La diversidad de la cultura es esencial para afianzar la democracia y lograr un desarrollo sustentable, afirmaron representantes de 71 países reunidos en Madrid, donde comprometieron apoyo a una convención que establezca la índole específica de los bienes y servicios culturales.
La reunión, el sábado y el domingo, fue presidida por los ministros de Cultura, Gilberto Gil, de Brasil, y Carmen Calvo, de España, y por el embajador francés Claude Blanchemaison. Cincuenta de los 71 países enviaron al encuentro delegaciones de rango ministerial.
Calvo consideró un éxito el documento aprobado en la reunión, pero reconoció la existencia de algunas objeciones por parte de Australia, Estados Unidos, Gran Bretaña, Israel y Japón, representados en el encuentro por sus embajadores y no por sus ministros.
La principal objeción de estos países, encabezados por Estados Unidos, fue contra el tratamiento distinto, y en algunos casos paralelo, de los bienes culturales respecto de los comerciales. Al contrario, estas naciones plantearon una defensa cerrada de los derechos de autor y de reproducción.
En la Declaración de Madrid, los ministros se comprometieron a obtener la aprobación definitiva de la Convención sobre la Protección y Promoción de la Diversidad de los Contenidos Culturales y de las Expresiones Artísticas, cuando se reúna la próxima Conferencia General de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), en octubre.
Esa Convención tiene su origen en la Declaración Universal sobre Diversidad Cultural aprobada por la Unesco en 2001 y en la Carta de Sao Paulo, firmada por los ministros de Cultura de Argelia, Austria, Brasil, España, Malí y México, en julio de 2004.
El músico y ministro brasileño Gil señaló en rueda de prensa que el concepto de la diversidad cultural llegó justo para que nos coloquemos por encima de conceptos como guerra e incomprensión.
Gil abogó por la posibilidad de avanzar, y de que también lo hagan los (países) económicamente pequeños que, por otro lado, son grandes en el 'biopoder' de sus gentes y de su presencia humana.
Calvo negó que la posición del encuentro fuera a favor de frenar la libre circulación de bienes culturales y de potenciar barreras y proteccionismo. Al contrario, se trata de exponer que los artistas y los bienes culturales no son mercancías puras y duras, y para ellos el acuerdo jurídico internacional en gestación tendrá que poner otras normas.
Gil insistió en que la diversidad cultural es un concepto filosófico y una nueva forma de concebir la cooperación y el diálogo sin hacer diferencias entre países ricos y pobres o grandes y pequeños.
Las objeciones y renuencias de Washington deberán ser tenidas en cuenta y obligarán a negociar un acuerdo final sobre el texto de la Convención antes de octubre, entre otras cosas porque Estados Unidos es el principal contribuyente de la Unesco, pues aporta 25 por ciento de su presupuesto.
La Declaración de Madrid consigna que la diversidad cultural es factor de pluralismo, de democracia, de cohesión social y empleo, de crecimiento sostenible, de la propia identidad de las sociedades e individuos y del diálogo.
Para lograr esos objetivos es imprescindible frenar la homogeneización y la estandarización actual que puede suponer la quiebra del equilibrio entre culturas, y es decisivo comprometerse con las nuevas generaciones para proteger y promover la rica diversidad cultural que existe en nuestro planeta.
Apuntando hacia ese objetivo, los reunidos plantearon que se debía incluir de manera definitiva y clara la reivindicación del respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales, como base principal de la diversidad cultural.
También subrayaron el principio de igualdad de todas las culturas, un patrimonio común de la humanidad, y la necesidad de jerarquizar los bienes y servicios culturales, que deben ser objeto de un tratamiento particular y diferenciado del conjunto de las mercancías.
Los ministros y expertos pusieron énfasis en reivindicar el derecho soberano de los poderes públicos de establecer y desarrollar políticas culturales que fomenten y protejan la diversidad cultural.
Este aspecto es destacable, ya que la objeción de Estados Unidos y sus aliados apunta precisamente a evitar normas nacionales destinadas a impulsar la propia cultura y que puedan contravenir los intereses de las transnacionales (la mayoría estadounidenses) que dominan el comercio mundial de bienes culturales.
Otro aspecto destacado fue el papel fundamental de la cultura en la creación de empleos, en el impulso del crecimiento económico y del desarrollo sustentable, especialmente de los países de menor renta.
Los funcionarios declararon asimismo que el diálogo entre las culturas es el mejor medio para la comprensión y el conocimiento mutuo entre las diferentes sociedades y para la prevención de conflictos.
Al término de la reunión, la ministra Calvo señaló que lograr introducir el concepto de diversidad cultural en el marco jurídico internacional será un éxito para todos los ministerios de cultura del mundo.