudios de carácter independiente.
La asistencia no gubernamental estadounidense trepó a 70.000 millones de dólares en 2004, más del triple de la oficial, según el estudio del Instituto Hudson, que tiene su sede en Nueva York.
Los actos privados de filantropía —definida como el compromiso activo y voluntario para promover el bienestar y la felicidad de otros seres humanos— son una fuerte tradición en Estados Unidos, pero la magnitud de sus aportes al extranjero no ha sido objeto de análisis profundo.
"Hoy, debemos apreciar la relación entre el mundo industrializado y el mundo en desarrollo en términos de su compromiso económico total", dijo a IPS la directora del Centro, Carol Adelman.
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Nuevos y crecientes flujos financieros, incluidos los del sector privado, "deben ser estimados, sin concentrarnos únicamente en cuánta asistencia aporta el gobierno al extranjero", agregó.
Desde hace cuatro años, el análisis del Instituto Hudson calcula los aportes privados desde Estados Unidos al extranjero a cargo de fundaciones, corporaciones, organizaciones voluntarias privadas —incluidas las religiosas— y universidades.
El estudio también pondera el tiempo aportado a la asistencia al extranjero por individuos y las remesas de inmigrantes a sus países de origen.
El primer informe del Instituto Hudson fue publicado en 2002, al que siguió una actualización realizada en 2005.
El nuevo estudio también evalúa la meta de asistencia oficial al desarrollo de los países industrializados, que, según la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), debe equivaler a 0,7 por ciento del producto interno bruto como mínimo para reducir la pobreza.
Ese criterio "puede haber sido importante como medida en los años 50 y 60, pero ahora resulta erróneo, incompleto y obsoleto", según Adelman.
El compromiso, formulado por primera vez en 1970 por la Asamblea General de la ONU, se reafirmó en varios acuerdos internacionales, incluidos los firmados en la Conferencia Internacional para el Financiamiento de Desarrollo en Monterrey, México, y la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Sustentable, de Johannesburgo, ambas celebradas en 1992.
El principal objetivo del establecimiento de un porcentaje del producto interno bruto de los países ricos a la asistencia oficial a los del Sur es promover el desarrollo económico internacional.
Pero ese porcentaje ya no resulta adecuado. "Los programas de gobierno no son los únicos ni los mejores medios para reducir la pobreza en el extranjero", según el informe del Instituto Hudson.
Estados Unidos se ubica en el puesto 21 entre las 22 naciones donantes evaluadas en el estudio de acuerdo con sus aportes al desarrollo.
La ayuda extranjera no ha tenido éxito como mecanismo para la reducción de la pobreza, según el informe, que cita una investigación del Fondo Monetario Internacional (FMI) según el cual existe "poca evidencia firme de un vínculo positivo (o negativo) entre el flujo de asistencia a un país y su crecimiento económico".
Pero la mayor parte de la evaluación del antiguo porcentaje como "erróneo" es la "exclusión de la filantropía internacional privada y la inversión".
El total del compromiso económico estadounidense con el mundo en desarrollo ascendió a 99.000 millones de dólares en 2004. La asistencia oficial equivalió apenas a 20 por ciento de esa suma.
Mientras, la asistencia privada, se estimó en 71.200 millones de dólares, 72 por ciento del total. Ese monto incluye las remesas individuales (47.000 millones de dólares), y la ayuda aportada por organizaciones privadas y de voluntarios, a 9.700 millones, según el informe.
La asistencia oficial al desarrollo, a nivel mundial, creció 34 por ciento entre 1995 y 2004. La inversión extranjera directa aumentó 55 por ciento, y las remesas de los trabajadores inmigrantes a sus países de origen, 176 por ciento.
Con los aportes privados de todos los países donantes superando la asistencia oficial al desarrollo, el fenómeno constituye un "nuevo y enorme flujo financiero que hace una gran diferencia en los países" que lo reciben, dijo Adelman.
El dinero que envían los inmigrantes en Estados Unidos a sus familias y comunidades tiene un gran papel en el desarrollo económico y el bienestar de la población de sus países, agregó.
Los países de América Central y del Sur recibieron remesas desde Estados Unidos por 16.800 millones de dólares en 2004. México, por su parte, recibió 13.300 millones.
De ese modo, en todo el Sur en desarrollo, pero especialmente en los países americanos, las remesas de sus emigrantes se han convertido en una gran porción del ingreso nacional.