Además de originar virulentas y terribles enfermedades, el uso de la biotecnología con fines terroristas podría debilitar la lucha contra el hambre y las enfermedades, advierten expertos en ética aplicada a las ciencias.
Avances científicos de última generación, como la biotecnología y la nanotecnología, "suponen serios riesgos potenciales para el público", dijo a IPS Peter Singer, director del Centro Conjunto para la Bioética en Toronto.
Pero "si lo único que nos preocupa son la bioseguridad y los riesgos, deberíamos crear un gran muro para impedir el desarrollo de estas nuevas tecnologías", sostuvo Singer, coautor del informe "ADN para la paz: Reconciliando biodesarrollo y bioseguridad".
El estudio enfatiza en las posibilidades que ofrece la biotecnología en la lucha contra las enfermedades, el hambre y la pobreza, en especial en el Sur en desarrollo.
"Nuestro mayor temor es la pérdida de oportunidades para el mundo en desarrollo que sufriríamos como consecuencia de una reacción exagerada del público y los países a algún incidente bioterrorista", dijo el coautor del informe, Abdallah S. Daar.
Se trata de una amenaza para el futuro, no de una inminente, sostuvo Daar, codirector del Programa sobre Genómica y Salud Mundial del Centro Conjunto para la Bioética.
De todos modos, la preocupación ante tales eventualidades podría llevar a los países a imponer controles estrictos, regulaciones o prohibiciones que aborten el desarrollo de las nuevas tecnologías, consideró el experto.
Los laboratorios de biotecnología y nanotecnología surgen como hongos por todo el planeta. Sólo Brasil tiene unas 400 compañías de investigación y desarrollo biotecnológico. Singapur y Malasia invierten decenas de millones de dólares en investigación.
Y científicos vietnamitas acaban de anunciar la creación de un arroz transgénico resistente al embate de insectos.
Pero activistas advierten que los gobiernos y estados deberían ejercer un control más riguroso sobre las empresas privadas de biotecnología y nanotecnología, que se resisten a compartir sus descubrimientos por razones comerciales.
Estos activistas consideran que el informe del Centro Conjunto para la Bioética le hace el caldo gordo al sector privado, al desalentar las regulaciones y controles con el argumento de que detienen el avance científico, sin tener en cuenta los riegos.
Los jefes de Estado y de gobierno del Grupo de los Ocho (G-8) países más poderosos acordaron en julio en su última cumbre crear una red internacional para resolver posibles conflictos entre el control del bioterrorismo y el desarrollo de la biotecnología.
Estas preocupaciones también estarán en la agenda de la próxima reunión de las partes del Protocolo sobre Seguridad de la Biotecnología, que es parte del Convenio sobre Diversidad Biológica. Los delegados de los países firmantes se reunirán en Curitiba, Brasil del 13 al 17 de este mes.
Este acuerdo de la Convención sobre Biodiversidad, también llamado Protocolo sobre Bioseguridad o de Cartagena, es el acuerdo internacional que regula el movimiento transfronterizo de organismos transgénicos.
Estados Unidos, Argentina y Canadá, que suman 90 por ciento de la producción de transgénicos, no lo han ratificado.
La biotecnología es un conjunto de técnicas que implican la manipulación o ingeniería de las células de organismos vivos. Ya se producen semillas transgénicas y, en un futuro cercano, se fabricarán nuevos medicamentos, vacunas y reactivos para diagnóstico.
La nanotecnología, en cambio, se refiere a la manipulación de materia no biológica y biológica a nivel de átomos y moléculas. Hasta ahora, se ha empleado para la fabricación de telas más resistentes y cosméticos más suaves.
En 2004, los científicos chinos publicaron más informes sobre investigaciones en nanotecnología que sus pares estadounidenses.
"Las preocupaciones sobre bioterrorismo son legítimas. Es más fácil crear una bacteria resistente a los antibióticos que desarrollar un nuevo antibiótico", dijo a IPS Gigi Kwik Gronvall, profesora de medicina del Centro de Bioseguridad de la estadounidense Universidad de Pittsburg.
Las barreras científicas, técnicas y de costos a la biotecnología caen, y la vuelven más accesible y simple, según Gronvall. Al mismo tiempo, aumentan el poder y los riesgos, advirtió. "Los accidentes serán el gran problema en el futuro", sostuvo.
La acelerada proliferación de esas tecnologías es muy preocupantes, según el activista Pat Mooney, de la organización ambientalista ETC Group, quien se preguntó quién pagará la investigación y la infraestructuras necesarias para regularlas en el Sur en desarrollo.
"Los gobiernos de Canadá y Estados Unidos carecen de capacidad para regular adecuadamente la biotecnología y la nanotecnología en su propio territorio", aseguró. "No creo que debamos confiar en que el sector privado hará todo lo necesario para proteger el ambiente y la salud humana."
La mayor parte de la investigación en biotecnología corresponde a compañías privadas que trabajan en secreto para proteger sus intereses comerciales.
Ése es un obstáculo enorme para que los científicos compartan la información necesaria a fin de impedir accidentes y mal uso de esos avances, sostuvo Singer.
Las empresas están al tanto de esa situación y se muestran dispuestas a participar en una red mundial hacia la creación de una cultura de buena ciencia y buenas regulaciones, añadió el experto.
"Los países ni siquiera pueden manejar material nuclear, pero la biotecnología es aterradora porque involucra materia viva", dijo a IPS la experta Anuradha Mittal, del no gubernamental Instituto Oakland, que desde Estados Unidos alienta la asistencia al desarrollo del Sur.
Los vegetales o virus creados mediante manipulación genética son difíciles de rastrear e imposibles de frenar una vez que se los libera en el ambiente, añadió Mittal. "El Protocolo sobre Seguridad de la Biotecnología. ¿Por qué no usarlo para regular la biotecnología?", preguntó.
La propaganda en favor de la biotecnología como una necesidad de los países en desarrollo representa una señal de la desesperación de las empresas del sector ante los crecientes cuestionamientos del público, según Mittal.
"Siguen prometiendo mejores alimentos y mejores medicinas, pero nunca los suministraron", sostuvo.
Mittal recordó que India es el tercer productor mundial de alimentos, por lo que el hambre no debe atribuirse a la disponibilidad material, sino a la pobreza. Ese país, según la experta, no necesita nuevas tecnologías para frenar las enfermedades, sino ayuda e inversiones en salud.
"Ya que se supone que son expertos en ética, ¿por qué los miembros del Centro Conjunto para la Bioética no trabajan en un asunto como la justicia social?", se preguntó Mooney. "Pero parecen más interesados en promover la liberación tecnológica."
*** +Centro Conjunto para la Bioética de la Universidad de Toronto, en inglés (http://www.utoronto.ca/jcb/home/main.htm) +Centro de Bioseguridad de la Universidad de Pittsburgh, en inglés (http://www.upmc-biosecurity.org/) +Grupo ETC, en inglés (http://www.etcgroup.org) +Instituto Oakland, en inglés (http://www.oaklandinstitute.org) (