COMERCIO: El sino de la agricultura

Las predicciones de la sexta conferencia de la Organización Mundial del Comercio (OMC) que comenzará el martes 13 en Hong Kong conceden escasas posibilidades de adelantos a la eliminación de las barreras comerciales en la agricultura.

"Es una actividad muy sensible y por tanto no podemos esperar de la noche a la mañana que se produzcan avances en un mundo donde abundan las distorsiones comerciales", justificó Panos Konandreas, coordinador de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) en Ginebra.

La controvertida liberalización de los intercambios de productos agrícolas es prácticamente el tema central de la Ronda de negociaciones de Doha que la OMC se propone concluir dentro de un año.

La suerte de la sexta conferencia ministerial en Hong Kong, del 13 al 18 de diciembre, y de la misma Ronda de Doha, dependen de la difícil avenencia entre países con intereses dispares en el negocio agrícola.

Si conseguimos establecer en esta ronda la eliminación de las subvenciones a las exportaciones agrícolas para una fecha determinada, habremos alcanzado un buen progreso, estimó Konandreas.
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La aspiración del especialista de la FAO contrasta con las ambiciones de los países agrícolas no proteccionistas que además del fin de las subvenciones a las exportaciones, pretenden también obtener mejoras sustanciales en la ayuda interna y en el acceso a los mercados.

Pero el funcionario sostiene que no ha llegado aún la hora de la liberalización de la agricultura. Llevó casi medio siglo que los aranceles de los productos industriales se redujeran de 40 por ciento al actual promedio de cinco por ciento, dijo.

Las negociaciones de apertura del comercio de manufacturas se iniciaron en 1946, cuando se comenzaron a echar bases del Acuerdo General de Aranceles Aduaneros y Comercio, conocido por su sigla en inglés GATT, que entró a funcionar en 1948 y fue el antecedente de la actual OMC.

El gran avance en la eliminación de los aranceles industriales se materializó en 1995, cuando entraron en vigor las reformas introducidas por la Ronda Uruguay. Sólo en esa misma época aparecieron tímidamente en el sistema multilateral las primeras reducciones del proteccionismo en la agricultura.

Un vistazo al cuadro de los intercambios mundiales muestra que en 1963 el comercio de productos agrícolas representaba un 29 por ciento del total. En 2002 había descendido a 9,3 por ciento, mientras que el comercio de bienes industriales se aproximaba a 60 por ciento.

Desde otro ángulo, la agricultura tiene un peso singular. La OIT (Organización Internacional del Trabajo) ha recordado que 75 por ciento de los pobres del mundo viven en áreas rurales, que la agricultura emplea a 40 por ciento de los trabajadores de los países en desarrollo y que contribuye con 20 por ciento del producto interno bruto (PIB) de esas naciones.

Pero la FAO sostiene que existe una correlación entre la expansión del hambre y la apertura de los países al comercio agrícola. Las tasas más elevadas de desnutrición crónica se registran en naciones de África subsahariana y en los países menos avanzados, donde alcanzan a un tercio de la población, explicó Hartwig de Haen, subdirector de la institución.

El concepto sugiere que sobre los países en desarrollo más proteccionistas en agricultura recaen los índices mayores de desnutrición. En cambio, los países con menor desnutrición crónica son los que aparecen más integrados a los mercados mundiales.

Sin embargo, la reforma del comercio agrícola tiene sus bemoles para esos países. Por un lado, reducirá las subvenciones que distorsionan los intercambios y los mercados, con lo cual disminuirán los excedentes en el mercado y en consecuencia aumentará el precio del trabajo, mencionó De Haen.

Pero la mala noticia para los países en desarrollo importadores netos de alimentos es que las simulaciones elaboradas por la FAO pronostican que la eliminación de las distorsiones al comercio agrícola provocarán un aumento de los precios de los productos de ese rubro en el mercado mundial.

El incremento oscilará entre cinco y 15 por ciento y comprenderá alimentos, granos, lácteos y carnes, entre otros.

En ese escenario, los importadores netos de alimentos, y en particular los consumidores de esos países perderán a causa de los precios más altos, y en un corto plazo deberán adaptarse a las nuevas condiciones del mercado.

La simulación de la FAO sugiere que los potenciales ganadores serán los países que no protegen la agricultura, entre los que figuran numerosos del grupo de naciones en desarrollo, aunque también algunos industrializados.

Terri Raney, otra economista de la FAO, recomienda a los países en desarrollo y en general a todos los participantes de la Ronda de Doha, que miren más allá de la agricultura pues los estudios efectuados por la institución demuestran que existe un proceso de ajuste muy dinámico que se extiende inclusive a las zonas rurales.

Los países en desarrollo deben pensar en industrias de trabajo intensivo, en incorporar valor agregado a la agricultura para reemplazar las exportaciones de productos básicos en bruto. Esa clase de actividades podría crear empleo y beneficiar a los pobres de las áreas rurales, dijo Raney.

De todos modos, De Haen predijo que la balanza del comercio agrícola de los países en desarrollo en general, aunque incluidos Brasil, China y las naciones más pobres, ampliará su sesgo deficitario en los próximos 30 años. Eso ya ocurre de manera más explícita en los países menos avanzados, observó.

Por esa razón, la FAO recomienda aumentar la competitividad de la agricultura de las naciones en desarrollo para reducir su dependencia de las importaciones. Si esa opción no resulta favorable, tendrán que generar divisas con exportaciones no agrícolas.

China puede hacerlo, pero los países menos avanzados tienen pocas posibilidades de conseguirlo, remarcó.

Además, las negociaciones se trasladarán la semana venidera a Hong Kong en una situación de distorsiones relativamente elevadas en los mercados agrícolas mundiales, verificó la FAO.

Las medidas proteccionistas de los países industriales, miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) se mantienen muy altas. Por año, oscilan entre 250.000 y 270.000 millones de dólares.

En caso eventual de que una reforma del Acuerdo de Agricultura de la OMC elimine los aranceles, los mayores beneficios quedarán para los mismos países de la OCDE que aplicaban esos elevados derechos de importación, sugirió otra simulación efectuada por los economistas de la FAO.

Los ganancias de los consumidores de esos países serán mayores que las pérdidas de los agricultores, dedujo el modelo elaborado por la agencia de la ONU.

Ante tanta incertidumbre sobre el desenvolvimiento de la agricultura y del comercio de sus productos, la FAO se preguntó si la reforma del comercio emprendida por la OMC puede servir a los pobres del mundo.

La respuesta es sí, dijo De Haen. Sí, pero sólo si se emprenden políticas complementarias e inversiones que aseguren que los beneficios de las reformas comerciales alcancen a los pobres, insistió.

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