El presidente de Argentina, Néstor Kirchner, se prepara intensamente para los primeros comicios legislativos de su gestión. El reto es duplicar el magro caudal de votos con el que llegó a la Presidencia y afirmar así su liderazgo en el Partido Justicialista.
Pese a que se trata de una renovación parcial del parlamento, Kirchner participa muy activamente de la campaña inaugurando obras o repartiendo fondos para realizarlas. En cada acto, su discurso arrecia contra las agencias multilaterales de crédito, las empresas que controlan los servicios públicos o sus propios correligionarios que le restan apoyo a su sector.
Las elecciones se celebrarán el 23 de octubre en los 24 distritos del país en los que se elegirán 24 senadores, 127 diputados y 276 representantes de legislaturas provinciales.
Pero la "madre de todas las batallas" será el distrito de la provincia de Buenos Aires, donde se ubica 37,2 por ciento del padrón electoral. Allí se dirime asimismo la pelea por el control del gobernante PJ que, repitiendo lo ocurrido en los comicios de 2003, se presenta dividido a la votación.
La senadora justicialista Cristina Fernández, esposa de Kirchner, encabeza las preferencias en el distrito, con 42 por ciento de intención de voto según el sondeo de la consultora Analogías. La sigue en segundo puesto su correligionaria, la diputada Hilda "Chiche" González, esposa del ex presidente Eduardo Duhalde (2002-2003), con 18 por ciento.
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Ambas representan al justicialismo, pero mientras González ostenta el sello del partido, Fernández lidera el Frente para la Victoria. Las dos pujan por la conducción del PJ. Si se confirma el triunfo de Fernández, Kirchner ganará, pero Duhalde retendrá influencia política.
"En esta campaña no hay grandes temas de debate", dijo a IPS Sergio Berensztein, profesor del departamento de ciencias políticas de la Universidad Torcuato Di Tella. "El gobierno pelea por el liderazgo del justicialismo, y por conseguir los votos que no tuvo en 2003", sintetizó el experto.
Varias veces gobernador de la sureña provincia de Santa Cruz, Kirchner era casi desconocido para el electorado nacional en 2003 cuando se sumó a la carrera por la presidencia encabezando el Frente para la Victoria. La agrupación era una de las tres en las que se presentaban por el dividido PJ.
En un panorama muy fragmentado, Kirchner consiguió 22 por ciento de los votos en la primera vuelta, apenas detrás de otro justicialista, el ex presidente Carlos Menem (1989-1999), que ganó con 24,3 por ciento.
Pero el ex mandatario no quiso presentarse a la segunda vuelta por temor a una derrota, y Kirchner se consagró ganador sin pasar por una nueva prueba en las urnas.
Los analistas advertían entonces que el flamante presidente debía conquistar con su gestión el respaldo que no había conseguido con los sufragios.
Aunque las encuestas no bastan para legitimar un mandando, un año después, el aval a su administración rondaba 80 por ciento de los entrevistados en sondeos de opinión. Y ese mismo grado de aceptación se mantenía en mayo de este año, al cumplir el segundo aniversario de un gobierno que culminará en 2007.
En lo que va del período de Kirchner, el producto interno bruto creció 8,7 por ciento en 2003 y nueve por ciento en 2004, tras cuatro años de recesión culminada en un colapso sin precedentes a fines de 2001.
Desde 2003, el desempleo bajó, y la pobreza, que había alcanzado un máximo histórico un año antes, con 57,5 por ciento de la población afectada, descendió a menos de 40 por ciento.
La deuda externa con tenedores de bonos, declarada impaga a fines de 2001, fue reestructurada con una importante quita. Al reanimarse la producción, la recaudación fiscal aumentó, así como el superávit fiscal, el consumo, las exportaciones y las inversiones.
Con índices de popularidad de más de 70 por ciento, Kirchner lanzó en primer lugar la idea de "plebiscitar" su gestión, en marzo de este año, al asegurar que en estos comicios se jugaría "un modelo de gobernabilidad". Más tarde, tras el fracaso de un acuerdo con Duhalde, la idea se volvió riesgosa.
Para que Kirchner pueda afirmar que su gestión fue plebiscitada y salió airosa, las listas de su sector deberían sumar 50 por ciento más uno de los votos, un grado de respaldo que no logró hasta ahora ningún presidente en elecciones parlamentarias de mitad de mandato, desde la recuperación de la democracia en 1983.
El sector de Raúl Alfonsín (1983-1989), de la Unión Cívica Radical y quien ganó la Presidencia con 51,7 por ciento en los sufragios, obtuvo un respaldo de 43,2 por ciento en las legislativas de 1985.
Menem ganó dos veces consecutivas la Presidencia, pero en la primera prueba electoral de su gestión, sus candidatos obtuvieron 40 por ciento de los votos, y en las parlamentarias de 1997 fueron derrotados.
El radical Fernando De la Rúa, elegido presidente en 1999, cosechó un escaso 22 por ciento en 2001, presagio de su renuncia anticipada dos meses después.
"El problema de Kirchner es que no logra transformar su popularidad en votos", observó el analista político Rosendo Fraga.
El consultor explicó que este fenómeno obedece en parte a la división del PJ, pero también al hecho de que el poder territorial aún es fuerte en las provincias. En 20 de los 24 distritos que elegirán legisladores en octubre, se augura el triunfo de candidatos alineados con los respectivos gobernadores.
Por eso, el gobierno prefirió olvidar la idea del "plebiscito de la gestión" y pedir, en cambio, "un voto de confianza" para una "victoria digna", según repite ahora el presidente en sus actos proselitistas.
Desde esa perspectiva, los analistas auguran buenos resultados al oficialismo. "Kirchner tiene la oportunidad de demostrar que puede obtener muchos votos sin el sello del PJ, y de esa manera pasar a liderar el partido", vaticinó Berensztein.
Para el politólogo, el PJ puede sufrir muchas fracturas en diversos distritos, pero "ningún político puede prescindir de una herramienta que sigue siendo tan poderosa" como el paraguas del partido que fundó el fallecido ex presidente Juan Domingo Perón a mediados del siglo XX.
