La ONU calcula que más de 50 millones de personas se verían obligadas a abandonar sus hogares en el próximo lustro por causas ambientales como la elevación del nivel del mar, la desertificación, las inundaciones y la degradación de la tierra.
Estadísticas de la Federación Internacional de la Cruz Roja y la Media Luna Roja son aun más contundentes: quienes hoy están desplazados a causa de esos desastres suman más que los desplazados por las guerras.
Las catástrofes ambientales ya contribuyen con grandes corrientes de migración permanente, afirmaron expertos de la Universidad de las Naciones Unidas (UNU) este miércoles, Día de la ONU para la Reducción de Desastres.
Los cientos de miles de refugiados ambientales expulsados por los huracanes Katrina y Rita de la costa estadounidense del Golfo de México son "apenas la punta del iceberg", Janos Bogardi, director del Instituto de Ambiente y Seguridad Humana de la UNU.
"Muchas personas en la misma situación están mucho más desesperadas", dijo Bogardi a IPS. "Si no se atiende la fuente del problema, la espiral se saldrá de control."
La generosidad del público y el alivio humanitario se concentran en desastres ambientales bien publicitados, como el terremoto del 8 de este mes en Pakistán, el tsunami del 26 de diciembre pasado en Asia meridional y sudoriental y los últimos huracanes en el Golfo de México.
Pero millones de personas terminan desarraigadas de sus hogares por cambios ambientales graduales, como la desertificación, la degradación de la tierra o la elevación del nivel del mar.
Obligados a trasladarse a cualquier otra parte, estos desplazados reciben, en comparación con los damnificados por catástrofes conocidas, menos apoyo en materia de alimentos, refugio, atención médica y asistencia financiera.
Tampoco se les reconoce el carácter de refugiados, como sí a los que abandonan sus países por razones políticas.
"Hay mecanismos internacionales para ayudar a los que huyen de guerras y conflictos armados, pero no hay nada para los refugiados ambientales", se lamentó Bogardi.
"Éste es un problema muy complejo, con organizaciones mundiales ya saturadas por la demanda de refugiados convencionales, tal como se los definió en 1951", dijo el subsecretario general de la ONU (Organización de las Naciones Unidas), Hans van Ginkel, rector de la UNU.
"Deberíamos prepararnos ahora, de todos modos, para definir, aceptar y ayudar a esta nueva camada de 'refugiados' dentro de los marcos internacionales", agregó Van Ginkel.
Expertos afirman que los "refugiados ambientales" deben ser cuidadosamente definidos y distinguidos de los migrantes económicos, que abandonan voluntariamente sus lugares de residencia en busca de una vida mejor pero podrían regresar sin sufrir persecuciones.
Pero tal definición es un problema conflictivo, dijo Tony Oliver-Smith, antropólogo de la Universidad de Florida y de la UNU.
El público mundial cree, en general, que casi todos los desastres ambientales son naturales, cuando de hecho muchos son consecuencia de acciones humanas, como el uso insostenible de los recursos, consideró Oliver-Smith.
Por ejemplo, la población de la capital de Yemen, Sana'a, se ha duplicado cada seis años en promedio desde 1972, y hoy se ubica en 900.000 habitantes. El nivel del espejo de agua del que se abastece la ciudad cae seis metros por año y podría agotarse para 2010, según estudios del Banco Mundial.
En China, el desierto de Gobi se expande más de 10.000 kilómetros cuadrados al año, con lo que amenaza muchos poblados. El experto Norman Myers, de la británica Universidad de Oxford, indicó que Marruecos, Túnez y Libia pierden cada uno más de 1.000 kilómetros cuadrados al año debido a la desertificación.
La mitad de las tierras irrigadas de Egipto sufren los efectos de la salinización, y 160.000 kilómetros cuadrados de predios agrícolas de Turquía sufren los efectos de la erosión.
El asesor y docente de UNU Ben Wisner consideró que no se debe restar responsabilidad a gobiernos nacionales por "vínculos indebidos con compañías forestales, minas abiertas y grandes haciendas ganaderas que realizan prácticas degradantes de la tierra".
"Aun en caso de eventos naturales como los huracanes, construir una ciudad como Nueva Orleans debajo del nivel del mar en una zona con grandes ciclones es una decisión humana que condujo a una catástrofe ambiental", dijo Oliver-Smith.
Las preocupaciones por las toxinas presentes en el ambiente y el costo de la reconstrucción implica que una gran parte de los desplazados de Nueva Orleans nunca podrán regresar a ella, afirmó el experto.
En el caso del terremoto en Pakistán, la mayor parte de las muertes pueden atribuirse a la falta de estructuras de vivienda apropiadas y a su ubicación inadecuada, consideró Oliver-Smith.
"Varios cientos de miles de personas podrían resultar permanentemente desplazadas", agregó.
El principal entre los desastres ambientales de ritmo lento es la degradación de la tierra, con predios agrícolas y pasturas que no pueden servir de sustento a la población y al ganado, tanto a causa de un mal manejo de las haciendas como del cambio climático.
Millones de personas en África y en Asia fueron expulsados de sus tierras, y la comunidad internacional debería actuar en los casos en que los gobiernos nacionales se ven incapacitados, sostuvo Bogardi.
"La vulnerabilidad aumenta en todo el mundo debido al rápido desarrollo de megaciudades en áreas costeras", dijo Oliver-Smith. "Esa tendencia, combinada con la elevación del nivel del mar y la creciente cantidad e intensidad de las tormentas, es la receta para un desastre anticipado, con enorme potencial de desatar olas de emigración."
Algunos ya se preparan para lo peor. La isla-estado de Tuvalo alcanzó un acuerdo con Nueva Zelanda para que éste acoja a sus 11.600 ciudadanos en caso de que el océano Pacífico se trague al país.
Estimaciones rápidas indican que 100 millones de personas viven debajo del nivel del mar y en aguas costeras.
La UNU exhortó a la creación de un panel intergubernamental sobre degradación de tierras, tal como ya existe uno para considerar el cambio climático. (