BIODIVERSIDAD: Las semillas homicidas

La posibilidad de que los gobiernos autoricen el uso y venta de las denominadas «semillas homicidas» transgénicas divide a los participantes en la octava conferencia de las partes del Convenio sobre la Diversidad Biológica en esta ciudad de Brasil.

Los delegados que llegaron el martes de mañana a la sede de la conferencia, en la meridional ciudad brasileña de Curitiba, presenciaron a más de un centenar de agricultores e indígenas concentrados en la entrada para exigir la completa prohibición de esas semillas.

"Son semillas asesinadas", gritaba la multitud. "Terminen con Terminator."

Los activistas se referían a la tecnología conocida como Terminator, por la cual las semillas comercializadas son sometidas a manipulación genética para que las recogidas en la cosecha sean estériles. Por eso también las llaman "semillas homicidas".

Desarrolladas por multinacionales biotecnológicas y el Departamento (ministerio) de Agricultura de Estados Unidos, el esquema Terminator impide a los campesinos que cultivan predios pequeños guardar las semillas de una cosecha para cultivarlas en la siguiente estación, advierten activistas.
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"Alguien trata de burlarse de mí", dijo Clement Chipocolo, agricultor de Zambia e integrante de la Red Africana por la Biodiversidad. "En mi cultura no se compran semillas. Las guardamos. Alguien trata de imponernos la esclavitud agrícola."

Quienes se oponen a la tecnología Terminator prevén que pronto saldrán al mercado, a menos que los gobiernos las prohíban. Las semillas son hoy objeto de examen en invernaderos de todo el territorio estadounidense.

El Convenio sobre la Diversidad Biológica incluye desde 2000 una moratoria a las pruebas y comercialización de algunos tipos de semillas genéticamente modificadas, entre ellas las Terminator.

Pero los defensores de esta tecnología aseguran que su uso fortalecerá la biodiversidad, y que su alto costo se verá compensado por un mayor rendimiento y calidad de las cosechas.

Los críticos de la manipulación genética de organismos vivos replican que las semillas Terminator socavarán los conocimientos y las innovaciones de los agricultores tradicionales, y que, para colmo, impondrán una nueva carga económica a los campesinos pobres que dependen para subsistir de las semillas obtenidas en la cosecha.

"Es la bomba de neutrones de la biotecnología", dijo Hope Shand, del Grupo de Acción sobre Erosión, Tecnología y Concentración (Grupo ETC). "Están diseñadas para maximizar el lucro de la industria biotecnológica, porque los agricultores se ven obligados a comprar semillas todos los años."

Uno de los principales puntos de la agenda de la conferencia en Curitiba es el derecho de los indígenas y otras comunidades locales a un "justo reparto" de los beneficios por el uso de la biodiversidad y de los conocimientos tradicionales.

La población de pequeños agricultores y sus familias se estima en 1.000 millones de personas en todo el mundo.

La conferencia en Curitiba comenzó el lunes y se prolongará hasta el 31 de marzo. Del 26 al 29 incluirá un Segmento Ministerial en que se espera la participación de un centenar de ministros de Ambiente.

El interés de la industria en la promoción de las semillas Terminator no resulta difícil de entender. Cada año, las empresas de semillas obtienen una ganancia anual de 23.000 millones de dólares, según expertos independientes en comercio.

Estos mismos expertos calcularon que, si se vieran obligados a comprar semillas cada temporada, esa cifra casi se duplicaría, hasta alcanzar 45.000 millones de dólares.

El Grupo ETC está convencido de que, si se admite la venta de "semillas homicidas", la ganancia de la industria subiría 10.000 millones de dólares al año solo en el Sur en desarrollo.

Los agricultores de Brasil, por ejemplo, deberían pagar al menos 500 millones de dólares anuales por semillas de soja. Y los de Pakistán, 120 millones por las de trigo y algodón.

Alrededor de 80 por ciento de los campesinos de Brasil y Pakistán cultivan semillas guardadas de cosechas anteriores.

Hasta ahora, muchos gobiernos del Sur se han resistido a la presión del estadounidense y de la industria agrotecnológica. Pero algunos países del Norte tratan de interceder por la industria en las negociaciones de Curitiba, informaron observadores de la conferencia.

Una ley prohibió el año pasado en Brasil —quinto país del mundo por su población y un gran productor agrícola— el uso, registro, patente y licencia de semillas modificadas. Lo mismo ocurrió en India, una nación predominantemente agrícola donde viven 1.000 millones de personas.

Pero, al parecer, países ricos como Australia, Canadá y Nueva Zelanda se alinearían con Estados Unidos y la industria agrícola en las dos semanas de conferencia en Curitiba.

La delegación australiana intenta, según activistas, socavar los esfuerzos de la moratoria de la ONU sobre las pruebas y la comercialización.

En enero, en una reunión de las partes del Convenio anterior a la conferencia de Curitiba, los australianos recomendaron en España que se analizara la tecnología Terminator en un "estudio de evaluación de riesgo caso por caso".

"Es una tecnología inmoral, anticampesina", dijo Shand. "No necesitamos más estudios. Deberían prohibirla."

Francisco Rodríguez Anamuri, de la Organización Popular de Mujeres e Indígenas de Chile, agregó: "No se trata de Monsanto. Es sobre nuestra seguridad alimentaria. No hay seguridad alimentaria sin semillas."

La compañía estadounidense Monsanto es frecuente objeto de ataques de ambientalistas y defensores de los derechos indígenas por su defensa de los cultivos transgénicos.

Algunos países coincidieron con la industria en que otras modificaciones genéticas pueden ser de importancia en la lucha contra el hambre, con mínimo riesgo para el ambiente.

Pero la organización ambientalista Amigos de la Tierra sostuvo en enero que apenas un puñado de países introdujeron en sus haciendas cultivos transgénicos.

En su informe, titulado "¿A quién benefician los transgénicos?", Amigos de la Tierra consideró que 10 años después del desarrollo de esta tecnología, apenas tres países —Argentina, Canadá y Estados Unidos— concentran 80 por ciento de los cultivos genéticamente modificados.

En otros países, como Brasil y Paraguay, hay cultivos ilegales, y en Indonesia también, en ese caso luego de sobornos a funcionarios, según Amigos de la Tierra.

"Durante seis años hubo un bloqueo" en las negociaciones sobre las semillas Terminator, dijo a IPS el secretario ejecutivo del Convenio sobre la Diversidad Biológica, Ahmed Djoghlaf. "Al parecer, la decisión se tomará en esta reunión."

Pero aún se ignora qué intereses beneficiará esa decisión.

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