EEUU: Guerra contra el terror no despierta patriotismo

El presidente George W. Bush podría desilusionarse si pretende reavivar el espíritu patriótico —y su menguante popularidad— con una «caminata de la libertad» y un concierto en Washington, para conmemorar este domingo los atentados del 11 de septiembre de 2001.

Quienes participen en la caminata se dirigirán hacia el Cementerio Nacional de Arlington desde el Pentágono, sede del Departamento (ministerio) de Defensa, blanco del ataque en Washington en 2001 al igual que las torres gemelas del World Trade Center de Nueva York.

Al cabo de la jornada, el cantautor country Clint Black se presentará en el Estadio de Hockey JFK, en un concierto organizado por el propio Pentágono.

El malestar que surgirá a pesar de tal programa no podrá atribuirse al mal manejo que hizo su gobierno de la catástrofe del huracán Katrina, que, por cierto, ensombrece la conmemoración. Tampoco por el creciente descontento popular ante la marcha de la guerra en Iraq.

Ambos hechos son amenazas potencialmente letales para el presidente Bush. Pero lo que desata críticas cada vez más encarnizadas es el manejo de la "guerra mundial contra el terrorismo" que declaró tras los atentados de 2001.

Hasta ahora, según encuestas, la aprobación popular del manejo de la campaña contra el terrorismo se había mantenido destacablemente sólida durante la mayor parte de los pasados cuatro años, en contraste con la menguante confianza en las operaciones en Iraq.

Los sondeos demuestran que los estadounidenses también se ven cada vez más vulnerables a los atentados terroristas como consecuencia de las acciones del gobierno.

Ahora, buena parte de la elite de la seguridad nacional realizan declaraciones contrarias a la manera en que se maneja la guerra contra el terrorismo. En una señal de los cambiantes vientos políticos, los expertos del área se muestran más dispuestos a manifestarse al respecto.

En ese sentido, advierten que el gobierno debe abandonar la preferencia por la acción militar y adoptar otro tipo de presiones. También tendría que apuntar a aliados independientes y apelar a mecanismos multilaterales en lugar de conformar coaliciones de países complacientes.

Tal postura resultó evidente en una conferencia en Washington a la que asistió lo más granado de los expertos en seguridad nacional y política exterior, que se concentraron en la búsqueda de alternativas para la conducción de la guerra contra el terrorismo en vísperas de su cuarto aniversario.

"Si bien era necesaria una respuesta militar al 11 de septiembre, no era suficiente para lidiar con el terrorismo en el largo plazo", dijo Steven Clemons, director del Programa de Estrategia de Estados Unidos de la New America Foundation (NAF).

Clemons fue el principal organizador de la conferencia titulada "Terrorismo, seguridad y el propósito de Estados Unidos: Hacia una estrategia más completa".

"La diplomacia iluminada debe combinarse con un firme compromiso con una lucha vigorosa por los 'corazones y mentes'" de aquellas personas a las que pretenden seducir las redes terroristas, sostuvo Clemons.

A la conferencia asistieron la ex secretaria de Estado (canciller) y ex embajadora de Estados Unidos en la ONU Madeleine Albright, el ex comandante de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, Wesley Clark, y el senador republicano Chuck Hagel, entre otros pesos pesados de la política.

Al cabo de la reunión se creó la Alianza por Estados Unidos Seguros (PSA), organización integrada por ex legisladores y funcionarios de gobierno pertenecientes a los dos principales partidos del país, entre ellos media docena de ex secretarios de Estado y consejeros de Seguridad Nacional.

La declaración constitutiva de la PSA advierte que "el terrorismo es una táctica, no un enemigo", y que el éxito de la guerra contra el flagelo requiere "fuertes alianzas basadas sobre el respeto", el respeto de principios tradicionales estadounidenses como el estado derecho y la ruptura de la dependencia excesiva en el petróleo.

Contrastando con la retórica de Bush sobre el "mal" como fuente de la violencia fundamentalista islámico, la declaración enfatiza que "el terrorismo es un acto político que requiere una respuesta política", como la promoción de la democracia en el mundo musulmán.

En ese sentido, varios participantes de la conferencia aclararon que las políticas estadounidenses en Medio Oriente deberían ser reconsideradas.

"No nos odian por lo que somos, sino por lo que hacemos", dijo Nir Rosen, de la NAF, quien conoce de primera mano la ocupación insurgente de la ciudad iraquí de Faluya. "El imperio estadounidense dejará de ser objetivo de ataques cuando deje de oprimir, directa o indirectamente, a pueblos débiles o de apoyar a los opresores."

"Los motivos por los que los terroristas islámicos atacaron a Estados Unidos no son secreto. Son explicitadas claramente una y otra vez por las fuentes más confiables, los propios perpetradores: Israel, Iraq, Afganistán, Chechenia, Guantánamo, la presencia estadounidense en tierra santa musulmana y su apoyo de regímenes dictatoriales o corruptos", agregó.

"La retirada estadounidense de Iraq y la israelí de los territorios ocupados en 1967 haría más por el combate al terrorismo que ninguna acción militar. También cierta compasión por parte de Estados Unidos", advirtió.

Por otra parte, el terrorismo continuará avanzando "hasta que Washington reconozca que su presencia militar en la región del Golfo es "la mejor herramienta de reclutamiento" de Al Qaeda, la red terrorista internacional que reivindicó los atentados de 11 de septiembre, dijo Robert Pape, cientista político de la Universidad de Chicago.

Tanto Pape como el experto Stephen Walt, de lka Universidad de Harvard, exhortaron a Estados Unidos a regresar a su vieja estrategia en el Golfo, según la cual Washington podría intervenir directamente sólo cuando se rompe un equilibrio de poder local, y como último recurso.(FIN/2005)

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