El ojo izquierdo visiblemente muerto, herido seis años atrás por astillas de bala, no impide soñar a Rosinaldo Inaldo con ser actor y afirmarse como cantante de géneros típicos del Nordeste de Brasil, como el «axé» y el «frevo».
A los 18 años, este muchacho fuerte admite que "era violento, no sabía compartir las cosas" y se creía "el mejor de todos". Pero frecuentar durante cinco años el proyecto de la Asociación Arte y Vida "me mejoró y mejoró mi vida".
Ahora le gusta la escuela, donde trata de concluir la enseñanza primaria con un rezago de cuatro años, pensando en ganar dinero cantando, trabajando como actor o en la informática, "para ayudar a la familia y también a otros pobres", relata a IPS.
Arte y Vida ofrece educación artística, actividades deportivas y asistencia pedagógica y psicológica a cien niñas, niños y adolescentes pobres de Recife, capital del nororiental estado de Pernambuco, en un edificio de tres pisos en el centro histórico de la ciudad.
Allí se imparten clases de percusión, iniciación musical, danza, artes plásticas y literatura. Para los que están cerca de cumplir 18 años, edad en que deben como Inaldo dejar el proyecto, hay cursos de capacitación en informática, artesanía y otros oficios posibles a través de convenios con otras instituciones.
Los jóvenes fueron elegidos en tres de los barrios más violentos de la ciudad, el Coque, Pilar y Santo Amaro. Además de la pobreza, viven "en situación de riesgo", inclinados a dejarse seducir por la criminalidad, señaló a IPS la coordinadora general de la Asociación Arte y Vida, Gloria Dalla Nora.
De profesión arquitecta, pertenece a la familia propietaria de Nordeste Seguridad, una gran empresa local de vigilancia privada que, al cumplir 30 años en 2000, decidió crear "un proyecto de futuro para niños y adolescentes hoy sin futuro".
No es contradictorio que una empresa de seguridad haga inversiones sociales buscando reducir la criminalidad, sostuvo Dalla Nora. Entre sus funciones están la protección del patrimonio y el transporte de caudales, tareas cada día "más difíciles con la violencia fuera de control", explicó.
El arte como factor de transformación fue el camino elegido, siguiendo el ejemplo de numerosos proyectos brasileños en los que lo artístico y lo deportivo se afirman como caminos de la mejor educación: formar ciudadanos, promover la inclusión social y prevenir la delincuencia juvenil.
Tal como la mayoría de esas iniciativas, Arte y Vida exige que sus participantes asistan regularmente a la escuela formal. La asociación atiende de mañana y de tarde a los que estudian en diferentes horarios, y les ofrece clases de refuerzo escolar.
Danuzia Pereira, de 18 años, acaba de pasar de usuaria del proyecto a una de sus funcionarias, como auxiliar de las profesoras de refuerzo escolar. Niñas y niños mejoran su desempeño en la escuela después de ingresar en Arte y Vida, pues el proyecto "despierta su interés y el gusto por aprender", opina.
Isabela Pereira, un año más joven, se destaca en dibujo y en pintura, confirmando su vocación para las artes plásticas, que quiere estudiar en la universidad como "camino para ser modista". "Me gusta crear, diseñar ropas, es algo de familia, que viene de mi abuela a quien le gustaba coser", explica.
Por ahora dibuja cuadernos y objetos hechos de papel reciclado en una cooperativa fomentada por una organización no gubernamental en su barrio, el Coque.
Son muchos los efectos de la violencia en su vecindario, observa la joven. Además del riesgo de muerte, sus escuelas quedan a menudo sin profesores, que desertan atemorizados, y sus jóvenes son discriminados y no logran empleos fuera del barrio, por el estigma de vivir donde se cometen tantos crímenes.
Sueños comunes de los jóvenes pobres, como el de Ricardo Santana, 16 años, que ambiciona ser un futbolista famoso, y otros más raros, como el de Daniel Constantino, de 13, que quiere ser "escritor o veterinario", son estimulados por las actividades que despiertan vocaciones en Arte y Vida.
Pero hay unanimidad en el gusto por la percusión, según Jorge Michel, profesor de la asignatura en la asociación desde hace tres años. Dos días por semana suenan los tambores, en ritmos característicos de Pernambuco, como el "maracatú", el coco, la "ciranda" y el "frevo", a veces bajo las protestas de los vecinos por los ensayos ruidosos.
Grupos formados en la asociación ya se presentaron en varios espectáculos y animan las fiestas callejeras del carnaval de la ciudad, informó el profesor.
Todo esto es resultado de un largo y difícil trabajo. Muchos menores llegan con traumas emocionales y necesitan terapia psicológica, reuniones con sus familias, apoyo en la escuela, destacó Dilma de Marilac Souza, una de las coordinadoras del proyecto y psicóloga de larga experiencia con niños pobres o que cometieron delitos.
El arte es un eficaz instrumento de cambio, de promoción de la autoestima y la creatividad, pero permanece el grave problema de la falta de empleos para los que alcanzan la edad de dejar el proyecto. En Pernambuco no hay "una política cultural que genere renta", se lamentó Souza.