El desarrollo sustentable afronta difíciles obstáculos porque se trata de imponer límites al consumo y al crecimiento económico, una tarea urgente pero que no agrada a gran parte de la población, según empresarios iberoamericanos reunidos para discutir la cuestión en vísperas del Día Mundial del Medio Ambiente, que se celebra este domingo.
Esa síntesis del drama ambiental del mundo corresponde a Fernando Almeida, presidente ejecutivo del Consejo Empresarial Brasileño para el Desarrollo Sustentable (Cebds), organizador esta semana en Río de Janeiro del Congreso Iberoamericano sobre Desarrollo Sustentable.
¿Estamos teniendo éxito en crear el sentido de urgencia que exigen los problemas ambientales? En torno a esa pregunta se lanzó el Congreso, que reunió a más de 1.300 empresarios, ambientalistas y otras personas interesadas en el tema, del martes al jueves.
Esa concurrencia, mas del triple de la que esperaban los organizadores más optimistas, comprobó el gran interés y adhesión de los empresarios brasileños al tema, sostuvo Almeida en entrevista con IPS.
Pese a eso, él considera que la búsqueda de sustentabilidad económica, social y ambiental, tanto en Brasil como en escala mundial, sigue en la edad de la piedra y exigirá un largo proceso de cambios, hasta que las sociedades se den cuenta que es cuestión de supervivencia.
Almeida y otros ponentes destacaron, durante el encuentro, la Evaluación de Ecosistemas del Milenio, un estudio de 10.000 páginas que la Organización de las Naciones Unidas comenzó a divulgar el 30 de marzo, en el que se indica que de 24 servicios ambientales prestados por la naturaleza (por ejemplo, proveer agua y aire limpios), 15 ya están gravemente deteriorados.
Las personas reconocen los indicadores que apuntan el riesgo de un colapso económico, y exigen por lo tanto la adopción de medidas de emergencia, pero aún no es así en el área ambiental, observó Jonathan Lash, presidente del estadounidense Instituto de Recursos Mundiales.
Pese a las evaluaciones que señalan la lentitud de los cambios de paradigma, Almeida, ingeniero ambiental y profesor universitario, considera que hubo grandes avances en el medio empresarial.
El Cebds ya cuenta con 51 grandes empresas asociadas (la adhesión más reciente se produjo durante el Congreso Iberoamericano), y algunas de ellas han modificado radicalmente su actitud en relación con el ambiente y la responsabilidad social, destacó.
Un ejemplo es el de petroleras como la estatal Petrobras y la Shell, que después de responder por varios accidentes graves adoptaron medidas de precaución y programas socioambientales.
La agencia Dow Jones desarrolló indicadores de sustentabilidad y muchas evaluaciones reconocen que la reputación representa gran parte del valor de las empresas, acotó.
Un desliz ambiental o social puede decretar la quiebra de una firma, cada día más, dijo Almeida, ejemplificando con el caso de la empresa, Ingá, responsable de contaminar con metales pesados una bahía cercana a Río de Janeiro hace algunos años.
Esa empresa ya había sido sancionada por el organismo ambiental del gobierno local correspondiente, pero desapareció tras el impacto de la noticia en un diario de gran circulación. Otro ejemplo es el de la Nike, transnacional de calzados, duramente golpeada por denuncias de que abusaba de trabajo infantil y semiesclavo.
Actualmente no sólo las autoridades ambientales o judiciales imponen conductas más saludables y responsables a las empresas, ya que la opinión pública, los consumidores y los medios de comunicación a veces castigan de forma más severa, señaló el experto.
Algunas compañías se dedican a actividades y productos polémicos y a la larga tendrán que rever sus rumbos, como las petroleras y tabacaleras, reconoció Almeida. Petrobras ya se autodenomina empresa de energía, incluyendo las fuentes alternativas y renovables.
Las firmas solían mostrar recelos e inseguridad ante los temas ambientales, actuando de forma defensiva, pero muchas ya encaran la cuestión como oportunidades nuevas, evaluó para IPS Stephanie Hanford, que durante seis años trabajó en el Consejo Empresarial Mundial para el Desarrollo Sustentable, con sede en Ginebra.
Hanford, posgraduada en Derecho Internacional, dirigió el Departamento de Diálogo con grupos de interés en el Consejo Mundial y hace un año es consultora del Cebds sobre capacitación de empresas para ese diálogo.
La especialista dijo estar muy impresionada por la energía y entusiasmo de los participantes del Congreso Iberoamericano, en gran parte empresarios, incluyendo muchos extranjeros.
Río de Janeiro favorece esa actitud, porque los brasileños son optimistas y su flexibilidad es un factor que deberá ayudar el país a adoptar con mayor facilidad los cambios que exige la sustentabilidad del mundo, opinó.