Australia, China, Corea del Sur, Estados Unidos, India y Japón firmaron un acuerdo sobre cambio climático promovido por Washington que impulsa las nuevas tecnologías en lugar de la reducción de gases que recalientan la atmósfera.
Sin embargo, científicos y ecologistas afirman que el mismo no reemplazará al Protocolo de Kyoto, en vigor desde febrero, y no creen que conduzca a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, considerados responsables del recalentamiento global.
Si el nuevo acuerdo conduce a verdaderas y significativas reducciones de gases invernadero, entonces es un bienvenido paso adelante, dijo el director ejecutivo del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, Klaus Toepfer.
Es importante señalar que esta nueva iniciativa no sustituye al Protocolo de Kyoto, advirtió.
Las emisiones de gases invernadero de fuentes industriales y de otras actividades humanas deben reducirse en 60 por ciento, de modo que todas las ideas e iniciativas son positivas, sostuvo Toepfer.
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La organización ecologista internacional Greenpeace, entre otros grupos, es más crítica del acuerdo firmado por los seis países.
No es mucho más que un acuerdo comercial sobre tecnologías energéticas, y no la salvación del clima, dijo en un comunicado la directora de Greenpeace para la campaña climática, Stephanie Tunmore.
Los acuerdos voluntarios sobre tecnología, negociados por los mayores responsables de la contaminación de gases invernadero, no darán como resultado la reducción necesaria de entre 70 y 80 por ciento de las emisiones de las naciones industriales a mediados de este siglo para evitar un cambio climático catastrófico, dijo Tunmore.
El jueves, Australia, China, Corea del Sur, India, Japón y Estados Unidos firmaron el Acuerdo de Asia-Pacífico sobre Desarrollo Limpio y Clima, en un encuentro en Laos.
Los participantes establecieron su voluntad de crear una nueva asociación para desarrollar, desplegar y transferir tecnologías más limpias y eficientes y para dar respuesta a la reducción nacional de la contaminación, la seguridad energética y el cambio climático.
Pero hay poco de nuevo en este pacto, que parece más bien un envase novedoso para iniciativas bilaterales y multilaterales de transferencia tecnológica ya existentes y que Estados Unidos impulsó en los últimos años, según el no gubernamental Centro Pew sobre Cambio Climático Global.
El Centro Pew, con sede en Estados Unidos, trabaja con el sector privado para suministrar información imparcial y soluciones sobre el cambio climático.
El Protocolo de Kyoto, adoptado en 1997 por la comunidad internacional, también incluye la transferencia de tecnologías a los países pobres bajo su Mecanismo de Desarrollo Limpio.
Intentos estadounidenses anteriores de utilizar y transferir técnicas y fuentes de energía más limpias han tenido muy poco efecto, tanto la reducción de gases invernadero como en la promoción del desarrollo económico, según el Centro Pew.
Además, la tecnología sola no es suficiente. Necesitamos incentivos a la industria y más intervención gubernamental, dijo el profesor de derecho internacional Daniel Bodansky, de la Universidad de Georgia, quien fue negociador de política sobre cambio climático del Departamento de Estado (cancillería) de Estados Unidos entre 1999 y 2001.
Bodansky tampoco ve novedades en el nuevo pacto, pero señala que es lo más explícito que ha hecho el gobierno de George W. Bush para reconocer que el recalentamiento del clima es un problema.
Según informes de prensa, el pacto fue resultado de un año de negociaciones secretas iniciadas por Estados Unidos y Australia, las únicas naciones industriales que se negaron a ratificar el Protocolo de Kyoto, que obliga a los países del Norte a reducir sus emisiones a volúmenes 5,2 por ciento inferiores a los de 1990, con plazo en 2012.
Las naciones en desarrollo —como China, India y Corea del Sur— están exentas de esas obligaciones hasta 2012, fecha en que expirará el Protocolo y deberá entrar en vigor un nuevo tratado, aún no negociado, que incluya compromisos para todos los países.
Pese a que Estados Unidos es el principal emisor de gases invernadero, pues libera un cuarto del total mundial, el gobierno de Bush permanece firmemente anclado en contra de cualquier tratado que obligue a efectuar reducciones.
El pacto firmado esta semana es una inteligente jugada para mostrar que la posición estadounidense sobre el cambio climático está alineada con las de India y China, dijo Bodansky a IPS.
De hecho, ambas naciones, las más pobladas del mundo, son firmes defensoras del proceso de Kyoto.
Ante la cumbre del Grupo de los Ocho (G-8) países más poderosos del mundo, celebrada en Escocia a inicios de este mes, Brasil, China, India y Sudáfrica reafirmaron en una declaración conjunta la validez del Protocolo de Kyoto y reclamaron a Estados Unidos que asumiera la conducción de la acción internacional para combatir el cambio climático, cumpliendo plenamente con las obligaciones de reducir sus emisiones.
Washington es señalado como responsable de que esa reunión del G-8 no adoptara medidas concretas para combatir el cambio climático, como la adopción de metas de reducción de la contaminación.
Los científicos afirman que el recalentamiento de la atmósfera provocado por la contaminación industrial ha puesto en marcha un cambio climático global que derretirá los hielos polares, elevará el nivel de los mares inundando zonas bajas, alterará los climas locales y agravará fenómenos naturales como huracanes, sequías e inundaciones.
La presión internacional creciente explica la necesidad estadounidense de mostrar algún tipo de abordaje alternativo a esta problemática, que también ayudará a Estados Unidos a establecer las prioridades en las negociaciones posteriores a la vigencia de Kyoto, dijo Bodansky.
Esas conversaciones comenzarán en noviembre en la ciudad canadiense de Montreal, durante la conferencia de las partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático.
Coincidentemente, la primera reunión del recién creado grupo de Asia-Pacífico también se celebrará en noviembre, pero en el otro extremo del mundo, en la ciudad australiana de Adelaida.
Y el único acuerdo concreto sobre cambio climático que surgió de la cumbre del G-8 fue el inicio de una nueva ronda de conversaciones internacionales en Gran Bretaña. ¿Cuándo? En noviembre, por supuesto.