La credibilidad del presidente de Estados Unidos, George W. Bush, podría ser una de las víctimas del huracán Katrina, que desató una inédita ola de devastación y sufrimiento en la ciudad de Nueva Orleans y buena parte del sudeste de Estados Unidos.
Pocos analistas políticos subestiman la capacidad de iniciativa de Bush en tiempos de crisis, como la demostró tras los atentados que se cobraron 3.000 vidas en Nueva York y Washington el 11 de septiembre de 2001.
Pero el hecho de que la destrucción causada por Katrina fuera evitable y predecible —de hecho, fue pronosticada— carga de munición nueva las armas de los enemigos del presidente.
Los elevados costos de la guerra de Iraq, combinados con los enormes recortes de impuestos al sector más rico de la población y a la estrecha definición gubernamental de "seguridad interna", se tradujeron en la reducida cantidad de fondos destinados a impedir un desastre.
Los riesgos de esta reducción de fondos, que afectó los proyectos para el control de inundaciones de la hoy sumergida Nueva Orleans, fue detectada por periodistas del principal periódico de la ciudad, The Times-Picayune, para una serie de informes publicados en 2004 y 2005.
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"Nadie podía decir que no se veía venir", opinó en su sitio web el propio The Times-Picayune, que debe limitarse hasta este viernes a la publicación electrónica porque sus imprentas quedaron bajo las aguas que aún cubren 80 por ciento de Nueva Orleans.
"Hoy, tras una de las peores tormentas de la historia, deben ser contestadas preguntas muy serias sobre la falta de preparación", agregó el periódico, citando un despacho de la agencia Newhouse News Service.
Dos hechos agregan combustible al tanque de los críticos de Bush.
El primero, la reducción de las operaciones de la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA) dispuesto por el gobierno. La agencia había ganado aplausos en los años 90 por su rendimiento en la mitigación de efectos de catástrofes naturales.
El segundo hecho fue la ausencia de al menos un tercio de las tropas de la Guardia Nacional en dos de los estados más golpeados por Katrina, Luisiana y Mississippi. Esos uniformados están hoy desplegados en Iraq.
"Aun antes del huracán Katrina, los gobernantes comenzaban a preguntarse si las unidades de la Guardia Nacional estarían disponibles para emergencias domésticas. Esa preocupación está hoy amplificada por escenas de saqueo y desorden", informó este jueves el diario The New York Times.
Hasta ahora, cientos y quizás miles de personas, la mayoría pobres, murieron como consecuencia de la tormenta, según la Alcaldía de Nueva Orleans. Más de un millón debieron abandonar sus hogares y con seguridad no podrán volver en varias semanas, si no meses.
Mientras continúan las operaciones de rescate y evacuación de decenas de miles de personas aún atrapadas en Nueva Orleans y las áreas circundantes, FEMA y funcionarios locales dicen que aún es muy pronto para calcular el costo financiero de los daños.
Las estimaciones primarias sobrepasan los 20.000 millones de dólares. Pero esos costos no incluyen daños colaterales aun mayores causados por la interrupción del transporte naviero, por camión y vías férreas de productos agrícolas, madereros e industriales desde el Medio Oeste estadounidense, siguiendo el río Mississippi.
Tampoco está contabilizado el costo de la suspensión de actividades de al menos nueve refinerías en el área del Golfo de México, la zona petrolera por antonomasia de este país.
El consecuente aumento de precios cubre gran cantidad de artículos, desde la gasolina —ya en niveles históricos— hasta el café importado, lo que frenará la recuperación económica que estaba en ciernes hasta el siniestro.
"El huracán Andrew, de 1992, fue el más destructor de los últimos 30 o 40 años", dijo al diario The Wall Street Journal el economista Bruce Kasman, del banco JP Morgan Chase Bank.
"Pero si miramos la macroeconomía, tuvo un efecto insignificante. Lo que hace de Katrina algo único es que tiene el potencial de ocasionar un daño real al flujo de petróleo y de bienes río arriba del Mississippi", agregó Kasman.
Bush, ya bajo ataque de algunos de sus propios simpatizantes por tomarse casi todo el mes de agosto para disfrutar de vacaciones en su hacienda en Texas, regresó a Washington luego de sobrevolar la devastada región.
Luego, pronunció lo que The New York Times calificó de "uno de los peores discursos de su vida", y que consistió principalmente en "una gran lista de de libras de hielo, generadores y frazadas enviados a la golpeada costa del Golfo" de México.
Este jueves por la mañana, afirmó que, como los atentados del 11 de septiembre de 2001, el desastre no podía haber sido previsto por su gobierno.
"No creo que nadie pudiera haber anticipado la ruptura de los diques. Apreciaron una tormenta grave, pero esos diques se rompieron y como consecuencia la mayoría de Nueva Orleans está inundada y ahora debemos lidiar con eso y lo haremos", afirmó.
Algunos de los principales respaldos de Bush emitieron el mismo mensaje.
La página editorial de The Wall Street Journal se apresuró a rechazar la posibilidad de que el cambio climático tuviera alguna relación con la intensidad de la tormenta o de que el gobierno hubiera podido hacer algo para prevenir la inundación.
"La principal lección en este momento es también la más obvia: toda la astucia del Hombre no puede derrotar la furia de la naturaleza", advirtió el periódico neoyorquino.
Pero es precisamente esa afirmación la que resulta el blanco de los mayores ataques.
El gobierno recortó, a causa de la guerra en Iraq, decenas de millones de dólares a proyectos de mitigación del efecto de huracanes e inundaciones, según recordó Will Bunch, en un artículo para la revista especializada en periodismo Editor & Publisher, en la que cita los nueve artículos publicados por The Times-Picayune al respecto.
El presupuesto del Proyecto de Control Urbano de Inundaciones del Sudeste de Luisiana (SELA) se redujo, y "nunca se intentó ocultar el hecho de que la razón de los recortes era la guerra en Iraq, así como los gastos de seguridad interna, al mismo tiempo que se ajustaban los impuestos federales", anotó Bunch.
En uno de los artículos de The Times-Picayune, publicado el 8 de junio de 2004, el jefe de manejo de emergencias de la localidad de Jefferson, en Luisiana, Walter Maestri, declaró: "Parece que el dinero se mudó en el presupuesto del presidente al manejo de la seguridad interna y la guerra en Iraq, y supongo que ese es el precio que pagaremos."
"Nadie está feliz de que los diques no puedan terminarse, y hacemos todo lo posible para convencer (a las autoridades) de que, para nosotros, ésta es una cuestión de seguridad", añadió.
El gerente de proyectos del Cuerpo de Ingenieros, Al Naomi, había advertido al mismo tiempo que "los diques se están cayendo". (FIN/IPS/traen-mj/jl/ip en dv pr/05)