Una participación superior a la esperada en las elecciones internas del gobernante Partido de los Trabajadores (PT) de Brasil probó que su militancia se mantiene viva pese al escándalo de corrupción, y podría afirmar la independencia partidaria respecto del gobierno.
El primer informe del escrutinio de las elecciones del domingo, divulgado este lunes, apuntó una participación de 30 por ciento de los afiliados y la necesidad de celebrar una segunda vuelta el 9 de octubre, para escoger al nuevo presidente del partido. La composición definitiva del directorio nacional se conocerá el viernes.
El izquierdista PT, mayor partido brasileño en términos de militancia, puso en marcha por segunda vez en su historia el Proceso de Elecciones Directas para escoger a sus nuevos dirigentes en las instancias locales, estaduales y nacionales.
De sus 825.461 afiliados, se estima que votaron cerca de 248.000, o 30 por ciento del total, el doble del quórum requerido. Fue una demostración de "vitalidad" que desmiente a los críticos que preveían la desmovilización partidaria provocada por el escándalo, según el presidente interino Tarso Genro.
Pero el Campo Mayoritario, conjunto de tendencias que dirigió al PT en los últimos 10 años, "perdió la mayoría" que le permitía una total hegemonía interna, evaluó Valter Pomar, candidato a la presidencia partidaria por la corriente denominada Articulación de Izquierda.
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Pomar aparece en segundo lugar, con 16,8 por ciento de los votos ya escrutados, que corresponden a cerca de 46 por ciento del total esperado. Si mantiene ese desempeño, disputará la segunda vuelta contra Ricardo Berzoini, postulado por el Campo Mayoritario, que hasta ahora obtuvo 41,6 por ciento de los votos válidos.
En el primer Proceso de Elecciones Directas, en 2001, el grupo hegemónico obtuvo 52 por ciento y estableció alianzas que le permitieron controlar 70 por ciento de la dirección nacional del PT. Con esa mayoría, pudo imponer de forma autoritaria cambios pragmáticos en el programa partidario de gobierno, según sus opositores.
Esos cambios, a favor de una orientación económica conservadora y de alianzas con partidos de derecha, abrieron paso a la victoria en 2002 de Luiz Inácio Lula da Silva, líder máximo del partido, como presidente de Brasil.
Al divulgarse desde junio las acusaciones contra dirigentes del PT por sobornar a parlamentarios de partidos aliados, se puso en cuestión el camino elegido. Siete diputados del PT están amenazados de inhabilitación, incluido el constructor del Campo Mayoritario, José Dirceu de Oliveira, y la crisis contaminó gravemente al gobierno.
Los candidatos opositores dentro del PT, seis en total, manifestaron la disposición de unirse en la segunda vuelta, sin importar quién de ellos califique para la disputa. Esa decisión abre la posibilidad de derrotar al grupo hegemónico, considerado responsable de la mayor crisis del PT en sus 25 años de vida.
De todas formas, el PT ya no se confundirá con el gobierno, como ocurrió en los dos años y medio de gestión de Lula, y esa independencia constituirá un nuevo problema para el presidente, pronosticó Dulce Pandolfi, historiadora dedicada a los partidos políticos y movimientos sociales.
Aunque sea indispensable la autonomía, un distanciamiento entre partido y gobierno puede quitar a Lula la capacidad de gobernar en los 15 meses que le quedan en la presidencia del país, observó Pandolfi a IPS.
El gobierno dejará de contar con el apoyo parlamentario incondicional de su principal sostén justamente ahora que está debilitado, con el propio Lula bajo sospecha de haber conocido la corrupción sin combatirla, y los partidos conservadores aliados también involucrados en el escándalo, como receptores del dinero ilegal ofrecido por el PT.
Aunque Berzoini triunfe en la segunda vuelta, el Campo Mayoritario no dispondrá del poder de conducir al partido con la hegemonía que tuvo. Las estimaciones apuntan que su corriente tendrá cerca de 45 por ciento de los 84 miembros del directorio nacional.
Habrá necesidad de intensas negociaciones entre las corrientes internas del partido, lo que democratizará sus decisiones y hará posible una "renovación", destacó Pandolfi, quien consideró alentador para la izquierda política en general el hecho de que el PT "se reanime" con la movilización de sus militantes.
Para los movimientos sociales, es igualmente "positiva" esa recuperación, aunque parcial, del PT. Muchas de esas organizaciones también se "agregaron" al gobierno (por su identificación histórica con el partido), sacrificando la necesaria autonomía, criticó Pandolfi.
Las frustraciones de organizaciones sociales con el gobierno de Lula se deben en gran parte a sus "expectativas exageradas" ante el ascenso de un partido de izquierda al poder, observó Pandolfi.
Además, una sociedad civil "débil" es uno de los factores de la fragilidad del actual gobierno, sin mayoría consistente en el parlamento y tampoco en los gobiernos estaduales y municipales.
Pese a todo, los movimientos sociales pueden celebrar algunos avances en este gobierno, como la creación de ministerios para impulsar la igualdad racial y potenciar a las mujeres y la juventud, señaló la historiadora, también directora del Instituto Brasileño de Análisis Sociales y Económicos.