La elección de la nueva dirección del gobernante Partido de los Trabajadores (PT) de Brasil indica que, al contrario de los pronósticos catastrofistas, el juego político en este país tiende a seguir en los mismos carriles, con pequeños ajustes debidos al escándalo de corrupción.
El presidente Luiz Inácio Lula da Silva permanece como "fuerte (postulante) para la reelección" en los comicios de octubre de 2006, y la campaña electoral tiende a reaglutinar a la izquierda, que no se fragmentó como muchos preveían, dijo a IPS el politólogo Fabiano Santos, profesor del Instituto Universitario de Investigaciones de Río de Janeiro.
De esta forma, la disputa se mantendrá entre la socialdemocracia, representada por el PT "aunque sus militantes no lo reconozcan", y una coalición de fuerzas conservadoras, con algunos cambios en la "geografía electoral", sostuvo.
Habrá alteraciones, por ejemplo en la coalición en torno del PT, con más adhesión de fuerzas menores de la izquierda, como los socialistas, los comunistas y los laboristas democráticos, debilitándose la participación en el oficialismo de partidos conservadores, "divididos" en la actual crisis política, según Santos.
Los izquierdistas radicales que dejaron el PT para ampliar el nuevo Partido Socialismo y Libertad (PSOL) son pocos y tienen escasa fuerza electoral, acotó.
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El resultado de las elecciones internas mantuvo la conducción del PT en manos del mismo grupo, el llamado Campo Mayoritario, que conduce al partido desde 1995, pese a su responsabilidad en el escándalo de sobornos que estremece al gobierno de Lula desde junio.
La elección del ex ministro de Trabajo, Ricardo Berzoini, como nuevo presidente del PT confirma la hegemonía del grupo moderado y pragmático, aunque con una mayoría más estrecha.
El Proceso de Elecciones Directas con que el partido sustituyó sus direcciones en los ámbitos nacional, estadual y municipal fue una manifestación de fuerza que sorprendió incluso a los dirigentes, por la inesperada movilización de la militancia.
En la votación del 18 de septiembre, en la que tenían derecho a voto 825.461 afiliados en 4.638 municipios, se registró un promedio de concurrencia de 40,7 por ciento. El Campo Mayoritario obtuvo 41,9 por ciento de los votos válidos, lo que le permitió colocar a 34 de los 81 miembros del directorio nacional.
Para determinar la presidencia del partido, hubo necesidad de una segunda vuelta el domingo 9. Triunfó Berzoini, pero con apenas 51,6 por ciento de los 228.175 votos válidos, revelando el fortalecimiento del ala más izquierdista, unida detrás de Raúl Pont, ex alcalde de la meridional ciudad de Porto Alegre.
De todas formas, la corriente hegemónica mantendrá el dominio del partido, contando con el apoyo de otros grupos moderados en respaldo a la política económica conservadora adoptada por el gobierno de Lula y las alianzas con fuerzas derechistas que están en el origen de la corrupción, sostuvo el diputado Chico Alencar.
Alencar es un militante histórico que dejó el PT el mes pasado, uniéndose a otros disidentes que organizaron el PSOL.
Berzoini tiende a dar continuidad a las "transacciones" con el capital financiero, ya que se trata de "un cuadro orgánico" del sindicalismo que asumió la dirección de fondos de pensión vinculados a empresas estatales, dijo el diputado a IPS.
Esa asociación entre sindicalistas y los multimillonarios fondos de pensión es señalada por algunos analistas izquierdistas como una vía que condujo al PT a abandonar sus viejos principios socialistas y éticos, antes inclusive de conquistar el gobierno en 2003, adhiriendo a políticas "neoliberales" y a prácticas de corrupción.
El escándalo que obligó a renunciar a varios ministros y a los máximos dirigentes ejecutivos del PT fue desatado por denuncias de un ex aliado, Roberto Jefferson, entonces diputado y presidente del Partido Laborista Brasileño.
Jefferson, acorralado por denuncias sobre un sistema de "propinas" en la empresa estatal de Correos que él mismo habría instalado, acusó al PT de sobornar a partidos aliados de derecha para asegurar su apoyo parlamentario al gobierno. Luego aparecieron datos concretos de por lo menos 55 millones de reales (24,5 millones de dólares) distribuidos a decenas de diputados y líderes partidarios.
En consecuencia, Jefferson fue inhabilitado como legislador, tres diputados renunciaron al mandato y otros 16 están bajo proceso ante el Consejo de Ética de la cámara baja. Otros podrían dimitir antes del día 17, como única forma de evitar la suspensión de sus derechos políticos por ocho años si resultan condenados en el juicio parlamentario.
Encauzada la crisis de esa forma, se redujo la presión sobre el presidente, sospechoso de haber participado o al menos conocido ese sistema de sobornos, y sobre sus ministros. "Lo peor ya pasó", evaluó Lula, coincidiendo con varios analistas.
Mediante sus elecciones internas, el PT mostró vitalidad, la supervivencia de una "izquierda socialista democrática" y la disposición de "refundar" el partido, "combinando democracia y utopía", según su presidente interino, Tarso Genro, ex ministro de Educación.
Podría ser una exageración. Pero los hechos demuestran que, de no aparecer nuevas revelaciones fuertes sobre corrupción, el PT no ha resultado desmantelado como pronosticaban muchos. Los efectos materiales del escándalo se limitan a la deserción de ocho diputados, sobre un total de 91, y de un senador, y a la posibilidad de inhabilitación o renuncia de otros siete.
El viento del escándalo arrebató al PT la bandera de la ética política, restándole votos en las capas medias, pero buena parte de esa pérdida será compensada por efecto de la Beca-familia, un programa de ayuda financiera directa que el próximo año beneficiará a 11,2 millones de familias, y que asegura una fuerte penetración de Lula y de su partido en las capas más pobres de este país.