Un desastre inminente es lo que prevén expertos ante la recién iniciada temporada de huracanes en América Central, que se extenderá hasta noviembre y puede ser aun más fuerte que la del año anterior.
La devastación ecológica se suma a las deprimidas condiciones socioeconómicas de la región, donde ya han muerto por lo menos 37 personas en Honduras y El Salvador, otras 29 en Guatemala y tres en Costa Rica, como consecuencia de los primeros temporales.
Los reportes de deslizamientos, aludes y derrumbes son continuos, y el número de muertos, principalmente mujeres, ancianos y niños, se mantiene en constante crecimiento como un temporal.
En noviembre de 1998, el huracán Mitch provocó una catástrofe en la región con 10.000 muertos y 5.000 millones de dólares en pérdidas. Tras ese desastre, los esfuerzos institucionales de reconstrucción y prevención fueron muy importantes pero no suficientes.
Honduras y Nicaragua sufrieron retrasos en su desarrollo de hasta diez años, según índices del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), y hoy las posibilidades de afrontar embates similares están por debajo de lo necesario.
Por eso, una nueva temporada de grandes huracanes costará vidas, destrucción y muchos miles de dólares. El dolor es inminente pese a los esfuerzos para su mitigación.
El paso del huracán Dennis ya cobró un centenar de muertos en Haití, Estados Unidos y Cuba, y el incremento de lluvias en América Central es responsable de otras decenas de fallecimientos causados por deslaves, deslizamientos y crecidas de los ríos (los huracanes causan aumento de las lluvias por reducción de la presión atmosférica, y eso multiplica los daños).
Emily, el segundo huracán de la temporada, se conformó apenas cuatro días después de su antecesor Dennis, lo cual es poco usual.
Este periodo de huracanes comienza con una de las mayores intensidades de las que se tiene registro, según el Centro Nacional de Control de Huracanes de Estados Unidos, ubicado en Miami. El desarrollo del Emily presagia fuertes consecuencias este fin de semana para Jamaica y para la sudoriental península mexicana de Yucatán, y el incremento de las lluvias en América Central también activa las alertas.
Este año habrá 15 o 16 huracanes, y ocho o nueve de ellos tendrán fuerza similar a los más dañinos del año pasado, de acuerdo con los pronósticos del Centro de Control de Miami.
Los organismos de mitigación de desastres hacen esfuerzos por evacuar a cientos de familias en varios países, pero muchas veces la extrema pobreza de los amenazados determina que se nieguen a desplazarse.
La realidad social y económica de la región supera todos los esfuerzos del Centro de Coordinación para la Prevención de los Desastres Naturales en América Central, que el 23 de junio firmó un Plan 2006-2015 con donaciones de Noruega y Suecia por 339.000 dólares, a lo que se sumaría el 50 por ciento de esa suma aportado por las contrapartes de cada país, para fortalecimiento institucional.
La Comisión Nacional de Prevención y Atención de Emergencias en Costa Rica reconoció que el país presenta cerca de 600 puntos de vulnerabilidad.
Según Benedicto Girón, de la Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres de Guatemala, existen en ese país unos 200 sitios calificados de "zonas de alta peligrosidad" con alrededor de 400.000 habitantes que, pese a ser advertidos acerca del peligro que corren, se niegan a abandonar sus hogares por no tener otros lugares a donde ir.
Centroamérica tiene 38 millones de habitantes, y 60 por ciento de ellos viven en situación de pobreza y vulnerabilidad.
El geógrafo Rolando Durán, uno de los principales especialistas en la materia de la región y también consultor internacional, dijo a IPS que hubo logros en cuanto a organización pero el problema continúa.
"Hemos reducido el porcentaje de crecimiento de la vulnerabilidad, pero no la vulnerabilidad misma" ni su aumento, pero de todos modos las consecuencias serían mucho peores sin las medidas que se han tomado desde el Mitch, explicó.
"La única forma de reducir el riesgo y la vulnerabilidad es con planes, políticas y leyes que establezcan responsabilidades", añadió Durán.
El 29 de este mes se realizará en Panamá la IV cumbre de presidentes de países del Caribe, incluyendo a Venezuela, México y Colombia, en la cual se discutirán cuestiones de prevención y manejo de desastres naturales.
Dennis tocó lateralmente Haití y atravesó toda Cuba, pero causó más daños en el primero de los países, porque los sistemas cubanos de manejo del riesgo son mejores, ejemplificó Durán.
En las áreas centroamericanas con mayor vulnerabilidad institucional se han hecho grandes esfuerzos por reducir el riesgo, pero la solución a largo plazo tiene que ver con los procesos de desarrollo general de la región, indicó.
Hay dos tipos de zonas especialmente en riesgo por problemas socioeconómicos: la urbano-marginal de cualquiera de las ciudades centroamericanas, con gran acumulación de desechos en los cauces de los ríos y los alcantarillados, y las tierras bajas de las costas sobre el océano Pacífico y el mar Caribe.
Como Centroamérica está más poblada del lado del Pacífico, por lo general es allí donde se registran mayores estragos, pero en las costas del Caribe también hay áreas abandonadas por las políticas gubernamentales y de desarrollo. Así se ha visto en Honduras, Nicaragua y Costa Rica.
En esas zonas, la actividad socioeconómica se estableció en torno a ríos, cuyas crecidas son arrasadoras, apuntó Durán.
El movimiento de los huracanes es reforzado por las altas temperaturas marítimas, y algunos expertos sostienen que el recalentamiento del planeta ha incrementado el poder de esos fenómenos climáticos extremos.