Con o sin acuerdo con la Unión Europea, los textiles de China e India invaden Portugal, al tiempo que firmas multinacionales de la industria se trasladan de este país a Rumania, Bulgaria o Marruecos para aumentar sus lucros. Ese cóctel estimula otra vez la emigración.
La sombría situación económica que se está gestando, en especial en el norte del país, hace que muchos portugueses tengan que marcharse al exterior, una opción prácticamente abandonada hace tres décadas.
En los valles septentrionales de Ave y Cavado, el corazón de la industria textil portuguesa, un promedio de 88 personas por día anuncian su renuncia al subsidio por desempleo porque se aprestan a emigrar.
El Instituto Nacional de Estadísticas (INE) informó que 39.000 personas de esa zona en 2004 y otras 10.000 en lo que va del año dejaron de cobrar ese derecho por cesantía, que se extiende por 18 meses después de quedar sin trabajo, tras lo cual todo el que viva debajo de la línea de pobreza accede al llamado "ingreso mínimo garantizado" permanente.
Los cesantes prefieren rehacer sus vidas en países más ricos de la Unión Europea (UE) y para el gobierno la buena noticia es doble: deja de pagar al desocupado y, a la vez, cae la cantidad de desempleados en las estadísticas.
Los bajos salarios, la ausencia de reglas laborales y de leyes sociales, vacaciones reducidas, la inexistencia del decimotercer sueldo y el despido de trabajadores sin mayor trámite son algunos de los platos fuertes que ofrece el irresistible menú para empresas multinacionales que deciden mudarse fuera de la UE, como Rumania, Bulgaria e incluso China, India o el sudeste asiático.
Estas "empresas beduinas", así llamadas por su carácter nómada de levantar campamento y trasladarse a otro país de un día para otro y sin previo aviso a los trabajadores, se habían instalado en Portugal debido al bajo costo de vida y a las ayudas de la UE destinadas a equiparar el nivel económico con sus pares comunitarios.
Otro factor que ha influido en la decisión de las firmas trasnacionales de marcharse de Portugal es que este país pasó de ser uno de los de costo de vida más bajos de la UE a uno de los más altos, en especial en los gastos fijos tales como electricidad, agua, gas y combustibles.
Para verificar esta realidad, no es necesario ir tan lejos como a Bulgaria o Rumania, sino que basta una comparación de precios con la vecina España, donde el gas y el agua cuestan la mitad que en Portugal, la gasolina 20 por ciento menos y el índice de precios de artículos de primera necesidad es 16 por ciento más bajo.
Además, todo este cálculo de la prensa económica especializada local fue hecho antes del 1 de julio, cuando el impuesto del valor agregado (IVA) pasó a los niveles más altos de Europa, de 19 a 21 por ciento, sólo practicado en los países nórdicos, mientras que España lo mantiene en 16 por ciento.
Al mismo tiempo, Portugal, uno de los países con mayor tradición en el mundo en cuanto a la industria textil, de confecciones y de calzado, está sufriendo las consecuencias de los que los empresarios del sector califican de "competencia desleal" de China e India.
El resultado está a la vista: el desempleo trepó a 7,8 por ciento de la población económicamente activa, cuando a fines de la década del 90 era el más bajo de la UE al situarse en 3,4 por ciento de los activos y disputaba ese privilegio con Luxemburgo.
Así, por primera vez desde 1974 la emigración portuguesa recomienza en gran número.
Gran Bretaña, con 250.000 portugueses residentes, e Irlanda del Norte con 25.000 aparecen en las estimaciones del INE como los lugares preferidos para la emigración lusa actual.
Otro destino apetecido es Suiza, donde otros 135.000 portugueses llegaron entre 1998 y 2002, el año pasado se calculaban en 160.000.
La emigración lusa conoció su apogeo entre 1965 y 1973, alcanzando en todo el mundo cinco millones de residentes en terceros países, cifra excepcionalmente alta si se considera que la población en el territorio de Portugal es de 10,2 millones de personas.
La revolución democratizadora de los capitanes izquierdistas del ejercito, que en 1974 derrocaron la dictadura corporativista instaurada en 1926, detuvo los grandes flujos migratorios, que habían desplazado a dos millones de portugueses a otros países de Europa, 1,3 millones a Brasil, 600.000 a Sudáfrica, 400.000 a Venezuela y 300.000 a Estados Unidos, entre otros.
En 1992, con la apertura de fronteras dentro de la UE, el flujo migratorio ya era muy bajo y a partir de ese año, prácticamente no existe control sobre las estadísticas, debido a que los emigrantes pasaron a ser "trabajadores de libre circulación" en el bloque.
Sin embargo, los problemas económicos y los bajos salarios, muestran una clara tendencia al aumento de la emigración, también alentada por el enriquecimiento de la población desde su ingreso a la UE en 1986.
Muchos portugueses prefieren declararse cesantes y no realizar muchas tareas duras, dejando esos trabajos a los 600.000 inmigrantes, en especial de los países lusófonos, Angola, Brasil, Cabo Verde, Guinea-Bissau, Mozambique, Santo Tomé y Príncipe y Timor Oriental, así como de los europeos Ucrania, Moldavia, Rusia, Rumania y Bulgaria.
Para un "trabajador de libre circulación", fijar residencia en otro país de la UE es tarea fácil. La decisión es fundamentalmente económica.
Por igual trabajo y con precios de supermercado similares, en Alemania, Bélgica, Francia u Holanda, un portugués gana tres veces lo que en su país y en España, con alimentos y cuentas domésticas más bajas, recibe el doble.
Francia y Alemania eran hasta ahora los destinos más procurados por los portugueses, que ahora parecen preferir Gran Bretaña por la situación de prácticamente pleno empleo y por ser el país más caro de la UE, lo que permite que el ahorro sea más significativo en el país de origen del trabajador extranjero.
Después de la ampliación de la UE de 15 a 10 países más en mayo de 2004, las oportunidades de trabajo se redujeron para los portugueses, porque "llegaron los polacos, que no trabajan más barato, pero hablan mejor inglés", expresó en una reciente entrevista por televisión Domingos Cabeças, dueño de una agencia de empleos para Gran Bretaña.