El caos dominaba las calles de la capital de Sudán este miércoles por tercer día consecutivo, con tiroteos, bombas y enfrentamientos entre civiles y policías, luego de la muerte del vicepresidente y ex líder rebelde John Garang en un accidente de helicóptero.
El gobierno informó que la muerte de Garang se produjo el domingo, cuando el helicóptero en que viajaba se estrelló contra una montaña en el sur del país a causa de las malas condiciones climáticas.
La Organización de las Naciones Unidas confirmó esta versión, pero ello no detuvo los rumores de que en realidad Garang había sido víctima de una conspiración del gobierno, lo que desató violentas protestas populares.
Garang, líder del rebelde Movimiento de Liberación del Pueblo de Sudán (SPLM), llegó a la vicepresidencia gracias a un acuerdo de paz firmado en enero con el gobierno, que puso fin a más de 20 años de guerra civil.
El Ejército Popular de Liberación de Sudán, brazo armado del SPLM, combate por la autonomía del sur sudanés, donde la población es mayoritariamente negra y cristiana o animista, mientras que la del norte, en su mayoría árabe y musulmana, controla el gobierno central e intentó en 1983 aplicar en el país la ley islámica, lo que desencadenó el conflicto.
Desde entonces, esa guerra, la más antigua de África, ha causado la muerte de más de dos millones de personas, en su mayoría civiles y en gran medida por hambruna provocada por el conflicto, así como el desplazamiento de otros cuatro millones.
El gobierno del presidente Omar Al-Bashir alertó sobre el peligro de manejar teorías de conspiración y señaló que las acusaciones eran infundadas.
No se puede especular ahora. Es tiempo de luto, señaló el secretario general del Consejo de Información Exterior, Rashid Khider, respondiendo a los rumores de que el helicóptero de Garang habría sido derribado.
Khider añadió que el ex líder rebelde viajaba en un helicóptero de Uganda luego de haber visitado a ese país, y que las autoridades sudanesas sabían muy poco de sus planes de vuelo.
Jartum amaneció el lunes bajo un manto de silencio. No había vehículos en las calles y toda la población estaba expectante por las últimas noticias. Pero pronto se escucharon los disparos y se desató el pánico.
Muchos civiles se instalaron en los techos de sus hogares para escapar de los tiroteos y ver lo que ocurría.
Pocas horas después se podían ver columnas de humo emanando de por lo menos tres edificios de la ciudad, incluyendo el palacio presidencial.
Trabajadores voluntarios en el suburbio de Amarat, uno de los más ricos, dijeron ver a varios jóvenes lanzando ladrillos contra los automóviles.
Los disparos se escucharon durante toda la noche del lunes al martes en varias partes de Jartum. Grupos de árabes del norte y rebeldes del sur se enfrentaron a tiros en varias oportunidades.
Luego de que el gobierno decretara estado de emergencia, policías prohibieron el paso a los transeúntes y automovilistas que intentaban llegar al centro de la ciudad, mientras otros agentes recorrían el resto de Jartum en camionetas.
Otros policías vestidos de civil detenían a conductores para interrogarlos, aunque en algunos casos no se sabía si eran de las fuerzas de seguridad o miembros de algún grupo armado.
IPS vio cómo un hombre era atacado a patadas y arrastrado por policías y hombres vestidos de civil.
Cuando los tiroteos comenzaron a ceder, los comerciantes se dirigieron a sus negocios para constatar los daños, mientras muchas personas se comunicaban con familiares y amigos para saber si estaban bien.
El gobierno divulgó un comunicado instando a la población a mantener la calma.
Muchos temen que la muerte de Garang pueda descarrilar el acuerdo de paz firmado en enero, pero el gobierno de Bashir aseguró que respetaría lo pactado.
La paz fue impulsada por John Garang y por el gobierno de Sudán, y las dos partes creen que ahora el proceso está en manos del pueblo. Ya no se trata de Garang o Bashir. No se trata de personalidades, dijo Khider.
La vicepresidencia de Sudán será ahora ocupada por Salva Kiir Mayardit, un comandante del SPLM que ya anunció la creación de un comité para investigar a fondo la muerte de Garang.
Mientras, muchos sudaneses se resisten a aceptar la desaparición del líder rebelde.
Está vivo. Nadie puede matarlo. Yo no les creo. Si él está muerto yo también me muero aquí mismo, dijo William, un habitante del sur del país.
Otros tratan de ver el lado positivo. El acuerdo de paz se mantiene. Todo está bien, sostuvo Santos McCoy, profesor de arte en Jartum.